Cuando la literatura se coloca demasiado cerca de los acontecimientos, corre el riesgo de reducirse a una función de mera reproducción: a constatar y a duplicar y no mucho más que eso. Si se separa, en cambio, si se aleja, puede llegar a hacerlo al precio de una renuncia, obligándose a la abstracción o a un repliegue en la prescindencia. No es fácil resolver este dilema sin tampoco ir a parar a la tibieza de una variante intermedia. Pero existe en cualquier caso una opción superadora, y un ejemplo notable en este sentido es Los Pichiciegos, de Fogwill. Esa novela se remite a un hecho: a la guerra de Malvinas en el invierno del ‘82. Fogwill la escribió mientras duraba todavía esa guerra; antes de la rendición, antes del desenlace. Es decir que se situó en la más completa inmediatez respecto de la realidad y de la historia, lo más cerca que se pueda imaginar, una escritura temporalmente pegada a todo lo que estaba pasando. Y a la vez, con singular destreza y en inusitada combinación, Los Pichiciegos consiguió ponerse bien a distancia: distancia ideológica (de la adhesión a la crítica), distancia de género (de la épica a la sátira), distancia de tono (de los ritos de las creencias a la corrosividad del escepticismo cínico).
Lo suficientemente próximo como para interpelar la realidad de los hechos y lo suficientemente aparte como para someter a esos hechos a un sentido tan inédito como revelador, Los Pichiciegos no se ocupa de la guerra sino para desactivar los mecanismos que la hicieron o podrían hacerla posible. Por eso resulta ser uno de los mejores exponentes de la potencia que puede llegar a asumir la ficción. Dando un paso atrás respecto de la pura empiria, pero al mismo tiempo cercándola y acechándola, se desvía de la simple verdad de lo existente para dar con otra clase de verdad, acaso más sustancial, acaso más decisiva. Una clase de verdad, la que únicamente la ficción descubre, que tal vez se incuba subrepticia por debajo de la otra, así como los pichiegos en sus túneles seguían por debajo la otra guerra con su guerra de comercio y de palabras.