El programa de Herbin Hoyos cuando fue transmitido desde Buenos Aires (en la foto, con Fontevecchia) y el periodista con Betancourt. |
Ingid Betancourt dijo: “Esto (su rescate con vida) también es un triunfo de la prensa. Gracias, Radio Caracol, a Herbin Hoyos Medina por su programa Las voces del secuestro (mirando a Herbin), gracias, hermano, para siempre”, y lo abrazó durante un largo minuto. Nunca antes Betancourt había visto al conductor de Las voces del secuestro, pero su voz la acompañó durante sus 6 años en la selva: única señal del más acá, del mundo de los enteramente vivos.
El diario El Mundo, de España, lo llamó “el novio de las secuestradas”, porque Clara Rojas, la ex compañera de Ingrid Betancourt, tanto en la fórmula de su candidatura presidencial de 2002 como luego de su cautiverio en la selva, dijo al ser liberada: “La cita con el programa (Las voces del secuestro) era como la cita de una mujer enamorada”.
Desde hace 14 años, Las voces de secuestro lleva consuelo a las 16 mil personas que fueron secuestradas por la guerrilla colombiana; quedan actualmente 2.700 rehenes de las FARC, 800 en poder del ELN y 700 (que se suponen fueron todos asesinados) en manos de las AUC.
Su medicina es tan simple como efectiva: familiares de los secuestrados les envían mensajes a los raptados, como por ejemplo: “Amor, ya son 8 años de tu secuestro. Nuestro hijo está yendo al colegio, ha sacado las mejores notas, se parece tanto a ti que puedo confundir las fotos de los dos cuando tú tenías su edad. Por él y por mí, tienes que volver. Te ama, la que siempre te esperará. Tu esposa, Paty”.
En Argentina. Me tocó participar de Las voces del secuestro hace dos meses, cuando Herbin Hoyos Medina lo transmitió desde Buenos Aires, donde había venido a recibir el Premio Perfil a la Libertad de Prensa (él ganó en el rubro Internacional y Julio Rajnieri, el director del diario Río Negro, en el rubro Nacional). Por la diferencia horaria con Colombia, fue una madrugada de sábado para domingo, hacia las 4 de la mañana. Yo estaba agotado después del cierre, pero el contacto con la realidad que venía desde Colombia por los auriculares me despabiló de golpe. Herbin –práctica que repite con todos sus invitados– me hizo hacer lo que él hace: presentar a los familiares de los secuestrados que iban a enviar su mensaje, y dialogar con ellos. Fue una noche muy particular, que me hizo remover recuerdos, pero prefiero apelar a las palabras con las que el propio Herbin –que también estuvo secuestrado– explicó la situación:
“Describir cómo viven los secuestrados no es ni siquiera imaginable; menos aún es descriptible la tragedia de más de 16 mil personas secuestradas que han pasado por los frentes guerrilleros. Cada historia es única. Cada dolor no tiene comparación. Cada tragedia no tiene igual. Cada familia se siente sola en su duelo. Indefenso como una paloma, perdido en la selva, amarrado a un árbol con cadenas de hierro y candado, encerrado en una celda con alambres de púas, metido entre un hueco en la tierra tapado con tablas donde escasamente se filtra la luz del sol o tendido en el suelo frío, cubierto con un plástico, protegiéndose de la lluvia, y de fe, sintiéndose abandonado hasta por Dios, en un conflicto que desgarra no sólo almas sino vidas enteras, marcadas para siempre”.
“Estar secuestrado es ir muriendo lentamente. Cada segundo, cada minuto, cada hora se hace eterna. Si se desvanecen las fuerzas, morir es un descanso. La voz de un ser amado que se filtra por entre la espesura de la selva a través de un pequeño radio, se vuelve salvación. Es la única forma de aferrarse de nuevo al deseo de vivir. Es el único compromiso con el hilo de la vida que le queda. Su mente vuelve a visualizarse libre. El secuestrado se transporta mentalmente a la libertad, se vuelve omnipresente frente a los que esperan, y parece que las mentes se conectasen entre sí. Depende de muchos factores salir con vida de un secuestro. La fortaleza de las voces que escuchan los secuestrados diciéndoles que los esperan de regreso les recarga el alma.”
Periodismo de trinchera. Herbin cuenta que nadie en Colombia quería hablar de los secuestrados, por temor a represalias. Los temores eran fundados: su familia se tuvo que ir a vivir al exterior y, desoyendo al gobierno de Colombia –que le recomendó que transmitiera su programa desde fuera del país–, Herbin vive su vida en una oficina, una casa y un auto blindados; jamás sale sin custodia, y tiene el muy triste privilegio de ser el periodista más amenazado de Colombia (y quizá también del mundo).
* * *
Cuando aquella madrugada de sábado para domingo dejé el estudio donde –desde Buenos Aires– se emitía Las voces del secuestro, afuera había una muchedumbre que salía de bailar en una disco vecina. Adentro habían quedado Colombia y los familiares de los secuestrados con los que había estado unido durante unas horas.
No pude dejar de pensar en lo incomparables que son los riesgos que se corren por hacer periodismo independiente en la Argentina.