El parque Independencia está lleno de golondrinas. En otros parques o en calles arboladas de Rosario no las he visto. Pero en el parque, sobre el lago, los bosques, los cafés en las veredas, vuelan de a decenas, a cientos y no sé si no a miles. Se las ve sobre todo de tardecita, cuando antes de que oscurezca y se vayan a dormir, bailan, otra palabra no cabe, bailan contra el cielo turquesa tan cerca de nuestras cabezas (perdonen la rima) que ya parece que nos van a tocar. En lo primero que una piensa es en el señor Bécquer, como no podía ser de otro modo. Sí, han vuelto; sí, son oscuras aunque la parte interior de las alas es blanca; no, no sé si cuelgan sus nidos en alguna parte y estoy segura de que no juegan a llamar con el ala en los cristales del balcón de alguna niña pálida y desdeñosa. Y si bien en algún momento me resultó el poema absolutamente insoportable, sé que la canción me gustaba. Ahora, cuando termine el verano que parece estar más lejos que el horizonte como que ni la primavera se ha animado a llegar, se irán, dicen que a California. Lejos en todo caso, más lejos todavía que el horizonte. Lo que sí sé porque lo he leído en alguna parte, es que tienen su viaje perfectamente organizado. Vuelan en V, como todas (creo que todas) las aves migrantes. Una va en la punta: viene a ser como la jefa o la presidenta o la reina del reino aéreo. Es la que manda, en todo caso. No se cómo se orienta y sospecho que los ornitólogos tampoco lo deben saber con seguridad. Pero en todo caso el cargo es pesado y difícil de mantener. La presidenta, princesa o reina, se cansa. Y las demás se enteran, se dan cuenta de que la reina está cansada de hacer punta y guiar a las demás. ¿Entonces qué hacen? Una de las segundas, las que van detrás de la reina, se adelanta y toma el mando. La que iba primera aminora la marcha y las que van más atrás la rodean y, supongo, la alientan: vamos, muchacha, fuerza, coraje, tenemos que llegar, no te olvides, cada día estamos más cerca, mirá qué bien lo está haciendo la compañera. La que era jefa entonces, descansa, va más despacio, mira el paisaje, agradece, deja el cargo y sueña con el verano en California.