Ser creíble en un país increíble es una construcción tan trabajosa como desafiante y plena. En especial cuando los medios y muchos periodistas no sólo están atravesados por sus intereses económicos, sino también políticos. Y eso detonó una crisis de credibilidad.
PERFIL hace periodismo crítico, por si hiciera falta aclararlo después de 10 años. Es redundante, además: si no tuviera una mirada crítica se podrá llamar de cualquier manera, pero no será periodismo. Mirar críticamente no es ser todo negativo, sino un disparador para intentar entender qué pasa. Sin cegueras ni falsos infantilismos. Ni Clarín, ni Tiempo Argentino.
De ese espíritu crítico no se salva nadie. Por eso tuvimos, tenemos y tendremos tantos cortocircuitos con gobiernos y oposiciones, con empresarios y sindicalistas, y con colegas, claro. Porque no pueden encasillarnos ni logran tomarnos el punto: “¿Para quién juegan éstos?”.
Nuestra audiencia no se salva de la observación crítica, porque si no, haríamos demagogia, lo que no justificamos en los demás. Y tampoco nos salvamos nosotros: somos el único diario que consolidó la figura del Defensor del Lector, con señalamientos implacables hacia nuestra redacción y columnistas, que nos obligan a ser mejores y más rigurosos de lo que somos.
La credibilidad también se edifica con pluralismo y libertad. Un medio plural y libre es aquel que da lugar a posturas tan diversas como disonantes entre sí. Por estas páginas hacen su aporte kirchneristas y antikirchneristas, macristas y antimacristas, radicales, progresistas, trotskistas y todos los istas que puedan contribuir a abrir nuestra mente para contrarrestar tanto mensaje obvio y unidireccional.
Esa diversidad de opiniones se extiende al plano interno. No pensamos todos igual los que escribimos acá y lo expresamos. Me da gracia, por no decir pena, cuando alguien señala a Fontevecchia como un titiritero que maneja todo y a todos en este diario, en especial cuando proviene de colegas que supuestamente saben de nuestro oficio (como hizo esta semana una periodista integrante de Fopea).
Al contrario de cualquier otro medio de comunicación del país (planteo el desafío para quien pretenda recoger el guante de la desmentida), no hay temas ni personajes tabú para PERFIL. No nos planteamos a quién afecta o beneficia, sólo si está chequeado. Podemos cometer errores, claro, y de hecho lo hacemos. Pero tratamos de corregirlos y perfeccionarnos.
Acaso la edición del domingo pasado sea un botón de muestra de todas estas características. Ya desde la tapa planteamos el avance de una investigación que afecta a Julio De Vido (que generó una dura descalificación ministerial vía la agencia oficialista Télam, reproducida por los medios K).
Pero también señalamos en ese espacio simbólico de portada la revelación de nuevos negocios de Fernando Niembro con el gobierno porteño (lo que fue ensalzado por la agencia oficialista Télam y reproducido por los medios K). Y hurgamos en la denuncia por enriquecimiento ilícito contra Daniel Scioli (lo que no fue levantado por nadie, curiosamente).
En esa misma edición, y a propósito de la difusión de la foto del cuerpo sin vida del pequeño Aylan, planteé mi disidencia contra la publicación de ese tipo de imágenes, lo que contradice la postura de muchos en el diario y en esta editorial.
A 45 días de las elecciones presidenciales, el universo de los medios se reacomodará a los nuevos tiempos. PERFIL seguirá siendo el mismo, para construir más credibilidad. Ojalá que sea en un país menos increíble.