En una de las páginas de los Diarios de Witold Gombrowicz el polaco se equivoca soberanamente. Básicamente diferencia la descripción técnica de la literatura, adjudicándole la primera a las narraciones de los alpinistas, que en Europa abundaban y siguen abundando. Decía que cuando un alpinista narra, por ejemplo, cómo quedó colgando sobre el vacío sostenido solamente por dos o tres dedos, lo que hace es una descripción técnica de cómo logra rehabilitarse, pero nunca cuenta qué sintió en ese momento, es decir no hace literatura. Tal vez cuando Gombrowicz escribió aquello –entre 1953 y 1969– fuera cierto –seguramente era cierto–, pero la literatura es eterna y hoy, a la luz de los libros escritos por Reinhold Messner, la frase exuda puerilidad, error y hasta cierta humedad. En realidad, lo que acabo de afirmar también exuda puerilidad, error y cierta humedad, porque acabo de escuchar el relato del descenso en esquí por las laderas del K2 que hizo el polaco Andrzej Bargiel, nombre que de ahora en más tendremos que recordar a la hora de refutar a Gombrowicz.
Bargiel tiene 30 años y esto hizo el 22 de julio pasado: se calzó los esquíes en la cima del K2, la segunda montaña más alta del mundo, a 8.611 metros de altura, y le dio duro hasta el campo base, a 5.000 metros. Nadie lo había hecho antes. Subir le tomó algunos días, pero para bajar le bastó apenas una hora: llegó al campo base justo para la cena. Bargiel tiene 30 años y es uno de los mejores practicantes del esquí alpino. Cuando el esquí se hace en montañas que superan los 8.000 metros, como las que se encuentran en el Himalaya, se habla de esquí extremo o de esquí de altura.
Pero lo que hizo Bargiel es notable porque, día a día, fue contando en Storytel, una plataforma online que ofrece un servicio similar al de Netflix, pero para audiolibros, lo que iba viviendo. Mientras subía y después de haber bajado, Bargiel contó en vivo y en directo no solo lo que le pasaba, sino lo que pensaba –y, naturalmente, lo que sentía. El resultado es ATAK2 - Asalto al K2, una serie de audios originales que dura tres horas, dividida en cinco episodios.
ATAK2 comienza con una derrota. Cuenta que Bargiel intentó llegar a la cima del K2 en el verano europeo de 2017, pero tuvo que renunciar por problemas físicos de un compañero de la expedición y por el alto riesgo que había de avalanchas.
ATAK2 es extraordinario por muchas razones. Bargiel llega a la cima del K2 poco antes de que termine el cuarto episodio, y el descenso (en este caso Fogwill no tenía razón: de las montañas se desciende, no se baja) ocupa menos de la mitad del último. Antes está todo lo demás: los entrenamientos, la planificación, los permisos, el equipo, los cálculos, los materiales y el aclimatamiento, fundamental para superar los 8.000 metros, “la zona de la muerte”, en la que todo se vuelve increíblemente complicado y mortal.
Andrzej no subió solo: lo acompañó su hermano menor, Bartek, que se ocupa de la filmación con drones, con los que desde lo alto ayuda a Andrzej a establecer la línea de descenso. El relato de Bargiel es fascinante por varias razones: una de ellas es que es improvisado y en la cima está escandido por su respiración entrecortada, exhausta. Es sabido que a 8.000 metros de altura se respira con mucha dificultad y el alpinista debe, entre otros peligros, luchar contra el cansancio, un cansancio brutal, total, que nubla la mente e imposibilita el habla. El de Bargiel es un caso superlativo de narrativa oral que espero que pronto tenga sus imitadores.