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DESDE LA OTRA ORILLA

Más que una imagen

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El presidente de la República, Tabaré Vázquez, se reunió este martes 2 en su oficina de Suárez y Reyes con los ex mandatarios Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle y José Mujica, en un primer encuentro para trabajar respecto a una política de Estado sobre la búsqueda y posible explotación de hidrocarburos que lleva adelante Uruguay en su subsuelo y en el lecho oceánico bajo su jurisdicción”. Así informa la página de la Presidencia de la República Oriental del Uruguay de febrero de este año y también lo difundió la prensa.
Todos los presidentes de la post dictadura uruguaya se reunieron para discutir una política de Estado sobre un tema que en un país que carece de esas fuentes de energía propia sigue teniendo una importancia crucial para su desarrollo económico y social.
Los cinco presidentes reunidos fueron electos por los tres partidos que en la actualidad reúnen la mayoría de representación en el Congreso: el Frente Amplio (actualmente en el poder en el segundo mandato de Tabaré Vázquez, luego del cumplido por José “Pepe” Mujica), el Partido Colorado (Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle) y el Partido Nacional o Blanco (Luis Lacalle Herrera). Aun los presidentes que pertenecen a la misma fuerza política no representan la misma corriente interna de sus correspondientes partidos.

Esta reunión indica el ejercicio en esta república de la virtud democrática del diálogo y la búsqueda de consenso sobre cuestiones que exceden el poder transitorio. Este encuentro se desarrolló en un momento de fuertes controversias políticas por la investigación de la empresa pública Ancap en el Congreso, donde los partidos y corrientes que los mandatarios protagonizan severas discusiones parlamentarias. El hecho involucra al vicepresidente en ejercicio y es objeto de debate público, en el que tanto los medios como las personas confrontan sobre los alcances de este episodio.
Esta reunión es más que una imagen, porque obedece a una convicción sobre la necesaria convivencia en el disenso y la búsqueda de acuerdos que todo sistema político requiere. Esta convicción se advierte también en la vida cotidiana de este país, expresada en las conductas de ciudadanos y dirigentes.

El hecho no debería resultar extraordinario en una democracia constitucional, pero en su contraste con lo que sucede en Argentina impacta por su contundencia en indicar la posibilidad de diálogo sin renuncia a principios. Si recordamos que ni siquiera pudo concretarse el 10 de diciembre el traspaso normal de un mandatario saliente a otro electo, que no pudieron reunirse en la misma plaza quienes despedían con reconocimiento a Cristina Kirchner y quienes saludaban la asunción de Mauricio Macri, puede asumirse el muy bajo nivel de calidad democrática que Argentina ha alcanzado en los treinta y dos años transcurridos luego de la última dictadura militar.
La lectura de las redes sociales de quienes habitan en el país y de muchos que no lo hacen pero mantienen el fervor de las pasiones a distancia también da cuenta de un nivel de virulencia en el repudio y de adhesión irracional al líder o partido elegido que tornan imposible un encuentro en la diversidad.

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Desde la asunción del nuevo gobierno, los comentaristas políticos de la realidad argentina utilizan la palabra “grieta” para expresar esta confrontación. A través de ella, se simboliza la aparente imposibilidad de habitar el mismo territorio de quienes sostienen creencias políticas diferentes. Como en la tragedia de Federico García Lorca Bodas de sangre, parece que en el país hubiera dos bandos que no pueden pisar el mismo suelo. Dos bandos que, como en el campo de batalla, se encuentran destinados sólo a la victoria o la derrota.
Esta conducta social impide que se concrete en la realidad el respeto en la diversidad, que es el signo que distingue una sociedad democrática en este siglo.
La imagen de los cinco presidentes reunidos para discutir un tema de futuro puede colaborar para encontrar un sendero de racionalidad, para abandonar la desmesura del sentimiento épico y convivir en la moderada racionalidad de la aceptación del disenso.

*Profesor de Derecho Constitucional y Derechos Culturales. Reside en Montevideo.