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Defensora de Género

Las profundas desigualdades que alimenta el covid

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Vacunas. Los países ricos bloquean el acceso igualitario a ellas, pese a las declaraciones. | na

Sabemos que la pandemia sigue presente entre nosotros y en el mundo entero. Pero sin dudarlo es en la región donde estamos viviendo con mayor intensidad su impacto.

Esto se explica por ser la región del mundo más desigual, como señala Cepal desde hace años. Ese privilegio de ser campeones de desigualdad “no nos favorece” frente a una pandemia que justamente pone en evidencia esas desigualdades y las profundiza. Esto está ampliamente reconocido en los diagnósticos de la situación mundial y regional. En ese sentido a nivel mundial en Naciones Unidas los países de todo el mundo están evaluando la situación en preparación a la reunión del Foro Político de Alto Nivel que se realizará en julio. Como todos los años desde 2015 cuando se aprobó en la Asamblea General la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible –ODS–. Agenda ambiciosa para lograr un mundo más igualitario y “no dejar a nadie atrás”, si era difícil antes de la pandemia, ahora es aún más lejana de alcanzar. 

Frente a esto vemos que los países no logran acuerdos para hacer los cambios necesarios que desde la sociedad civil estamos reclamando. La ventana de oportunidad que dio el covid al evidenciar las desigualdades, que antes se ocultaban, no se alinearon con una actitud de cambio, imprescindible para eliminarlas o por lo menos disminuirlas. Vemos que los países o regiones siguen priorizando los intereses individuales o grupales, ignorando o tratando de ignorar la polarización entre países ricos y pobres que alcanzó niveles muy altos. 

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Un ejemplo es la producción y comercialización de vacunas. Mientras en los documentos reconocen el acceso igualitario a las mismas, incluso los países del G20 crearon un fondo de ayuda al sistema solidario de la OMS, la realidad es que los países ricos retienen y acaparan las vacunas producidas descuidando la atención a la necesidad mundial. Además, limitan la revisión del sistema de patentes en el organismo internacional regulador del comercio internacional, que sostiene el privilegio de quienes poseen la capacidad económica de inventar y no reconocen ni dispensan por motivos de salud pública, la eximición de las patentes que impide la producción en países periféricos. El acceso a la salud según el ODS 3 de la Agenda 2030 es negado en la realidad. Menos aún revisan el sistema de atención de la salud que en la mayoría de los países impide el acceso igualitario, incluso promoviendo la privatización de la atención.

El Foro Regional para la Agenda 2030 organizado por Cepal y el gobierno de Costa Rica que concluyó el jueves, mostró la crisis social, económica, política y sanitaria que viven los países, y si bien hubo acuerdos para una acción conjunta, muchos “contaron” una realidad inexistente. Algo absurdo ya que las noticias dicen otra cosa, como negar la mortalidad y la crisis que padecen muchos de los países de la región. Seguir negando la realidad es algo que no permite superarla y deja a los pueblos inermes. ¡Por eso decimos basta! 

Pero ese basta que dijimos desde el Mecanismo de Participación de la Sociedad Civil, que integramos más de cuatrocientas ONG, fue aportando propuestas. Propuestas que implican cambios en el modelo productivo, como la limitación del extractivismo que atenta contra la preservación de los recursos naturales y favorece la expulsión de los pueblos originarios de sus territorios promoviendo la persecución y criminalización de quienes defienden ese derecho. El respeto por los derechos humanos es algo que vemos se está afectando e incluso los gobiernos evitan hablar de ellos, como si fueran ajenos al desarrollo. 

La vigencia de los derechos humanos se expresa en cada medida de política pública. Esto no es algo retórico: es real. Se viola el derecho a la salud cuando se niega el acceso a algunos colectivos. Se niega el derecho al trabajo decente cuando no se generan trabajos y se niega la protección social a quienes son cuentapropistas. Y siguen los ejemplos. Ahora les toca a los gobiernos abrir canales de diálogo con la sociedad civil sin impedir o cuestionar quiénes deben participar.