COLUMNISTAS
EL GOBIERNO SE CIERRA EN SI MISMO Y PROPONE MEDIDAS ESCANDALOSAS

Los malos conocidos

Después de la histórica paliza que recibió por parte del campo y con el voto no positivo de Julio Cobos, este es el peor momento del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Y eso que recién está a punto de cumplir un año.

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Después de la histórica paliza que recibió por parte del campo y con el voto no positivo de Julio Cobos, este es el peor momento del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Y eso que recién está a punto de cumplir un año. La imagen positiva de la Presidenta no está por el piso del 20% como en aquellos días de furia, pero quedó en una meseta del 28% desde la que debe afrontar complejos desafíos. En estas horas, los Kirchner aparecen confundidos y tirando tiros hacia todos lados para salir de la parálisis ante la crisis económica, que es lo único que crece vigorosamente. Anuncian de apuro planes que van en el buen sentido productivo y de defensa del trabajador, pero que están atados con el alambre de un confeso mecanismo de ensayo-error. Lo dijo la propia Cristina en su discurso inhabitualmente desordenado. Claro que también responsabilizó por esto a la velocidad con que cambia la crisis y a los que la generaron desde Wall Street.
El paisaje cotidiano muestra estaciones de servicio cerradas, medidas de fuerza de bancarios, metalúrgicos, recolectores de basura, mecánicos y taxistas, y un nivel de intolerancia social que explota ante el menor estímulo en cortes de autopistas, cacerolazos, destrozos de la oficina de una empresa frente a los cortes de luz o violentas luchas sindicales con balazos y muertos. Una importante franja de la población se siente absolutamente desprotegida frente al rebrote de la inseguridad y así lo hace saber en encuestas y contestadores telefónicos de las radios. Desde la fríaa contabilidad de los números, los mensajes son inquietantes. La fuga de capitales, que se llevó 25 mil millones de dólares en 15 meses, habilitó a un aliado inteligente del Gobierno, Aldo Ferrer, a decir que “lo importante no es que venga el dinero que está afuera, sino que no se vaya el que está adentro”. Los índices de actividad, empleo y pobreza van todos cuesta abajo, pese a que tiene razón Cristina cuando dice que Argentina está mejor parada para afrontar los vientos huracanados que vienen del Norte. Pero la realidad indica que la producción automotriz cayó un 27%, que la recaudación bajo un 11% respecto de octubre y que, según un estudio del diputado Claudio Lozano, hay 6,3 millones de menores de 18 años que son pobres, de los cuales casi la mitad directamente pasan hambre.
El Gobierno ya no está en condiciones de convocar a nuevos cuadros o agrupaciones: está cada vez más aislado. Producto de su pragmático viraje hacia el pejotismo ortodoxo, el kirchnerismo empieza a sufrir el alejamiento de los sectores más emparentados con el progresismo o la izquierda y aparece en el horizonte un grupo de dirigentes peronistas importantes dispuestos a construir el relevo de Néstor y Cristina.
Siempre estuvo claro que los Kirchner tienen una facilidad genética para identificar enemigos donde tal vez sólo hay adversarios políticos o periodistas independientes. Y que son implacables, obsesivos y feroces para combatirlos. Pero lo que asombra por estos días es la forma fría de ejecutar esos mismos castigos con dirigentes que hasta hace minutos eran kirchneristas de la primera hora. No sienten culpa de matar políticamente a Alberto Fernández, por ejemplo. O a Aníbal Ibarra. Carlos Kunkel le recordó a Vilma Ibarra que “dependía de ella la oficina de control de Cromañón y que le llama la atención su falta de autocrítica”. Es que la senadora había dicho que se hacía “muy difícil acompañar a un gobierno que hace exactamente lo contrario a lo que prometió en campaña”. Su hermano Aníbal ya se había defendido del límite que le puso Kirchner con la ironía de que “Aldo Rico no fue un límite en su alianza con Kunkel” en el PJ bonaerense. Los Kirchner se deben ver a sí mismos como comandantes de un ejército liberador forzado a liquidar a los desertores. Es impresionante el tiempo y la energía que dedican a demoler las posiciones políticas de Alberto Fernández e Ibarra en la Ciudad de Buenos Aires y a minar su fortaleza anímica. Obligan a sus viejos compañeros de militancia, como Victor Santamaría, a apoderarse de la llave del PJ porteño para no dejar ni entrar al edificio a Alberto, quien formalmente todavía es su presidente. El jefe máximo de Olivos anunció que Ibarra es su límite y uno se pregunta: ¿quién puede dañar más el futuro político de Alberto o Ibarra? ¿Néstor, Macri o Elisa Carrió? Con gotas de ironía podrían decir: “Diosito mío, cuidame de mis amigos que de mis enemigos me defiendo solo”.
