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Me caigo y me levanto

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Volví a ver Volando alto, la película de Dexter Fletcher de 2016 sobre Eddie “el Águila” Edwards, un joven británico que alcanzó la fama internacional durante los Juegos Olímpicos de Calgary de 1988 como el primer británico en participar en el salto de esquí. Eddie no tuvo éxito en el sentido tradicional de la palabra: llegó último, pero se ganó el cariño de todos gracias a iguales dotes de testarudez, irracionalidad, picardía, coraje y carisma. Es una típica comedia dramática, de esas que me gustan, en la que los perdedores ganan (Eddie perdió, ya lo sé, pero en su Cheltenham natal fue recibido como un héroe).

Entonces recordé un documental sobre otro saltador de esquí, El gran éxtasis del tallador de madera Steiner, de Werner Herzog (1974), que no tiene nada de comedia dramática, o que más bien no tiene nada de comedia y todo de drama. Walter Steiner es un campeón de salto en esquí suizo que en sus ratos libres se dedica a esculpir madera. Steiner se parece en varias cosas a Edwards: es monomaníaco, no parece tenerle miedo a la muerte y sabe dominar el aislamiento. Lo que vuelve a la película de Herzog dramática es sencillamente lo que desfila delante de nuestros ojos. Y además cierta capacidad alegórica de Steiner que permite extraer una enseñanza más edificante que el simple “cualquiera puede lograrlo” que dice y repite Eddie Edwards hasta el hartazgo: nadie necesita ver una película para saber eso.

Y asi terminé viendo una breve entrevista que el skater Ian Michna le hizo a Werner Herzog un par de semanas atrás. Michna leyó un libro de entrevistas a Herzog y allí encontró una corta serie de frases que le hicieron pensar que Herzog era un skater: “Toma siempre la iniciativa”, “No es un error pasar una noche en prisión si esto significa haber filmado la escena que te servía”, “No te revuelques en tus problemas, la desesperación debería ser algo privado y breve”, “Aprende a vivir con tus errores”, y otros consejos iluminados y poco moderados que a cualquiera de nosotros le parecería que están dirigidos a los tuiteros, pero en los que Michna creyó ver un manifiesto skater.

La charla es breve, dura apenas cuatro minutos, lo que basta para que Herzog dé cuenta de su amor por la prueba y el error en el skate: “Los veo practicando un cierto salto o deslizarse por una baranda de una escalera y lo hacen unas veinticinco veces y fallan. Lo hacen sesenta veces y fallan, y está bien, ustedes aceptan el error y no se rinden hasta que finalmente logran hacer bien el salto o deslizarse por la baranda y caer parados”. 

Pero los puntos de contacto no terminan allí. Saqué un libro de la biblioteca y por accidente otro libro cayó al suelo. Era Doctor Zhivago, de Pasternak. La casualidad quiso que cayera abierto en una página, y como de un modo muy infantil creo en las señales, las leí. En determinado momento Pasternak dice: “No me gusta la gente perfecta, que nunca ha tropezado o caído. Su virtud carece de vida y no vale mucho. La vida no les ha revelado su belleza”.

El gran éxtasis del tallador de madera Steiner aumentaba su efecto con la música de Popol Vuh, un grupo musical alemán que existió entre 1969 y 2001. A Michna también debe de haberle gustado, porque en un momento le pregunta a Herzog: “Supongamos que hicieran un film sobre el skateboarding: ¿qué música elegirías?”, a lo que Herzog responde: “Lo primero que me viene a la cabeza es el coro de una iglesia ortodoxa rusa, porque genera una sensación de espacio y sacralidad”. 

Espero que Michna y Herzog hagan algo juntos que dure más de cuatro minutos.