Importantes periódicos de América Latina titularon el discurso en la OEA del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el 18 de noviembre pasado, como el anuncio del fin de la doctrina Monroe. En realidad, el discurso tenía otros mensajes explícitos e implícitos.
Para nadie es una novedad el ocaso de la famosa doctrina, que fue utilizada por Estados Unidos para justificar su intervencionismo “protector” del hemisferio ante las amenazas imperialistas de las potencias europeas. Pero expiró con la política del “buen vecino” en los años 30 y luego fue sepultada al fin de la Guerra Fría (1991), durante la cual EE.UU. todavía intervenía para contrarrestar el intervencionismo comunista-castrista.
Sin embargo, habría que recordárselo a los gobernantes latinoamericanos que aún viven, en el siglo XX, culpando a EE.UU. de sus fracasos y problemas, e insistiendo en que todavía interfiere en sus asuntos y domina la OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por ejemplo. Un anacronismo que responde a necesidades domésticas, dogmatismo ideológico o simple demagogia. El país del norte ya no ejerce tal dominación; ya no amenaza la democracia, la seguridad o la soberanía de los del hemisferio, como lo hizo en los tiempos más recalcitrantes de su intervencionismo, por razones reales o imaginarias de seguridad (si no, el chavismo no habría durado 15 años). De hecho, muchos critican lo que perciben como desinterés, abandono, negligencia o debilidad de la política hacia América Latina. Obviamente sigue activo con su espionaje (como lo hacen todos) y su política soberana (más flexible ahora) de no comerciar con Cuba. Pero el desafío para esos gobernantes dogmáticos y atrasados es reconocer esta nueva realidad y aggiornarse.
En lo sustantivo, Kerry destacó que hay importantes avances en el hemisferio, pero también serios desafíos. Valoró los adelantos de la democracia en América Latina, el crecimiento y la solidez de sus economías, y el progreso en la inclusión social y en la lucha contra la pobreza y el narcotráfico. Aunque no dejó de expresar su preocupación por la falta de democracia en Cuba o su erosión en Venezuela, o las fallas de su propia democracia; incluso aceptó las quejas por el espionaje realizado por su gobierno. Pero, además, identificó una serie de temas que conciernen a todos y que requieren atención colectiva, como el fortalecimiento de las instituciones democráticas, la educación para el desarrollo, el intercambio y la expansión comercial, la seguridad ciudadana, el narcotráfico, la energía renovable, el medio ambiente y el cambio climático. Todos temas “inter-mésticos” (en parte internacionales y en parte domésticos) que no pueden resolverse unilateralmente, por más poderoso que sea un país, y que requieren la cooperación interamericana para seguir construyendo un continente cada vez democrático, seguro, próspero y climáticamente sustentable.
Al respecto, Kerry preguntó –y desafió– a los países del hemisferio si están dispuestos a colaborar, como socios iguales, para enfrentar colectivamente los retos identificados. Con ello, EE.UU. propone trabajar juntos y notifica que no busca dictar o imponer soluciones, pero tampoco ignorará o abandonará a la región ni se dejará marginar de ella, como pretenden algunos gobiernos. Coincide así con la política anunciada por el presidente Obama de buscar relaciones “basadas en el respeto mutuo, los intereses comunes y los valores compartidos,” y con su preferencia por el multilateralismo en política exterior. El mismo secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, poco amigo de Estados Unidos pero un político realista, reconoció que “sería imposible sostener una conversación sensata sobre los temas más importantes del hemisferio sin que participe Estados Unidos. Si lo excluyéramos, cualquier conversación sería inútil e insustancial”.
Su alocución en la OEA no fue casual, pese a que como senador la criticó por sus excesivos mandatos sin financiamiento, su falta de visión estratégica y de prioridades, su escasa transparencia administrativa y presupuestaria y la indebida influencia de países del ALBA. Como canciller, sin embargo, se presenta en el organismo interamericano para desafiar a sus miembros a trabajar juntos en el manejo de los serios desafíos que confrontan al hemisferio, en un espíritu de multilateralismo. La OEA, después de todo, es el foro multilateral por excelencia para la cooperación hemisférica. Y aunque requiere revitalizarse, es todavía la única instancia intergubernamental donde todos los países del continente se encuentran para debatir, negociar y consensuar la cooperación interamericana.
*PhD. Profesor en la Universidad de Georgetown.