Está claro que los K no tienen amigos, sólo intereses. Dos situaciones de los últimos días así lo certifican. El veto a la Ley de Glaciares, producto de la presión económica de empresas mineras extranjeras, y el intento de habilitar un blanqueo que es una invitación a que los capitales más corruptos se instalen en la Argentina para terminar con la cohesión social y los lazos solidarios que todavía nos quedan.
No se trata de actitudes precisamente progresistas por parte del matrimonio presidencial, que dicen ser hijos de las Madres de Plaza de Mayo. El propio Carlos Heller criticó la propuesta de blanqueo y el mismísmo Miguel Bonasso enfrentar el veto de la Presidenta e insistir con la promulgación de una de las mejores leyes que el Congreso aprobó por unanimidad. Enrique Martínez, el eficiente funcionario kirchnerista, llegó a decir que el veto se conoce como Barrick Gold. Más temprano que tarde, cada uno tendrá su merecido por la osadía de expresar una opinión distinta. Igual que Graciela Ocaña, que pidió volver a las bases del proyecto en medio de su cruzada contra “los yabranes de la salud”. Anoche, algunos contaban en días el tiempo de permanencia de Ocaña en el Gobierno, pese al fuerte respaldo de Cristina. La Presidenta entiende que si tiran a la ministra de Salud por la ventana, ese gesto será leído como el final de una esperanza por parte de cierto progresismo intelectual y ético que todavía acompaña al Gobierno. De todas maneras, la pingüinera insiste ante Néstor que no hay más espacio para el mínimo kirchnerismo crítico. Que hoy más que nunca es tiempo de cerrarse entre los incondicionales blindados. “Ya van a volver cuando recuperemos la iniciativa y los fragmentos de poder que perdimos”, dijeron con bronca después del portazo de los piqueteros Jorge Ceballos y Humberto Tumini, que, presionados por sus bases guevaristas, renunciaron “a los puestos de funcionarios pero no a la lucha”.
El tratamiento que le dieron a Romina Picolotti fue directamente tragicómico. Las carpetas con información negativa sobre Picolotti que el Gobierno repartió a sus chirolitas periodísticos eran casi una copia del excelente informe que el periodista Claudio Savoia hizo en Clarín hace 15 meses. En aquel momento la orden fue poner en duda la credibilidad y la rigurosidad de las fuentes de Savoia. Defender a Picolotti argumentando que la perseguían como a Cristina por ser mujer y acusar a Clarín de tomarse venganza por una presunta investigación de la funcionaria sobre las calidades ambientales de Papel Prensa. Otra vez el tema del control de medios. Una cosa es que la Secretaría de Medios se convierta en una agencia de colocaciones de periodistas que defienden a los K por convicción ideológica o conveniencia económica y otra aún peor es ordenar a sus operadores mediáticos que defiendan a Picolotti de los ataques de Savioia-Clarín y que, 15 meses después, con los mismos argumentos la satanicen. Es grosero y revelador de que Néstor Kirchner ya no disimula sus peores actitudes y hasta siente orgullo por mostrarse a cara descubierta mientras las perpetra. De lo contrario no se entiende cómo tira debajo del camión al senador Daniel Filmus, alquien que le fue tan útil y leal, y lo obliga a defender el veto de la Ley de Glaciares, pese a que había sido su miembro informante. Parece que no quieren dejar sólo sus huellas.
