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Mal día

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Gustave Flaubert. | cedoc

No sabía si entre las actividades denominadas esenciales estaba incluida la manicura. Así que salí a la calle a ver si Pancho Coiffeur estaba abierto o no, cuando al doblar la esquina me encontré con tres personas en actitud amenazante que venían hacia mí. Rápidamente me di cuenta de que era una patrulla de presos liberados que venían a saquear mi barrio y quién sabe qué más. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que eran convictos, era evidente por su ropa: uno tenía una remera que decía “I Love Cristina, Rusia, China, Irán, Venezuela y Cuba”. El otro llevaba una que decía “Santiago Maldonado vive”, y el tercero un buzo estampado con una foto de Patricia Bullrich con una ametralladora, de cuando era montonera. No tuve más remedio que entrar a mi casa, cerrar la puerta con llave y quedarme sin hacerme la manicura.  

No importa. Para matar el tiempo entré con la PC a Twitter y vi que había mucha gente jugando al Campeonato del Mundo. Con un sistema parecido al de un torneo de tenis, 16 participantes se van eliminando en contiendas de octavos de final, cuartos, semifinales y final. Se juegan muchos campeonatos y a mí me intrigó uno que se llamaba “Campeonato argentino de fascistas”. Justo lo agarré cuando quedaban solo ocho clasificados: Lanata, Longobardi, Leuco, Bonelli, Novaresio, Majul, Tomás Méndez y Sylvestre. Lo primero que pensé es que Méndez también podría haber participado en un campeonato de antisemitas, pero inmediatamente me di cuenta de que lo que tenía que hacer, en verdad, era condenar de manera absoluta que se maltrate el buen nombre y honor de lo mejor de nuestro periodismo independiente. Así que me dispuse a emitir mi comentario republicano –al fin y al cabo, lo que está en juego es la libertad de expresión, nuestro valor supremo– en Twitter, pero en ese momento se cortó la luz y no pude hacerlo.

Sin darme por vencido ni perder el buen humor, en la penumbra de mi habitación recibí un wasap –probablemente de una cadena, no sé quién me lo mandó– que decía: “El bloque de poder que gobernó la Argentina en los últimos años –formado por los grandes grupos mediáticos, el poder económico concentrado, el capital financiero, una parte muy mayoritaria de Juntos por el Cambio y una parte igualmente muy mayoritaria del 40% que los votó– se mantiene intacto. Tienen como plan: a) limar, limar y limar al Gobierno y, si eso no alcanza, ir con el plan b) que es directamente voltearlo. Primero, lo intentaron con los tractores en las rutas. No funcionó. Lo intentaron con los cacerolazos contra los políticos, buscando un “que se vayan todos”. No funcionó (por ahora). Lo intentaron con la payasesca Travesía por la Democracia. No funcionó. Lo intentaron con los cacerolazos contra la “liberación de los presos”. Eso sí funcionó. Es decir: no importa el tema. Van a estar buscando limar y voltear al Gobierno con cualquier excusa. Macri demostró que es facilísimo  gobernar con el peronismo en contra (alcanza con comprarlo, como hizo durante dos años con Massa y muchos otros, y listo), pero en cambio es muy, muy difícil, casi imposible, gobernar contra el poder real. Y cuando iba a dar mi respuesta, me quedé sin batería en el celular. Mal día. Al final, a la luz de una vela, me puse a releer Bouvard y Pécuchet, cosa que hago también muy a menudo y que recomiendo para esta cuarentena y para todo momento.

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