En los últimos años las familias argentinas parecen haber experimentado cambios positivos, tal como se puede advertir en el cuarto informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, co-editado por la Universidad Católica Argentina y Fundación Arcor; en términos de las condiciones del hábitat de vida, en la capacidad de consumo, inclusión laboral, y protección social, y que han impactado de modo positivo en la posibilidad de afrontar necesidades básicas insatisfechas (superar el hambre, acceder a la salud, etcétera).
En un aspecto de tipo estructural como son las condiciones del hábitat de vida de la niñez, entre 2004 y 2009, se pasó de un 42% de niños/as y adolescentes en hogares con problemas de habitabilidad severos a un 36%. Es decir que en los últimos seis años se han mejorado las condiciones de habitabilidad de la niñez y sus familias, pero aún más de tres de cada diez niños reside en espacios habitacionales deficitarios con dos o más problemas como el no acceso al agua corriente, el no tener cloacas, o no tener gas por red, o vivir en cercanías de fábricas contaminantes y basurales, o en condiciones de hacinamiento.
También se advierten cambios positivos en algunas características de la oferta educativa (inclusión temprana en el nivel inicial, en la enseñanza de un segundo idioma, o de computación). Sin embargo, dichos progresos aún se encuentran asociados a profundas desigualdades sociales que cuando no se han ampliado se mantienen sin cambios.
La escolarización a temprana edad (entre los 2 y 4 años) alcanza a casi seis de cada diez niños/as en las grandes ciudades de la Argentina. En los últimos tres años se ha incrementado la inclusión educativa en este grupo de edad, en tanto pasó de un 49% en 2007 a un 55,5% en 2009. Sucede que esta mayor cobertura educativa se produjo en mayor medida en los estratos socioeconómicos medio y medio alto, ampliándose la brecha de desigualdad social entre el 2007 y 2009 de 44 puntos porcentuales a 50 puntos.
Se han registrado cambios significativos en el acceso a la enseñanza de computación y un segundo idioma. En efecto, se registraron progresos en tanto se pasó de 52% de déficit en 2007 a 38% en 2009 en el caso de la enseñanza de un segundo idioma, y de 57% en 2007 a 48% en 2009 en el caso de la enseñanza de computación, entre los niños/as en edad escolar.
La incidencia del déficit en el caso de la enseñanza de computación y en la enseñanza de una segunda lengua fue mayor en las escuelas de gestión privada que en las públicas y a medida que se incrementa el estrato socioeconómico de los chicos. La brecha de desigualdad social en el acceso a la enseñanza de idioma extranjero entre 2007 y 2009 se incrementó pasando de 17 puntos porcentuales a 34 puntos; mientras que en el caso de la enseñanza de Computación la brecha de desigualdad se mantuvo en torno a los 40 puntos.
El “clima de estímulo social” de los niños/as en sus primeros años de vida registra grandes desigualdades sociales y parece ser independiente de los progresos económicos. Entre los menores de 5 años, en 2009, al 15% no se le suele festejar el cumpleaños; 40% no suele ser receptor de historias orales, 24% comparte cama o colchón para dormir. Los niveles de déficit en estos indicadores de estimulación social, emocional e intelectual son relevantes y regresivos a medida que desciende el estrato social.
La mayoría de los niños y niñas en edad escolar tienen pocas oportunidades de socialización más allá de la escuela y la familia, y esto no parece cambiar pese al crecimiento económico de los últimos años. En el 2009, el 63% de los niños/as entre 5 y 12 años no solía realizar actividades deportivas extraescolares y el 86% no solía realizar actividades artísticas extraescolares. El último verano el 87% de los niños/as entre los 5 y 12 años no asistió a colonia de vacaciones. Sin dudas, esta situación restringe las oportunidades de construcción de vínculos en la niñez con otros niños de diferentes posiciones sociales, la participación en diversos entornos sociales asumiendo diversos roles.
Los progresos no parecen haber llegado a esta dimensión de derechos tan importante en la niñez como son los procesos de crianza y socialización, probablemente porque para que los comportamientos y actividades de las que participan las familias se modifiquen en estas dimensiones de desarrollo se requiere de un cambio más estructural e integral de las estructuras de oportunidades.
Aun cuando, tal como mencionamos, diversos indicadores del nivel de vida material, en su evolución en el tiempo, muestran una indiscutible mejora en los últimos años como resultado del crecimiento económico, los mínimos normativos están todavía lejos de cumplirse para la niñez en cualquiera de las dimensiones de derechos consideradas.
*Coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia. Observatorio de la Deuda Social Argentina. Universidad Católica Argentina.