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justo homenaje

Los mártires del ’56

En los primeros días de junio de 1956 se desató una sublevación militar en contra del gobierno golpista de Aramburu y Rojas. El propósito era forzar el regreso a la constitucionalidad y la recuperación de los beneficios para la clase trabajadora obtenidos durante el peronismo.

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He sido siempre renuente a aceptar integrar jurados o presidir comisiones, la vida es demasiado corta. Sin embargo, esta vez he faltado a mi consigna pues soy presidente del consejo asesor del concurso para la erección de un cenotafio o monumento funerario en memoria de los mártires de junio de 1956, lo cual es para mí un gran honor.

En los primeros días de junio de 1956 se desató una sublevación militar en contra del gobierno golpista de Aramburu y Rojas. El propósito era forzar el regreso a la constitucionalidad y la recuperación de los beneficios para la clase trabajadora obtenidos durante el peronismo.

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Conjurada la rebelión, que había sido infiltrada y denunciada, el jefe de la misma, general Juan José Valle, se entrega con la falsa promesa de que su vida será respetada y también la de los otros complotados. Es entonces cuando se le comunica que será fusilado en la ex penitenciaría de Las Heras y Coronel Díaz, en la Capital Federal, disposición desprovista de toda legalidad pues la ley marcial que justificaba la pena capital había sido dictada con posterioridad al arresto. En otros regimientos y comisarías, otros dieciocho militares fueron pasados por las armas.

En sus últimos momentos, Valle escribe conmovedoras cartas a su esposa y a su hija. También a Aramburu, que reproducimos fragmentariamente:

“Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen o les besan será para disimular el terror que les causan”.

Seguirá un párrafo premonitorio: “Aunque vivan cien años, sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones”.

(…) “Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado.”

(…) “Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo.”

“Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.”

“Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos, no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la Patria.”

La esposa del general Valle acudió a la residencia de Olivos para rogar a Aramburu por la vida de su esposo. Luego de consultar, el edecán le respondió, tajante: “Lo lamento, el presidente duerme”.

No fueron ésas las únicas muertes pues catorce civiles fueron asesinados. A las 23.30 del 9 de junio de 1956, la policía de la provincia de Buenos Aires allanó una casa en la localidad de Florida y detuvo a un grupo de civiles que suponía implicados en la rebelión militar de Valle. En la madrugada del día siguiente, esas personas fueron asesinadas en un basural de José León Suárez. En el testimonio de uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, se basó Rodolfo Walsh para escribir su Operación Masacre, donde reconstruirá lo sucedido aquella noche sangrienta y escribirá una pieza magistral y estremecedora de nuestra mejor literatura.


*Escritor. Su último libro es La sociedad de los medios.