COLUMNISTAS
PECADOS Y PECADORES

Las reservas

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¡Qué alivio, señora, oír de su boca que “pecadores no son los que creen, sino los que mienten”! Me alegra saber que no tendré condena divina, ni amenazas terrenales, por creer que los 80 millones de su reserva para cuando sea viejita son un premio por servir a intereses privados. ¿De qué otro modo un matrimonio de empleados públicos hubiera podido acumular semejante fortuna en tan poco tiempo?

En cuanto al pecado de mentir, le iba a contar todos los que usted ha cometido, pero debo confesarle que son tantos desde los 90, cuando mentían para Menem, hasta ahora, que, la verdad, no me dan el espacio ni las ganas. Estoy, como el Banco Central, con las reservas de ánimo por el piso. Todo lo que me queda líquido son los huevos, al plato y a punto de secarse.

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Tuve paciencia. Cantidad. Por las dudas, invertí un poco en solidaridad, en optimismo, en ilusión y en todo eso que había de sobra hace treinta años. Aposté a los que decían que no iban a defraudar ni a resignar sus convicciones, a la gente, al país y a sus recursos naturales. Al tiempo, noté que se iban agotando, pero tiraba con los ahorros. Entre los vecinos del barrio nos intercambiábamos “commodities”, como llaman los que saben a las materias primas. Un vecino daba amistad y otro devolvía lealtad. La doña ponía un plato más en la mesa y el gordo abría otro vino. Podías entrar sin golpear, abrir la puerta de calle, la de la heladera, y te invitaban a quedarte a dormir

Hoy, señora –no se sí se enteró porque usted nunca habla de eso– te enfocan con una cámara, tenés que esperar a que bajen a abrirte, que encuentren la llave de la primera puerta, y de la siguiente, y que recuerden después el código de la alarma para que no salte y chille como Silvia Suller. Eso, en los barrios de antes, en los countries, a las visitas te las paran en la guardia, les piden documentos y les sacan más fotos que para tramitar el pasaporte. Después, las hacen acompañar por agentes armados hasta los dientes. En las villas, las cárceles de los pobres, si no laburás para los narcos te tenés que cuidar solo. Es extraña la relación entre algunos vecinos de esos barrios, los divide el alambre o un muro, pero tienen un “mercado común”, unos ensucian guita y otros la lavan.

Por suerte “explotó el verano”, señora, y usted se acordó, después de diez años de abandono, de tirarles unos mangos de los jubilados a los “ni-ni”. ¡Qué buena es usted, señora, cómo reparte el dinero ajeno! Hay para los ladrones del fútbol, para los mercenarios que trabajan en los medios, para todos. Menos, y bien que hace, para Máximo, que es un “ni-ni-ni” mimado. Ni trabaja, ni estudia, ni le importa.

En los “términos del intercambio”, la mayoría perdimos mucho estos veinte años. Nos dieron como en bolsa. Confiamos en la cotización de valores tales como la palabra y el honor, cancelamos nuestras deudas, las facturas de la luz, los impuestos, aceptamos a cambio promesas de devolución en servicios, en seguridad, en transporte, y seguimos colgados de los trenes. No doy más, señora. Las últimas monedas de esperanza las invertí en fernet por consejo de mis hijos y sus amigos. Me dijeron que eso puede andar, que todos los pibes ahora se toman un fernet, se relajan y se conectan con otro mundo posible.

Dudo. Nos mintieron tanto. Menem, Vicco, Manzano, los Spadone, los Kirchner –¡cómo olvidar a la hermana Alicia, funcionaria de la dictadura!–; pienso en Boudou, en Báez, en De Vido, en los Moyano, los Gerardo Martínez, los Cavalieri, en los sindicalistas que se hicieron multimillonarios en los últimos veinte años; en los Recalde, padre e hijo, que se suceden a sí mismos cobrando fortunas del Estado; en los Kunkel, los Diana Conti, los Aníbal Fernández, y dudo, dudo mucho de que el fernet y sus sueños contribuyan a limpiar el futuro como para que en unos cuantos años las acciones de este país coticen mejor y repartan beneficios para todos.

Dudo, pero no les digo nada porque si en algo creo todavía, es en ellos. Y como usted dice, señora, no es pecado creer.

Pecado es mentir.
 

*Periodista.