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Desde que en 2014 se habían cumplido cien años de su nacimiento, nunca se había googleado tanto en la Argentina el nombre del poeta Octavio Paz como ocurrió en la tarde del miércoles pasado. A eso de las 15, mientras Hugo Moyano hilvanaba como podía uno de sus peores discursos, empezó a registrarse un pico de gente escribiendo en el buscador la frase “toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria” que le había sugerido el líder canillita Omar Plaini. Fue una impensada huella literaria del líder camionero que, a sus 72 años, armó la mayor protesta callejera que hasta ahora se le puso enfrente a Cambiemos, gracias a una confluencia de razones que, también en términos literarios, hacen totalmente verosímil una protesta aunque uno pueda dudar mucho de la construcción de los personajes que la protagonizaron.

Pero no sólo Moyano jugó al escritor. Esta semana hubo un conmovedor esfuerzo narrativo del equipo económico, en especial del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, por salir a militar desde el relato los datos positivos de las planillas que monitorean en el Gobierno sobre la actividad económica y que se perciben con tantos matices en el día a día de la población. Aun en entrevistas jugando de local, los diálogos empezaban con una pregunta del estilo: “¿Por qué la economía no funciona, ministro?”. Y ahí arrancaba la oratoria de Dujovne a intentar construir su mensaje de que sí, de que está caminando, de que hay inversiones, de que todo está mejorando de a poco y lo seguirá haciendo, cuando muchos sectores recién se asoman a recuperar su nivel productivo de 2015 y hay varias alertas encendidas por el déficit comercial y la deuda.

Es de manual, pero los relatos de unos y otros son como novelas de no ficción, con datos reales y bastante de imaginación. En el palco de la protesta, una especie de The Walking Dead medieval, sin mujeres oradoras y con referencias casi iraníes al Papa, denunció el ajuste del sector público, habló de recesión y de la resistencia a una crisis social. En el raid por Radio Mitre, Radio Nacional y Radio Berlín, el economista usó todo el didactismo que tenía cuando era columnista de Odisea Argentina para defender a capa y espada el optimismo oficial.

Argumento. Según datos del Indec, el poder adquisitivo del salario se derrumbó 6% en 2016, recuperó 1,7% el año pasado y en este tramo del año sufre el famoso salarios viejos con precios nuevos, con un final abierto preocupante: el Gobierno quiere paritarias con techo y tarifas públicas homeless. Ya subió la nafta, el tren y el colectivo, también la luz, en abril ajustan el gas y el subte, y en mayo el agua, todo regado con el arranque de las clases con matrículas y útiles para arriba, retoques en las expensas y la cartita con el incremento de la prepaga que ya llegó. Hay que ir a la armonizadora de Macri y comer puré de Rivotril para no compartir alguno de los gritos o los carteles del miércoles.

Pero nada es tan simple y al mismo tiempo las ventas de autos chicos y motos baten récords y la entrega de créditos hipotecarios, tras el freno por el salto del dólar, se mantienen entonadas. Todo constituye una pintura de una clase media que ajustó presupuestos y cambió hábitos pero no vive una crisis, como se vio también en el récord de turistas que se movilizaron este verano.
En el empleo también hay grises. El total de empleados del sector privado, a octubre del año pasado, según el Ministerio de Trabajo, está 7 mil puestos por abajo de 2015, con mucha disparidad sectorial: la producción de manufacturas aún destruye empleos pero la construcción ya pasó el pico previo a Cambiemos. La calidad de la generación inquieta: el trabajo asalariado crece a un ritmo del 1,9% interanual, mientras el monotributo salta al 4,9% y el monotributo social, al 14%.

El capítulo final que va a definir a qué género puede asimilarse este relato es el de la inflación. La conducción económica asegura que se trata de un desenlace obvio, que estamos viviendo el trimestre de la angustia y el suspenso pero que, a medida que avance la historia en este 2018, habrá un segundo semestre donde todos fueron felices y comieron perdices. El final alternativo mejor no contarlo. Tampoco sería una historia tan desconocida.