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Los relojes de la transición

CONDUCCIÓN. Lorenzino y Kicillof no definen sin CFK.
| Cedoc

Las elecciones generales han ratificado y, en alguna medida, ampliado los resultados de las PASO de agosto. Ahora sí, entonces, y salvo imponderables, estamos ante un claro “fin de ciclo”.

Parafraseando, entonces, a Churchil, y mirado desde la economía, el “fin del principio”, fue la destrucción del Indec. El “principio del fin”, fue la toma por asalto de las Reservas del Banco Central, y la introducción del control de cambios, después de 20 años de un mercado único y libre.

Ahora ha llegado este “final” de un largo ciclo populista, que ojalá pueda ser el último de tantos que, lamentablemente, hemos vivido. Y es esa esperanza de fin de ciclo la que mueve a los mercados que “anticipan” el 2016.

Sin embargo, estamos frente a una muy larga transición de más de dos años. Esto no sería un problema, si se tratara de un cambio de gobierno más, pero, como se expresara, lo que se espera no es un cambio de gobierno más en el 2016, se espera un verdadero cambio de régimen.

Los problemas del presente, entonces, no serán menores. Básicamente, porque es difícil esperar del kirchnerismo, algo más que un intento por “emparchar” lo actual, con eventuales cambios cosméticos en la política cambiaria y fiscal y “aguantar” con las reservas del Banco Central.

Porque la interacción entre esos parches, un escenario internacional algo más hostil, y un gobierno políticamente débil, buscando no abdicar de su voluntarismo ideológico, puede llevar a una dinámica muy peligrosa en materia inflacionaria, de nivel de actividad y de brecha cambiaria y obligar al Gobierno y a la oposición a enfrentar una coyuntura mucho más compleja de la prevista hoy.

Y ese es el principal desafío de los próximos meses. El “reloj” de la política para el oficialismo indica “durar” y lograr una salida honrosa que le permita conservar un capital político menguado pero suficiente como para influir más allá del 2015.  El “reloj” de la política, para la oposición, por su parte, señala la necesidad de que la transición sea lo menos traumática posible y que permita un nuevo gobierno sin nuevas “emergencias”.

Pero el “reloj” de la economía marcha a un ritmo muy distinto. El futuro, en general, estabiliza el presente, cuando se avizora mejor, es cierto. Pero no es menos cierto que un período tan largo como el que falta para ese futuro, puede diluir en parte ese efecto.

Si esto es así, lo que predominará será un escenario de precios relativos que frena el empleo y la inversión. Un ajuste silencioso y en caída del salario real. Reservas en baja, y brecha cambiaria con alta volatilidad pero con tendencia a crecer.

¿Pueden convivir “pacíficamente” estos tres relojes? Definitivamente no. Y, sin el ánimo de ser demasiado “economicista”, la economía domina. Si la economía domina, lo que hoy parece ser el “plan” oficial de “business as usual”, no puede durar demasiado. El curanderismo tiene un límite. Entonces el escenario más probable, siempre que la salud de la Presidenta lo permita, es que el Gobierno intente desviarse lo menos posible de su actual camino. Y que trate de moderar en algo la expansiva política fiscal y monetaria. Pero, como se señalara, difícilmente esto alcance para llegar sin más problemas al 2016. Y si no alcanza, el gobierno deberá elegir si salva su ideología o acepta la transición.