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Macri y Trump: el renacer del periodismo (I)

Los días previos a su discurso en el Congreso, Macri llamó por teléfono a doce periodistas. Quería saber por qué lo criticaban tanto los diarios. La nueva generación de periodistas y la conexión con EE.UU.

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De ODEBRECHT a YABRAN: los dueños de los medios importantes ya no pueden esconder lo que perjudicaba a Menem o a Kirchner hasta que deje de convenirles. | Facundo Iglesias

Los días previos a su discurso en el Congreso, Macri llamó personalmente por teléfono a doce periodistas. Quería saber por qué lo criticaban tanto los diarios.

No comprende cómo, si le dio a Clarín acceso a la telefonía y al 4G, justo a su ministro de Comunicación, Oscar Aguad, le hacían tantas críticas por el acuerdo con el Correo. O que en el diario La Nación, que se dirige a la clase social que Macri representa, se repitieran artículos sobre los Panamá Papers y ahora sobre las ramificaciones del caso Odebrecht, que afectan a sus familiares y amigos.

A pesar de que no se esperaba, en la Argentina actual ya no es posible, como en los primeros años de Néstor Kirchner (o de Menem), que los principales medios omitan descaradamente las denuncias sobre el gobierno de turno por los motivos que sea. Se hizo irrealizable porque, con el repetido ejercicio de la democracia, una nueva generación de periodistas fue desarrollando su autoestima al tiempo que una buena parte de los lectores se fue alertando de los manejos de los medios y está más vigilante.

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Lo que está sucediendo en Estados Unidos a partir de la llegada de Trump con el aumento de ventas de las suscripciones de los diarios gracias a que los ciudadanos quieren apoyar la independencia del periodismo, sumado a que la enorme mayoría de los medios son solidarios entre sí, no sucedió en la Argentina del comienzo de Kirchner.

En 2006, este diario en soledad instrumentó un mecanismo similar al que ahora lanzaron The New York Times y The Washington Post al pedirles apoyo a sus lectores, en nuestro caso suscribiendo a un fideicomiso en contra de la discriminación con la publicidad oficial que condujo el ombudsman de PERFIL de entonces, Nelson Castro. Hace diez años no fueron proporcionalmente tantos quienes adhirieron al fideicomiso como hoy lo hacen en Estados Unidos, pero sembraron una de las tantas semillas de resistencia que ahora hacen imposible que los medios importantes se comporten de manera negadora frente a las denuncias de un colega al gobierno de turno.

La opinión pública no quiere repetir errores: entiende que el kirchnerismo fue el gobierno más corrupto, pero no está dispuesta a disculparle al macrismo sus pecados, aunque sean, cuantitativamente, infinitamente menores. Los periodistas tampoco: ¿con qué cara, después de explicar una y otra vez las causas de Los Sauces y Hotesur, donde Lázaro Báez y Cristóbal López alquilaban propiedades y habitaciones de los hoteles de Cristina Kirchner, dejarían pasar los contratos del Estado con familiares de Macri?

Para Macri es una pesada carga que su primo Angelo Calcaterra sea el dueño de la constructora Iecsa, una de las principales realizadoras de obra pública y, en alguna, asociada a Odebrecht. Como que su mejor amigo, casi un hermano, Nicolás Caputo, también tenga empresas con contratos con el Estado, y que sea el holding de su padre el dueño tanto del juicio del Correo contra el Estado como de Macair, la empresa vendida a Avianca y favorecida por disposiciones de organismos oficiales.

Pero para el periodismo profesional y los medios tradicionales de la Argentina es la mejor oportunidad para demostrar su evolución. Y en Estados Unidos, Trump es una gran oportunidad para el periodismo tradicional de recuperar la centralidad frente a las sobredimensionadas amenazas de las redes sociales y sus medios emergentes. Trump no se pelea en EE.UU. con Huffington Post, BuzzFeed o Vox, los “diarios” digitales, y sí lo hace con los antiguos diarios de papel, como The New York Times y The Washington Post. Es un síntoma de que el periodismo puro y duro sigue estando en los medios tradicionales y no en los agregadores de la web que reproducen informaciones pero no las generan. El 59% de las personas que reenvían un artículo por redes sociales, que construyen gran parte de las audiencias de los nuevos medios sólo digitales, leyó apenas el título y no la nota que comparte. Reenviarla es como sacarse una selfie: una forma de mostrarse.

En la Argentina sucede algo parecido: a pesar de que Macri le concedió un reportaje al sitio web BuzzFeed y no a los grandes diarios de papel norteamericanos, e invirtió en comprar publicidad programática y producir branded content (publicidad disfrazada de contenido) en Facebook y Google, cuando perdió 10% de popularidad durante febrero por el affaire del Correo, entre otros, le preocupó qué decían los diarios en papel y los analistas que construyen sentido, todos ellos de medios tradicionales.

Continúa en la edición del domingo: Macri y Trump: el renacer del periodismo (II)