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Lo peor de Moreno

Lo peor de Guillermo Moreno no es su costumbre de agredir a todos los que se le cruzan en el camino, desde empresarios y legisladores hasta los propios miembros del Ejecutivo a los que ha obligado a irse.

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Lo peor de Guillermo Moreno no es su costumbre de agredir a todos los que se le cruzan en el camino, desde empresarios y legisladores hasta los propios miembros del Ejecutivo a los que ha obligado a irse.
Lo peor de Guillermo Moreno no es tampoco que su intento de controlar los precios con técnicas prehistóricas haya fracasado estrepitosamente.
Lo peor de Moreno no es siquiera que haya intentado ocultar ese fracaso adulterando los índices de inflación y destruyendo el INDEC.
Lo peor de Moreno no es que su sistema insensato haya causado serios perjuicios a la economía, agravado el conflicto con el campo, favorecido a los grandes grupos económicos y hasta cruzado la frontera del delito.
Lo peor de Moreno no es que sus patotas hayan perseguido, intimidado y agredido a los trabajadores del INDEC ni que su ejército privado de matones sea una fuerza de choque incompatible con la democracia.
No, lo peor de Moreno es otra cosa. Es que se haya transformado en el eje de una lógica paradojal. Nadie duda de que es un funcionario extremadamente incompetente, que potencia sus desaciertos mediante ostensibles prácticas gansteriles. Es absolutamente previsible que un personaje semejante provoque la ira de la oposición, la burla de los medios y hasta rechazo en el propio partido del Gobierno, cuya gestión tanto perjudicó.
Pero uno de los axiomas del pensamiento kirchnerista dice que si alguien reclama la renuncia de uno de los suyos, sería una señal de debilidad separarlo del cargo, aun cuando el Gobierno se debilite cada día por la permanencia del sujeto cuestionado. De ahí una paradoja: cuanto peor sea un funcionario y cuanto más trasciendan sus desatinos, más probabilidades tiene de permanecer en su función.
Lo peor de Moreno es que toleramos esa lógica y hasta la tratamos como si fuera el colmo de la sensatez, hasta de un ejemplo para la acción política. Y así llegamos a otra paradoja. Para lograr que renuncie Moreno, se dice, no hay que mencionar su nombre. Pero por supuesto que si no se lo nombra, los Kirchner no encontrarán ninguna razón para echar a alguien tan honesto, laborioso y eficaz.
*Escritor.