Federico Sturzenegger fracasó: no pudo mantener el valor del peso, que se devaluó frente al dólar y frente a las mercaderías por efecto de la inflación. En los treinta meses de Cambiemos, los precios y el dólar aumentaron el 100% si se toma el dólar blue de Cristina: de 14 a 29 pesos. Pero 70% de esa devaluación frente al dólar se produjo en solo seis de los treinta meses, proceso disparado a partir de la conferencia de prensa de diciembre pasado donde Sturzenegger, Dujovne, Caputo y Peña anunciaron el cambio de metas de inflación. Seis meses después, Caputo fue promovido a presidente del Banco Central y Dujovne, de ministro de Hacienda a ministro de Hacienda y Finanzas, sin que la remoción de Sturzenegger haya tranquilizado al mercado cambiario, lo que demostraría que no solo se había devaluado la credibilidad del anterior presidente del Banco Central sino la de todo el Gobierno.
¿Por qué los fondos Templeton y Blackrock vendieron dólares a $24 para comprar bonos en pesos con 20% de interés?
Desde aquella conferencia de prensa de diciembre, a nadie le quedó más duda: era del Presidente y de sus “ojos y oídos” de la Jefatura de Gabinete la decisión de devaluar en diciembre, y más tarde vender dólares a 20 pesos, y por último ofrecer 5 mil millones de dólares a 25 pesos.
Cuánta sospecha que generan los fondos Templeton y Blackrock vendiendo dólares a 24 pesos para comprar bonos en pesos a 20% de tasa anual. Y que nadie comprara de los 5 mil millones de dólares que ofreció el Banco Central a 25 pesos durante una semana y, después del anuncio con el Fondo Monetario, todos quisieran comprar a 28 y ahora hasta los 29,70 del viernes, mientras la demanda no afloja.
Es que lo que verdaderamente más se devaluó es la palabra del Gobierno y del mayor representante de su discurso, el jefe de Gabinete Marcos Peña, quien tiene a su cargo la comunicación. En su presentación mensual en el Congreso, el miércoles pasado durante 34 minutos, expuso todas las mejoras económicas de Cambiemos. Aun basándose en datos ciertos, lucía como una gran mentira, un recorte solo de una parte de los hechos omitiendo lo que había empeorado, resultando así una falsificación de la realidad.
¿Miente cínica y doblemente este Gobierno, que se presentó como el más transparente? ¿Se miente porque negar la realidad es la única forma que tienen de soportar la angustia de sus responsabilidades? ¿Le mintieron sus allegados del mundo financiero para poder ganarse en seis meses 70% en dólares, inflándole primero un globo de sobrevaluación del peso para luego devaluar de golpe lo acumulado, sorprendiendo a todos menos a ellos mismos? Es paradójico que al gobierno más pro mercado de las últimas décadas sus aliados lo ejecutaran así.
Sea por una u otra motivación, la sociedad ya no le cree al Gobierno y, como la fábula del pastor y el lobo, ni siquiera las verdades que anuncie serán creíbles. Este es el gran problema de la política argentina actual: quienes van a comprar el dólar a casi 30 pesos volvieron a ser, aterrados, la mayoría de los pequeños ahorristas y no ya los especuladores, que hicieron su negocio y se fueron. Es la clase media la que perdió su fe en el futuro de la economía de Macri, y sin futuro no hay política.
Un gobierno o un partido político son la expresión de una representación de la realidad. Como siempre suceden varias cosas al mismo tiempo, gobierna quien logró seleccionar más convincentemente que su antagonista parte de los hechos, dándole un sentido. Ese sentido explica el pasado y promete un futuro con la misma dirección de una línea en el tiempo. La narrativa del Gobierno es la que se devaluó dejando desnudo al Presidente y a todo su gabinete. El problema no se solucionaba cambiando a Sturzenegger. Las Lebac no son la causa del problema sino su consecuencia. ¿De cuánto hubiera sido la inflación en 2016 sin retirar del circulante con Lebac el aumento de pesos que cubría el déficit fiscal, que aumentó en 2016 sobre 2015? Si, como dice Macri, la inflación de 2015 no era del 28% sino del 50%, porque había 20% de inflación adicional reprimida en las tarifas congeladas durante años, probablemente en 2016, en lugar del 40%, como fue, podría haber sido del doble.
Durante la última conferencia del G30 que se hizo en Argentina, en mayo, participaron los ex presidentes del Banco Central de Estados Unidos (Fed) Janet Yellen y Ben Bernanke, y dos ex ministros de Economía (secretarios del Tesoro), Timothy Gueithner y Larry Summers. Este último tuvo una reunión a solas con Marcos Peña, donde el principal economista de Clinton y Obama le advirtió a nuestro jefe de Gabinete las graves consecuencias que tenía que los actores económicos percibieran que el Banco Central no tenía autonomía cuando se aplicaba un sistema cambiario de libre flotación y sin limitaciones al flujo de capitales. Desde la perspectiva de Larry Summers, a quien había que despedir no era a Sturzenegger sino al gabinete económico del Poder Ejecutivo por lo que hizo en diciembre.
Los 3 mil millones de dólares que vendieron a 24 pesos Templeton y Blackrock gracias a la gestión de Caputo, ¿fueron una inversión para que Caputo pasara a presidir el Banco Central?
¿Por qué nadie compró de los 5 mil millones de dólares que el Banco Central ofertó a $25 y luego sí a $28 y $29?
Al ver los 34 minutos de la exposición de Marcos Peña en el Senado (ver aquí) se percibe que el Gobierno aún no comprendió que lo que se devaluó es su palabra. Tiene que cambiar su discurso y elaborar otra narrativa. El problema no es del jefe de Gabinete sino del Presidente, que repite cada vez que puede que ratifica el rumbo. Aun si fuera así, tendría que explicarlo de otro modo porque después de “lloverán dólares”, “el segundo semestre”, “los brotes verdes” y “lo peor ya pasó”, promesas del mismo tipo generan el efecto contrario: la gente comprará de a 10 dólares.