Los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini ponen en escena y encarnan gran parte de una patología argentina. Tomar u ocupar un establecimiento público es una infracción de la ley. Aunque elemental, básico y obvio, parece algo ignorado por los medios. Hemos naturalizado e internalizado hechos excepcionales, resignados a que lo ilegal sea cotidiano. Tomar, ocupar e intrusar son acciones contrarias a la ley. Si, además, el espacio ocupado es bloqueado a sus destinatarios centrales (que es la sociedad, porque son establecimientos públicos), estamos en presencia de un doble delito, como ocupar un hospital e impedir que deje de funcionar por estar “tomado”.
La ley es violada e impugnada por padres que, como mayores de edad, deberían defender el derecho a la protesta, al debate y al conflicto, pero siempre que no se violente la ley. No se ve en estas semanas de absurda crisis una cátedra paternal desde la que se explique a estos menores que las leyes sólo se modifican con otras leyes. La Argentina vive en un Estado de derecho. De una u otra manera, hay Justicia y Poder Legislativo. Cuando una decisión política o administrativa no gusta o no se comparte, hay que resolverlo en el marco de la ley, nunca al margen o en contra de la ley. Al consagrar la extorsión, estos padres les hacen a sus hijos un daño emocional gravísimo por no explicarles que las escuelas, como la universidad pública, son solventadas por el dinero de los contribuyentes.
En la Argentina estudiar es un privilegio, no sólo un derecho, porque porcentualmente pocos culminan su educación secundaria. Esa educación, sostener establecimientos de excelencia, como supieron ser en su época el Nacional Buenos Aires y el Carlos Pellegrini, es costeada por el pueblo. Un padre debe explicar a sus hijos de dónde sale el dinero del sueldo de sus profesores, de los porteros de los colegios, del personal que limpia los baños, de quienes barren y lavan los pisos. ¿Con qué se paga? ¿De dónde proviene el dinero? Es lo que debería hacer un padre, sea o no afiliado al Partido Obrero.
¿Tomaron los colegios y dejaron de tomar clase durante dos semanas por ser “solidarios”? La mejor muestra de solidaridad, en cualquier país del mundo, es prepararse para el futuro. Ser solidario con el pueblo, debería decirle un padre a su hijo, es aprovechar lo que el pueblo da, porque muchos no pueden tomar clase, no tienen dinero para viajar y viven muy lejos de las escuelas.
Ingresar a Bolívar 263, al que llamábamos “Colegio de la Patria”, es un privilegio y una dicha, con su formidable biblioteca, sus fabulosos gabinetes de física, química, botánica, zoología, artes visuales. ¿Cómo no tomar clase durante dos semanas por ser “solidarios”? ¿Puede un padre enorgullecerse de un hijo que despilfarra el costoso privilegio de poder estudiar? Debería decirles a sus hijos, sean o no del Partido Obrero, que a los colegios los paga el pueblo. Los alumnos de la escuela pública, como el Pellegrini o el Nacional Buenos Aires, son privilegiados, no “luchadores”. No son meros derechohabientes: son deudores de la sociedad, a la que deben reintegrarle lo que han recibido gratis, incluyendo profesores, pupitres, aulas, iluminación. ¿Quién creen que paga la energía eléctrica, el agua, el gas y los materiales con los que aprenden? Un padre tiene que decirles a sus hijos que una vez que un derecho es garantizado (y el derecho a estudiar hoy lo tienen asegurado) debe ser honrado. Si pueden ir al colegio, tienen que honrar ese derecho, estar a la altura de lo que reciben.
Se pretendía transformar a la sociedad en los años 70 atacando cuarteles, secuestrando y matando empresarios, con cárceles del pueblo. Ya no más. ¿Cómo se la transforma ahora? Simple: mejorando, estudiando, formándose, preparándose, aprovechando el privilegio de que en una sociedad desigual como la argentina, en la que hay muy pocos ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres, estudiar tiene que ser honrado. Hasta que una mayoría de padres no se conduzca así con sus hijos, seguirán tomando escuelas, en un país donde se cortan calles y rutas, se ocupan vías férreas y se escracha. Seguiremos perdiendo, lamentablemente, el tiempo.
*Pepe Eliaschev egresó del Colegio Nacional de Buenos Aires en 1964.