Alguna vez Maradona dijo de Macri que era como el cartonero Báez. Cómo olvidar de quién hablaba: fue el hombre que vio el momento en que Alicia Muñiz se le iba de las manos a Monzón en el balcón del chalet de Mar del Plata. Maradona lo trajo a cuento para endilgarle a Macri un celo excesivo en el cuidado del dinero, celo que juzgó más propio de los pobres menesterosos que de los millonarios cabales.
No importa que Maradona después se desdijera (sus combates verbales siguen el modelo de la guerrilla, no el de la guerra: no buscan fijar posiciones, sino cambiarlas todo el tiempo con rapidez y de manera imprevisible). Ya había dicho lo que dijo, y el epíteto echó raíces en la memoria social. Más de uno lo habrá recordado entonces al ver en la televisión cómo zamarreaban a los cartoneros anidados en Pampa y la vía. La metáfora encontró así su límite: un cartonero no hace eso con otros cartoneros. Ni siquiera para defender los espacios públicos, según se alegó acaso con cinismo.
Ahora nos enteramos de que Macri es otra vez el presidente de Boca Juniors. ¿Qué es lo que pasó? ¿El tiempo se revierte, los hechos retroceden, se impone el déjà vu? Los que creemos todavía en la historia como progreso somos por estos días los más desconcertados de todos. ¿La línea evolutiva no era acaso presidente-intendente-presidente, pero de la Nación? ¿Qué hace otra vez Mauricio en el despacho de Brandsen 805, al pie de un Quinquela, pinchando en el escudo las estrellitas que suman campeonatos?
Muy sencillo: los requisitos económicos que fijó en su momento en el estatuto del club son tan exigentes, que al parecer por el momento puede cumplirlos solamente él. A menos que elasticen un poco estas exigencias de respaldo monetario para quienes quieran dirigir la entidad, Macri tendrá que perpetuarse en el sillón de Alberto J. Armando, o habrá que salir a buscar candidatos tras las puertas blindadas de las mansiones de Barrio Parque.
Por lo pronto, se dice que Maradona va a apoyarlo. ¿Por qué? Porque Pedro Pompilio, su posible rival, viene de contratar a Carlos Ischia, que es amigo de Carlos Bianchi, que es amigo de Guillermo Cóppola, que es archienemigo de Maradona (parece que le tocó la plata de las nenas). Los analistas de la política se confunden. ¿Pero cómo? ¿Pompilio no es acaso el vicepresidente de Macri? ¿Ahora va a enfrentarlo? Parece que sí, y por qué no iba a hacerlo. También Duhalde fue vicepresidente de Menem, también Chacho Alvarez fue vicepresidente de De la Rúa. Macri se pone a prueba, también en esto, para su proyección a la política nacional.