COLUMNISTAS
oficialismo en tensión

Manzana rodeada

No se acallan las internas entre el Presidente y la vice. Trabas a Máximo. La ambulancia de Randazzo.

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Acordes, Cristina Fernández y Alberto Fernández. | Pablo Temes

Suele ocurrir que en el último lugar donde no se cree en la capitulación es justamente donde se capitula. Olivos como acorralado búnker podría ser un ejemplo. Desde allí Alberto Fernández pretende disimular su debilidad frente al creciente dominio de Cristina, hoy devuelta en parte a la actividad hotelera en el sur para recuperar sus negocios familiares: debe velar por la prosperidad de sus nietos.

Se lanzó el Presidente en su propia defensa a dos largos reportajes en 24 horas el fin de semana pasado, como si la amigable aparición en la tele le otorgara mas fortaleza que la espinaca a Popeye. En ambos descartó cualquier desasosiego institucional con su vice que bombardea desde todos los ángulos. En una de las charlas produjo declaraciones desopilantes, desde volver a la lucha contra el agio de Perón en los 50 a señalar que Ginés González Garcia es el mejor sanitarista del país.

Alberto hizo circular también una fotografía deportiva, al cumplir sus 62 años, junto al ministro Guzmán, otro sacudido por el aluvión de la vice y sus instrucciones contrarias sobre el manejo de la economía. La foto tenía un claro significado: estamos juntos en la desgracia y Kicillof no juega al paddle con nosotros.

Por si no alcanzaran estos movimientos para fingir fortaleza, impulsó a otro ministro de su corte, Gabriel Katopodis (a quien acompañó en el emprendimiento el intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta) para atacar a Sergio Berni y que, fruto de esa ofensiva, el militar y médico renuncie a su cargo en la Seguridad bonaerense.

Sueños de adolescente, más cuando en el operativo defensivo se involucra a la ministra Sabina Frederic en la cual nadie confía para custodiar siquiera un almacén. Igual valió el intento y se convocó a una reunión de intendentes para acoplarlos en la intentona, muchachada algo resentida con el cristinismo por el avasallamiento que impulsa Máximo en el partido peronista sin pensar siquiera en una compensación honorable. Como si los votos fueran de él y no de los jefes municipales.

En la reunión, los emisarios de Alberto le arrancaron la piel a Berni, incluyendo en esa tarea a la plañidera ministra, pero no hubo al final ningún tipo de determinación. Es que la Frederic se asustó cuando los intendentes le sugirieron, como una alternativa para contener al dilecto soldado de Cristina, la designación de uno de ellos como representante del Ministerio en la provincia en el área seguridad, desde donde poder enfrentar a Berni. Aterrorizada, con complejo de subsistencia, Frederic arguyó que eso sería lotear su ministerio, aunque dijo que lo iba a pensar. Un fracaso de alguien que poco y nada tiene que ver con los caciques bonaerenses, creyente en las 21 verdades peronistas: la última es “en el peronismo nunca se le niega a nadie una traición”.  

A Fernandez, sin embargo, le llegó una buena noticia desde la justicia: un fiscal decidió bloquear la llegada de Máximo a la titularidad del PJ en Buenos Aires. Vino a reconocer que el vástago de la vice no cumple requisitos elementales para presidir el partido –afiliación reciente, el argumento central–, confirmando la apelación que en ese sentido habáa planteado el único intendente que rechazó el dedazo, Fernando Grey (Esteban Echeverría). El resto de su colegas piensan igual, pero no se atreven a decirlo, presos de aquella máxima interna: “Animémosnos, pero vayan ustedes”.

Para Máximo ha sido un golpe, se resintió su autoridad (también la de la madre), el capricho de avanzar sin consultar en el territorio de otros. Y el pronóstico judicial ofrece distintas variantes, porque el juez a cargo rondó en la kirchnerista Operación Puff y, se supone, se pronunciará contra lo que escribió el fiscal.

Queda, entonces, la instancia de la Cámara Electoral integrada por un magistrado cercano al gobernador Juan Manzur y, otros dos, con vasta experiencia en la materia: uno votará contra Máximo y el otro lo hará según las condiciones climáticas. Dos datos complementarios:

1) Para ser candidato a gobernador, a Daniel Scioli le reconocieron por unos trámites sospechosos que tenía residencia donde no la había tenido.

2) La presentación de Gray ha sido respaldada con otro recurso por Eduardo Duhalde, hoy transformado en un encendido crítico del tándem Fernández. Esta semana habrá más excursiones bélicas en ese sentido del veterano personaje: ejercer la oposición hasta produce resurrecciones.

Una observación que le cae como anillo a un dedo de Florencio Randazzo, deshojando el poco, poquito y nada de su candidatura para las próximas elecciones en la provincia. No hay señales ciertas de su lanzamiento, su entorno le sugiere rapidez y él cree en la sorpresa del último momento, hasta ahora vive del zoom y las promesas vertidas en distintas secciones electorales.

Abundan otros indicios: reuniones personales con el ex gobernador salteño Urtubey, Graciela Caamaño y Roberto Lavagna en su casa, quien le prometió asistencia de todo su equipo económico. Curiosa otra información: Randazzo suele reunirse con el intendente Zabaleta en un hotel de Puerto Madero, un hombre al parecer de varios mundos.

Para desmentir cualquier sospecha de maniobra oficialista, el virtual postulante asegura que hace mucho tiempo que no habla con Alberto, quien fue su asesor en una campaña anterior.

Además, aunque se encuentra en colisión, almorzó con Miguel Pichetto, discrepando ambos sobre el método a seguir: uno cree que no hay avenida del centro posible en la confrontación con el cristinismo, y el otro supone que ese espacio sigue abierto y que la gente se inclinará por aquellos que no hablen de Macri ni de Cristina. Pensamiento Albertiano, quizás. Los dos se refirieron a la autocracia de Cristina y añadieron una coincidencia: “Vos me estás cagando a mí”, dijo uno, mientras el otro sostuvo: “No, vos sos el que me está cagando a mí”.

Sin acuerdo, ambos compiten en un mismo mercado, son Papas sin feligreses y no saben –como nadie– el impacto final que tendrá este año la evolución del virus. En muchos casos, ha hecho perder elecciones que estaban ganadas.