¿Atrasa la literatura? ¿Llega siempre tarde? O, mejor dicho. ¿es la lectura un destiempo? ¿Una eterna demora? ¡Basta de ser pretencioso! No, no es la literatura ni mucho menos la lectura, no abusemos de esas palabras nobles. Es mucho más sencillo, soy yo simplemente. Yo que soy un desastre, que pierdo el tiempo no sé cómo, no sé dónde, no sé cuándo. Y entonces tardo un año en leer un par de libros que me traje de San Pablo hace un año (¡encima de todo, redundante!). Podría decirse que un año en la historia de la lectura es como una gota de agua en el océano Pacífico (¡y además ahora pretende ser poético!), un año no es nada; creo que un tango decía algo así, pero no me acuerdo qué cifra daba, si un año, diez, veinte… no me gusta el tango, me resulta recalcitrante, machista, feo... En fin, esto no viene al caso ahora; volvamos al tema, si es que lo hay. Porque sí lo hay. Hoy nos dedicamos a discurrir a partir de algunos libros de Mauricio Salles Vasconcelos, poeta y ensayista brasileño, profesor de Literatura en la Universidad de San Pablo, profundo lector de buena parte del mejor ensayo libertario contemporáneo, como Avital Ronell. ¿Por qué tardé tanto en leer sus libros? No lo sé. Sé, al contrario, que en las últimas semanas leí varios libros suyos, uno tras otro, con inmenso placer. Empecé con Rimbaud da América e outras iluminaçoes, que se puede leer como un ensayo sobre las conexiones inesperadas entre escritores y textos de una constelación que, detrás de Rimbaud, incluye a Burroughs y Kathy Acker, pero también una estela de un “Rimbaud pop”, que incorpora a Jim Morrison y Patti Smith. Comparable por su erudición, su libertad y su juego lúdico a, entre nosotros, Contagiosa paranoia, de Rafael Cippolini, me recuerda también a Cippo en su noción de “ficciones alteradas”, es decir, al modo contemporáneo en que la ficción se redistribuye en nuevos espacios y frente a nuevos límites. Y además, como suele suceder en la lectura, se filtra el azar (o la necesidad, vaya uno a saber). Ocurre que en ese mismo viaje, en Sebo do Messias, conseguí, por un monto no menor, algunos números de Navilouca de principios de los 70, revista clave del Tropicalismo, que, tampoco sé por qué, sí leí inmediatamente, esa noche en el hotel y al día siguiente en el avión de vuelta (hace un tiempo se las presté a mi amigo C.L. Pues, aprovecho de paso esta ocasión para pedirle a C.L que me las vaya devolviendo). Cuestión que Salles Vasconcelos le dedica unas páginas muy agudas a Navilouca, llenas de informaciones que yo no conocía y de análisis bien argumentados que me ayudaron a comprender mejor ese período extraordinario de la cultura brasileña.
Como suele sucederme, me queda poco espacio (no estoy gordo: es que la ropa se me encoge y las páginas del diario me quedan chicas). Si tuviera unas líneas más me detendría en Stereo, pequeño libro de prosas breves de Salles Vasconcelos, algo rockeras pero también kafkianas (de nuevo el cruce entre inesperados) publicado en 2002 en la editorial Ciência do Acidente, en un catálogo lleno de nombres interesantes como Joca Reiners Terron o Sérgio Fantini. Estructurado bajo la influencia de una serie de películas y de vinilos, incluye, entre otros, dos textos perfectos, llamados Isolamento y Ozu, en el que leemos una hermosa definición de su cine: “Todo cabía en ese cuarto minúsculo”.