El año 2023 no parece que vaya a ser fácil para la región. A los problemas que acarrea de años anteriores, como la erosión democrática, el descontento con los partidos tradicionales, el aumento de la pobreza y la inestabilidad institucional, se suman momentos de incertidumbre generados por la invasión rusa en Ucrania, la posibilidad de una recesión de Estados Unidos y Europa y la recuperación de China después de la pandemia del covid.
Y en este sentido, la publicación World Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional es clara. El año 2023 será uno de los de menos crecimiento en el mundo y esto será especialmente perjudicial para los países en desarrollo. De hecho, algunas de las principales economías latinoamericanas, como Brasil, México, Chile y Colombia, verán, en promedio, una caída del PBI de casi un punto.
Sin embargo, los problemas no serán solamente de índole económica, aunque definitivamente repercutirán en otros factores como la política, la estabilidad social y el desenlace institucional de la región.
Desde hace siete años, y de manera consecutiva, la calidad de las democracias latinoamericanas está en declive. Sin ir más lejos y de acuerdo con The Economist, Uruguay es el único país sudamericano considerado una democracia plena y ese mismo informe denuncia con preocupación los peligros de un avance de regímenes autoritarios. Al analizar por qué los gobiernos latinoamericanos sufren este retroceso, la débil capacidad estatal para poder satisfacer demandas es una de las variables más importantes y esto genera un enorme descontento en una ciudadanía cada vez más exigente. Si analizamos cifras, hay un número contundente: En la región, entre 2018 y 2022 solamente el 24% de los partidos en el poder pudo lograr la reelección, dando cuenta de que las sociedades latinoamericanas buscan un cambio sustancial. Sin embargo, y a pesar del cambio ideológico que atravesaron gran parte de los países, la insatisfacción no cesa. Ninguno de los presidentes que asumieron durante 2021 y 2022 supera el 50% en el índice de aprobación, salvo el caso de Rodrigo Chaves de Costa Rica, quien, a pesar de mantenerse con una imagen positiva, ha sufrido una merma de 11 puntos en su popularidad en muy pocos meses.
Así, más que una ideología predominante, lo que parece prevalecer hoy en la región es la insatisfacción no solo con los oficialismos sino con la democracia como forma de representación. De acuerdo con la consultora Ipsos, casi el 79% de los latinoamericanos cree que los partidos políticos tradicionales no se preocupan por los ciudadanos de a pie. Ante la falta de organizaciones partidarias fuertes que sirvan como muro de contención, la llegada de outsiders puede ser cada vez más frecuente. Pero peor aún, ante este vacío de poder, nuevas formas de representación pueden ganar terreno político. El avance de organizaciones ilegales, pandillas vinculadas al narcotráfico u otro tipo de grupos ilegales se hace notar cada vez más, ya no solo en países extremos como Haití, sino incluso en aquellos con alta tradición democrática como Chile o Argentina.
A esta situación se suman problemas irresueltos en varias naciones. Chile, un país que en las últimas décadas evadió los conflictos sociales y mantuvo una ejemplar calidad democrática, hoy afronta una gestión empantanada debido a que no ha podido resolver la cuestión vinculada con la redacción de una nueva Constitución, algo que podría llegar a solucionarse recién a fines de este año con la conformación de un nuevo consejo constitucional. En Bolivia los bloqueos de rutas y autopistas mantuvieron sitiada a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra durante más de dos semanas. En Nicaragua, el régimen de Ortega fue tapa de todas las noticias por liberar a 222 presos políticos y enviarlos a Estados Unidos, una medida que bajo ningún punto de vista apacigua el autoritarismo que reina en el país ni elimina en la memoria colectiva las violaciones a los derechos civiles y políticos que la ciudadanía sufre hace años. Y en Ecuador las organizaciones indígenas siguen protestando contra el debilitado presidente Lasso, quien además de sufrir un importante revés electoral en los últimos días, solamente acumula un 15% de aprobación en la opinión pública y enfrenta un Poder Legislativo absolutamente en contra. En Perú la inestable presidenta Dina Boluarte subsiste en el poder mientras las movilizaciones se vuelven cada vez más violentas. Al día de hoy 69 personas murieron en enfrentamientos con la policía. Pero además, la jefa de Estado enfrenta los embates de un Congreso que se convirtió en protagonista de las negociaciones políticas ya que la mandataria necesita la aprobación legislativa para poder adelantar las elecciones, algo que todavía no lograron acordar. Pero llegado el caso de que eso suceda, el Poder Legislativo tendrá un importante rol como legitimador del nuevo proceso electoral y validar, o no, a quien sea electo nuevo presidente. Frente a esto cabe preguntarnos, ¿cuestionarán la legitimidad del próximo mandatario tal como hicieron con el expresidente Pedro Castillo? ¿Harán uso de la sobreutilizada figura de la moción de vacancia para remover a otro jefe de Estado?
Así, el caso peruano demuestra la relevancia que tienen y tendrán los Congresos latinoamericanos durante 2023 no solamente por su papel como legitimador de las elecciones y de los posibles nuevos mandatarios, sino también por los bloqueos legislativos que los presidentes puedan sufrir. En el caso brasileño, el recientemente asumido Lula Da Silva enfrentará una feroz oposición en ambas cámaras pero especialmente en el Senado, el órgano que históricamente ha servido como un equilibrio entre los poderes, en donde podemos encontrar a varios exministros de Jair Bolsonaro. Es claro que la ciudadanía brasileña votó a Lula nuevamente con la esperanza de que se lleven a cabo reformas estructurales que permitan, entre otras cosas, acceder a la movilidad social. Sin embargo, ¿logrará el presidente los acuerdos necesarios en el Poder Legislativo? ¿Cómo reaccionará la sociedad si el oficialismo no puede llevar a cabo su agenda social como sucedió en otros países latinoamericanos, como Chile o Colombia, en donde los presidentes todavía no pudieron aplicar sus respectivas plataformas de campaña?
Definitivamente, 2023 será un año desafiante. A las elecciones en Argentina, Paraguay, Guatemala se agregan las primarias de la oposición en Venezuela, de donde surgirá el candidato que enfrentará, probablemente, a Nicolás Maduro. Los latinoamericanos estaremos expectantes.
*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA).
Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA). Docente de América Latina en la Política Internacional.