Cristina huye hacia adelante. Por eso hace lo que hace. Es la confirmación de aquel silabeo de Rosario, cuando dijo: “Va-mos por todo”. Esto es lo nuevo. Hasta ahora, los errores del Gobierno eran “no forzados”. Pero el combate contra el salvajismo de los fondos buitre le abrió la puerta hacia una radicalización vacía e irresponsable. En ese lugar es donde la Presidenta se siente más cómoda. Ya logró todo lo que jamás soñó: primera mujer electa y reelecta presidenta para suceder a su esposo, también presidente. Es histórico. ¿Qué más puede pedir? Convertirse en mito.
Inventar una leyenda combativa que la coloque al lado de Eva Perón, una suerte de “Pasionaria de Tolosa”. Hoy la orden de Cristina es subir la apuesta en todos los planos. Culpar de todo al resto de la humanidad. Jugar fuerte, como le gustaba a Néstor. Siempre al borde del precipicio. La diputada Elisa Carrió lo definió a su manera, sin eufemismos: “Es una estrategia suicida de los buitres que gobiernan la Argentina”.
Esa decisión de profundizar las contradicciones es la que articulará los 500 días de gobierno que le quedan. Por eso, a estas alturas, al Gobierno le importa un rábano lo que diga y lo que haga el juez Thomas Griesa. Es un caso cerrado. Coqui y Kichi, los mejores alumnos de Cristina, fueron sus voceros: “En Estados Unidos no hay seguridad jurídica y Obama no le pone límites al juez”. Un verdadero canto a la irresponsabilidad.
Deberían avisarles a China y a Rusia, los flamantes aliados, para que saquen sus yuanes hasta el último jiao (centavo) y rublos hasta el kopeks más chico, de la Reserva Federal. Un consejo que Putin y Xi Jinping, sin dudas, van a saber apreciar. De paso, que le explique también cómo es que el trotskismo es el mejor amigo del capitalismo.
Suena hasta patético que la soberbia de Capitanich le permita intentar enseñarle al mismísimo Barack Obama cuál es el artículo de la Constitución que debe aplicar, tal como George Bush lo hizo con el Congo. El presidente de los Estados Unidos no pudo prestar demasiada atención a la clase del profesor Capitanich. Estaba ocupado bombardeando a los yihadistas que combaten en Irak.
El gobierno se autoelogia diciendo que salió a la cancha. Y apenas anunció débiles aspirinas para atacar el cáncer de la desocupación y las suspensiones de trabajadores, que crece igual que el hundimiento de la actividad inmobiliaria. No atinan a otra cosa que recetar remedios que son peores que la enfermedad. El único momento de luminoso respiro fue el reencuentro de Estela de Carlotto con su nieto Guido. La lucha pacífica, corajuda, inclaudicable de las Abuelas cosechó una siembra democrática, republicana y de reivindicación de los derechos humanos.
Esa lógica de Cristina, de replegarse hacia la tropa más fanática y resistir desde allí, se puede aplicar a cualquiera de los temas que hoy están en debate. Cristina empujó al flamante biprocesado e inminente multiprocesado, Amado Boudou, al abismo del Senado de la Nación para que le llenaran la cara de dedos. El, con su rostro más pétreo, puso la otra mejilla porque sabe que es la manera que tiene la Presidenta de comunicarles a todos que hay que bancar a Amado “cueste lo que cueste”. Ella sabe que los expedientes de Tribunales le pican cerca y por eso Boudou es el último dique de contención hasta que vayan por ella. Esa es su mirada conspirativa. Los más cristinistas salieron a poner las manos en el fuego por Boudou. Capitanich y los senadores Pablo González y José Mayans acusaron a los opositores de ser cobardes, gerentes de las corporaciones mediáticas y de fugarse de los problemas en helicóptero, como hizo Fernando de la Rúa. Crueles, a los muchachos no les interesa tender un solo puente con nadie. Este también es un caso cerrado: “La sangre derramada de Boudou no será negociada”. Si Obama es un enemigo, cualquiera se puede imaginar que Gerardo Morales entra en ese paquete en un instante. Un observador imparcial podría decir que si Ernesto Sanz, Rubén Giustiniani y otros deben responder por el fracaso de De la Rúa, varios kirchneristas, incluidos el jefe de bloque Pichetto y el matrimonio presidencial de Néstor y Cristina, deberían hacerse cargo de Carlos Menem para no exagerar y llegar hasta López Rega. Es un despropósito en cualquiera de los casos.
El senador Mayans, además, debería dar explicaciones del robo a mano armada que su gobernador feudal llamado Gildo Insfrán hizo de los dineros de Formosa, que tanta pobreza y marginalidad tiene. Nadie debería olvidar que The Old Fund se puso en funcionamiento con los más de 7 millones de pesos que le pagaron a Alejandro Vandenbroele por asesorar en la reestructuración de la deuda de la provincia. ¿Qué número de factura entregó Vandenbroele? La número 3, y las dos anteriores habían sido anuladas. ¿Qué experiencia y cuántos especialistas en el tema tenía la empresa? Ninguna trayectoria y cero empleado. ¿Tuvieron que devolver algo de esos 7 millones? Sí, más de 2 millones volvieron a manos de un funcionario amigo de Insfrán y el senador Mayans, que levanta el dedito para acusar a la oposición de cobarde. ¿Quién era el ministro de Economía que reestructuró la deuda de Insfrán? Amado Boudou, qué duda cabe, un verdadero recordman histórico en procesamientos judiciales ejerciendo el segundo lugar institucional en la Nación.
Esa es la costumbre de Cristina: ver la paja en el ojo ajeno. El militante tinellista Martín Insaurralde hace su polémico juego. Luis D’Elía lo define como “hueco, sin valores, target noventista, rémora del pasado con una vedetonga como compañera”, aunque luego superó todos los límites acusando a Jesica Cirio de “prostituta high class”. Dos preguntas sencillas: ¿a quién votó D’Elía en las últimas elecciones en Buenos Aires? Al hueco sin valores. ¿Quién designó a Insaurralde en ese lugar? ¿Algún cuerpo orgánico partidario? No, fue el sabio dedo de Cristina Fernández.
Dos chicanitas finales para el estribo: ¿cuándo se dieron cuenta de que Insaurralde era el diablo bailando por un sueño? ¿Qué esperan la Presidenta y los muchachos de los derechos humanos y los Inadis para hacer algo por esta violencia oral de género? Bataclana, vedetonga, prostituta. ¿Cristina no tiene nada para decir al respecto?