La semana próxima empieza el Encuentro Nacional de Mujeres –ENM–, evento que nuclea a miles de todas las edades, sectores sociales, colores y lenguas. Realmente, la mejor muestra de la diversidad de mujeres. A 33 años de su primera versión, durante el primer gobierno democrático después de la dictadura militar más terrible, las feministas empezamos a salir a la luz.
Los movimientos y grupos que habían estado ocultos, actuando casi en la clandestinidad, afloraron junto con la democracia. Porque el feminismo se opone al autoritarismo y al atropello a los derechos humanos y es combatido por quienes lo ejercen. Ese primer Encuentro tuvo la confluencia de grupos de mujeres tan diversos, donde por ejemplo las trabajadoras sexuales, con el grupo de la Asociación de Meretrices de la República Argentina, llevaron su mensaje y se unieron a otras mujeres tan diferentes y reales.
Muchos se preguntaban: ¿dónde estaban antes? La respuesta era muy sencilla, en ese momento se daban las posibilidades de mostrarse, de expresarse libremente y sin ataduras. Porque eso son espacios donde todas las mujeres sin distinciones se expresan libremente y plantean sus posiciones, exigencias y reclamos. También son espacios de expresión artística, de diversión y de celebrar la unidad en la diversidad.
Les jóvenes que lean esta nota se extrañarán, porque ahora es normal hablar y discutir sobre feminismo, se muestra todo a la luz del día. Esta es una ventaja inconmensurable, porque podemos expresarnos libremente. Pero como dice el dicho: “No todo lo que reluce es oro”, y por ejemplo las personas trans no viven aún esto, si bien han mejorado y mucho. Pero no es el único colectivo afectado por las discriminaciones y violaciones de sus derechos.
Las ediciones de PERFIL del sábado y domingo pasados mostraban la diversidad de temas que ahora se difunden: las mujeres científicas, la promoción de la tecnología y matemáticas (STEM), los embarazos en hombres trans, la presencia en el fútbol para quedarse, el liderazgo de las adolescentes en cambio climático y derecho al aborto, entre otros.
El ENM es el lugar de decir cada colectivo su verdad y mostrar a la sociedad lo que no quiere ver o prefiere ocultar. La ciudad en que se realiza es invadida por una marea de mujeres durante tres días. En las calles, parques y colegios donde se realizan los talleres, muestran su fuerza y vigor. Lo que más trasciende, cuando no lo único, a través de los medios son las expresiones extremas, sea de vestimenta, de rabia o bronca. Esto en la voz de algunos, representantes de las fuerzas de seguridad, de la Iglesia Católica u otros, habla de que se genera miedo a los posibles desmanes. Si se llama desmanes a algunas pintadas en las calles, las hay. Si se llama desmanes a las discusiones acaloradas en los talleres, pero que no pasan a mayores –salvo excepciones debidas en general a grupos minoritarios que ante las disidencias reaccionan con violencia–, también. Pero estos no son desmanes. Como en toda actividad masiva, es fácil que se infiltren quienes quieren hacer tropelías, pero la organización ha desarrollado mecanismos de control que prácticamente hacen imposibles estas filtraciones. Sí es una constante las demostraciones de mujeres frente a las catedrales de las ciudades. Son pacíficas pero generan rabia cuando encuentran grupos de hombres en actitud defensiva en las iglesias y a fuerzas de seguridad que las ahuyentan y no con buenos modales. Toda la ciudadanía debe entender que estas mujeres expresan la rabia de tantos años de opresión y discriminación, pero son pacíficas. No pueden callar su voz en la denuncia de lo que por años y siglos han vivido las miles de mujeres oprimidas, calladas, y a quienes les violaron sus derechos.
Entender esto es clave para que cada ciudad donde llega el Encuentro se prepare para permitir a las mujeres expresarse y no intentar callarlas ni limitarlas. Esto es negativo porque atenta contra lo que quieren: libertad de expresión y respeto a sus demandas.