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Los no nacidos, los bebés muertos y el aborto

La tarea de los movimientos de derechos de las mujeres y feministas ha sido ardua y constante para lograr que se debata sobre el aborto en comisiones legislativas y para anular las condenas a las mujeres presas por abortar.

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'Tuitazo' y 'pañuelazo' en Argentina para pedir la despenalización del aborto | Cedoc

La tarea de los movimientos de derechos de las mujeres y feministas ha sido ardua y constante para lograr que se debata sobre el aborto en comisiones legislativas y para anular las condenas a las mujeres presas por abortar. Desde las universidades y los organismos de ciencia nacionales se han presentado estudios e investigaciones que abordan las distintas aristas de esta problemática. También se ha estudiado el impacto positivo sobre la salud de las mujeres en los países donde se ha legalizado el aborto (ver, por ejemplo, el libro de Mario Pecheny y Sonia Correa sobre el caso uruguayo, Abortus interruptus)

Legisladores, jueces y responsables de políticas públicas conocen estas realidades, y aun así no se legisla sobre el aborto, se restringe el acceso a la anticoncepción y en algunas jurisdicciones se manda a las mujeres a la cárcel. Hay expertos, que asesoran sobre políticas públicas, que consideran que la muerte de mujeres no justifica la legalización del aborto. Afirman, por ejemplo, que “el argumento de las mujeres fallecidas en abortos clandestinos es tan absurdo como eliminar la problemática familiar de la desnutrición infantil legalizando la matanza de los niños desnutridos”. Desde esta perspectiva, abortar es matar bebés. Se trataría de vidas/personas humanas con equiparable realidad ontológica y genética y, por tanto, con igual dignidad. Esta creencia ha sido atribuida a la Iglesia católica o, más acertadamente, al activismo religioso conservador contemporáneo (ver trabajos de Juan Marco Vaggione y equipo), que son quienes hacen muy visible esta posición en el espacio público.

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Sasson y Law sostienen que la imagen del feto representa “la experiencia universal de (nuestra) vulnerabilidad”. La historiadora Sara Dubow afirma que la imagen del feto es un espejo en el cual las sociedades reflejan sus más profundas presunciones, emociones y ansiedades, y traza una genealogía de nuestra relación con los fetos en etapas, desde 1870 hasta mediados de 2000: el descubrimiento de su vida, la interpretación de sus cuerpos, el debate sobre la personalidad, la defensa y la protección de los derechos fetales, políticas públicas de cuidados durante el embarazo y el descubrimiento del dolor fetal (1984 a mediados de 2000). Agrego a esta periodización, siguiendo a Dominique Memmi, el duelo fetal a partir de la década de 1990, consolidándose una particular biopolítica de los cuerpos. Para la consolidación de estas imágenes y representaciones han influido distintos actores y, como afirma Lynn Morgan, la embriología ha desarrollado una narrativa que, basada en la biología, nos provee certezas sobre nuestro propio origen y desarrollo. La representación “venimos de embriones”, hoy hegemónica, toma su sustento del campo científico (la embriología, la obstetricia, la genética) y se potencia con la injerencia de empresas multinacionales dedicadas a ofrecer imágenes sobre los fetos. Tal como afirma Julie Roberts, con la difusión de imaginería científica a partir del desarrollo de tecnologías 3D/4D para los ultrasonidos se provee una representación realista del feto que transforma no solo la experiencia del embarazo sino también la comprensión pública de la existencia fetal y las retóricas en el debate sobre el aborto.

En definitiva, cuando se discute sobre el aborto se discute sobre qué tipo de sociedad queremos ser y confluyen en el debate público distintas posiciones, coexistiendo también diferentes significados sobre los no nacidos. Sería interesante realizar una gran consulta pública en la que se puedan discutir los principales temas de bioética a nivel nacional, como en el caso francés, que se revisen periódicamente y donde no solo participen expertos sino también la población general. En nuestro país, la salud de las mujeres y las decisiones autónomas sobre nuestra vida y nuestros cuerpos se encuentran en un segundo plano en relación con la protección de los no nacidos. Historizar la construcción de imágenes en torno a los no nacidos resulta central para correr el eje de la discusión de una de las representaciones preponderantes en esta época: el feto como bebé y el aborto como “matar bebés”.

*Doctora en Ciencias Sociales (UBA), investigadora del Programa Sociedad, Cultura y Religión del CEIL-Conicet. Especialista en temas de bioética y religiones. Co-coordinadora junto con Karina Felitti (IIEGE UBA-Conicet) y M. Esther Fernández Mostaza (UAB) del grupo de estudio “Imágenes, metáforas y símbolos en torno a las creencias sobre el no nacido en Iberoamérica”.