COLUMNISTAS
sonetos

Lope de Vega y yo

Como es martes se supone (supongo) que tengo que escribir el artículo para el sábado pero lo único que se me ocurre es que no se me ocurre nada. Y en este trance qué mejor que echar mano de los clásicos.

|

Como es martes se supone (supongo) que tengo que escribir el artículo para el sábado pero lo único que se me ocurre es que no se me ocurre nada. Y en este trance qué mejor que echar mano de los clásicos. En efecto: me acuerdo del señor Don Lope de Vega y Carpio a quien una tal Violante le pide que le escriba un soneto. ¡Bah, gran cosa, escribir un soneto en el siglo XVI! El pobre Don Lope se siente muy preocupado pero para decirlo ocupa tres versos y como un soneto son catorce, la esperanza comienza a anidar en su pecho. A mí, vea, me pasa lo mismo, porque si un artículo es una página, yo ya llevo una tercera parte. Ahora, si me imagino algunos temas puedo pensar, primero de todo en la señora K, que no se cansa de dar motivos para que una se ocupe de ella, segundo de todo en los jóvenes inmaduros que le sacan el auto a papá y en la ruta chocan y matan a tres chicos y dos adultos y se quedan de lo más campantes total son menores y ya llevo casi la mitad del artículo. “Yo pensé que no hallara consonante”, dice Don Lope, “y estoy en la mitad de otro cuarteto”. Y a mí estas reflexiones ya me llevan no digo que la mitad pero una buena parte de mi texto. También podría escribir, yo, no Don Lope, sobre la despenalización de la droga cuando se trata de pequeñas cantidades que lleva en el bolsillo el consumidor, cosa que me llena de satisfacción “y parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando”. Y si pienso en las tres criaturas embarazadas a quienes la cana sacó de un rancho infame en el que se las obligaba a prostituirse, “ya estoy en el segundo y aun sospecho” que hasta puede ser que termine este artículo a tiempo y que no me importune más la conciencia durante lo que resta de la semana. Pero claro que para que yo también vaya “los trece versos acabando” siempre me va a faltar algo (a Don Lope las Musas lo ayudaban más que a mí), a menos que me ocupe de las momias de chicos y chicas que se encontraron en Salta, aterradoramente conservadas como si estuvieran durmiendo un sueño apacible gracias al frío y al clima seco. Con lo cual, feliz y contenta podría decirle a usted “contad si son catorce y está hecho”.