Lo mismo pasa con el blanqueo, aparente bendición para corruptos. Los casos Antonini, Skanska, Conarpesa o fondos de Santa Cruz –¿se acuerda?– podrían pasar al olvido con sólo pagar unas monedas.
Pero hay algo más serio. El escandaloso proyecto que por expresa orden de la Casa Rosada no obliga a declarar el origen de los fondos, ayudó a aglutinar referentes políticos de distintos sectores en un blog titulado “No al blanqueo de capitales”. Impulsado por Roberto Lavagna y Felipe Solá, sumó rápidamente a José Manuel de la Sota, Alberto Rodríguez Saá, Federico Pinedo, Oscar Aguad, Daniel Katz, Javier González Fraga, Martín Lousteau y Carlos Zaffore, entre otros. Peronistas no kirchneristas, radicales oficiales, macristas, cobistas y desarrollistas conviven en este documento que sigue abierto para sumar a otros pensamientos y figuras. El texto es fuerte y no sólo declamativo, porque, si finalmente el blanqueo más oscuro de la historia se convierte en ley, los firmantes comprometen “todos los esfuerzos individuales y colectivos que estén a nuestro alcance para garantizar que quienes se acojan a los beneficios del blanqueo de capitales sean susceptibles –de por vida– de seguimiento administrativo, acción judicial y castigo legal, además de plena publicidad de los nombres y montos blanqueados”. Para abrir el juego lo máximo posible y apuntar a que Agustín Rossi no pueda conseguir el quórum de 129 diputados, se aclara que quienes toman esta posición no están detrás de ningún acuerdo político ni electoral.
Pero algunos de ellos sí están tratando de forjar algo nuevo, reflotar el concepto de “renovación peronista” que le permitió al justicialismo regresar al poder después de Raúl Alfonsín. El núcleo de la convergencia cada vez más sólida es entre Lavagna y Solá, y en los próximos días podría sumarse Jorge Telerman. Ahora, el objetivo es fortalecer grupos técnicos y armar estructuras territoriales que –llegado el momento– puedan ofrecerse como la futura conducción del país y del PJ una vez que termine el ciclo kirchnerista. Mientras tanto, presentarán batallas electorales con el objetivo de crecer en legisladores y de diferenciarse tanto de Kirchner como de Elisa Carrió, a los que definen como “dos extremos igualmente peligrosos”. El ex ministro de Economía denomina ese espacio como “oposición rabiosa”. Dicen que el hastío por el autoritarismo de los Kirchner generó una demanda social de un nuevo tipo de liderazgo más prudente y dialoguista, que no siga fracturando la sociedad. Respetan y consultan a Eduardo Duhalde, pero no lo quieren de padrino. Los chicanean diciendo que si bien los tres, Lavagna, Solá y Telerman, han gestionado en momentos difíciles y salieron bastante bien parados en sus imágenes positivas, son “los más radicales de los peronistas”, porque cosechan simpatías en las clases medias que rechazan a Néstor. Por sus características personales les gustaría incorporar al senador Carlos Reutemann, que ahora pensaría un ofrecimiento para ser candidato a presidente de la Nación y se define como peronista a secas, ni kirchnerista ni duhaldista ni menemista. Tal vez por eso sueñan a mediano plazo con recuperar el concepto de concertación plural que los Kirchner dinamitaron y establecer nuevos puentes con Julio Cobos y otros radicales y socialistas. El mapa opositor está en discusión y se reformula en forma constante y dialéctica. En algún momento encontrará su mejor forma y su mejor hombre para que la democracia complete sus equilibrios con alguna alternativa seria de poder. Todavía falta para eso. Mientras tanto, los Kirchner siguen aferrados a ese refrán tan pragmático y antisociológico que propone: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”