En un año tan atípico y con múltiples avatares como el que se está acabando, la llegada de la Navidad, seamos o no creyentes, siempre genera esperanzas que se simbolizan en “poner los zapatitos” esperando que alguien ponga algo allí que nos reconforte. En un país con un alto índice de pobreza, especialmente en la niñez, las mujeres y personas del colectivo LGBTQI+, necesitamos esperanza, pero basada en realidades. Y esto es lo difícil de conseguir, pero no imposible.
En este sentido, debemos reconocer que la realización del Primer Encuentro Federal del Plan de los 1.000 días, que se informó el domingo en 50/50, es una buena noticia con asidero real y que puede beneficiar a muchas mujeres jóvenes y personas gestantes durante no solo el embarazo, parto y puerperio de quienes decidan continuar gestaciones, sino después durante los primeros mil días posteriores al nacimiento.
La propuesta presentada en forma conjunta por las ministras de Salud y de Mujeres, Géneros y Diversidad junto al Presidente en respuesta a la ley de los 1.000 días aprobada el 30 de diciembre del 2020 junto a la ley de IVE, es un plan concreto con políticas de ingresos, salud e identidad. Se espera llegar a cubrir 600 mil personas gestantes y a 1.800.000 niñas y niños en todo el país. Llamó la atención en este lanzamiento la ausencia o no jerarquizada presencia de la Secretaria de Niñas, Niños, Adolescentes y Familia (SENNAF) del Ministerio de Desarrollo Social.
Pero mientras esto pasa no podemos descuidar ni olvidar ni abandonar a los miles de niñes en todo el país que ya nacieron y están viviendo en condiciones de pobreza y de carencias graves. Solo recordar a los de Salta en zonas donde faltan el agua y los alimentos, donde aún la desnutrición mata a infantes todos los días, donde no llega el Estado local, provincial ni nacional. Un drama que conocemos desde hace años, pero que no se soluciona.
Y no son los únicos, tenemos en todas las provincias del Noroeste y Noreste del país ese drama y en el resto, empezando por el área metropolitana de Buenos Aires: la Ciudad y el Conurbano, donde el problema en términos de cantidad de afectados es muy grande.
¿Qué hacemos por esa niñez? ¿Que políticas se aplican ahí? Hay muchos planes y subsidios, pero ¿por qué no alcanza?, nuevamente falta la integración de intervenciones intersectoriales, ya que este no es un tema aislado para resolver desde Salud, o Educación o Desarrollo Social en forma aislada.
Se requieren acciones de prestadores de distinta dependencia administrativa, esto complejiza la respuesta porque no siempre estos tres niveles que conviven en una misma área se articulan entre sí. Y son las personas beneficiarias las que quedan atrapadas en esa falta de articulación.
Estos son cambios que la SENNAF debe plantear con urgencia, porque este grupo de población no tiene una voz propia muchas veces y suele ser poco tenido en cuenta porque no vota ni se organiza en grupos de presión. Lo imperdonable es que gastamos mucho, pero con pobres resultados.
Por último, quiero destacar la nota el domingo de Diana Maffía, “La banca y el diseño ergonómico-político”, que señala muy clara y originalmente cómo los “sillones” de los ámbitos de poder no están pensados para mujeres y por eso no están preparados, analizando lo que esto implica. No es un tema de mobiliario, es ideológico. Aún no está pensado el mundo de las decisiones políticas para la presencia de mujeres.
Frente a esto qué respuesta dan los distintos feminismos en sus vertientes y cómo ella clasifica qué respuesta da cada uno. ¡Esto es mucho más que lograr la ley de paridad! Esperemos que Chile, con el gobierno de Gabriel Boric, sea un modelo en el cual podamos abrevar las feministas latinoamericanas.