Es bien sabido que “volver al mundo” siempre significó para el gobierno, y en particular para el presidente Mauricio Macri, acceder otra vez al crédito internacional, volver a abrir el país a las inversiones extranjeras, recuperar o buscar nuevos mercados para las exportaciones. Nada de eso se logra con un mensaje ante la Asamblea General de la ONU.
Cristina Fernández llevaba a la cita de septiembre en Nueva York sus luchas internas para internacionalizarlas: contra el colonialismo, contra los fondos buitres o los paraísos fiscales. Mauricio Macri no tiene esa vocación para la lucha épica contra los poderosos y no parece ver el mundo como un campo de batalla entre el bien y mal, entre la revolución y las fuerzas reaccionarias. Por otra parte, los mensajes significativos ante la Asamblea de la ONU son aquellos de países cuyas políticas tienen un impacto directo sobre sus regiones o sobre el mundo mismo: Estados Unidos, China, Rusia, Alemania.
Para los países emergentes rige la regla que establece que la atención a sus líderes es directamente proporcional a la amenaza que representan sus gobiernos al orden internacional. Brasil es el país más grande de América latina y una de las mayores economías mundiales, pero el mensaje de su presidente, Michel Temer -que en su discurso opinó sobre cada conflicto que sacude al planeta en estos días- fue escuchado con poco más que cortesía. Imaginemos en cambio la atención con la que se hubiera seguido una intervención del norcoreano Kim Jong-un.
La razón implícita del faltazo del presidente y su reemplazo por Gabriela Michetti –que es licenciada en relaciones internacionales- fue que prefirió concentrarse en la campaña para las elecciones de octubre. Curiosamente, es el mismo argumento que esgrimió Nicolás Maduro con vistas a los comicios regionales venezolanos de diciembre.
Política, más allá de las ideologías.