COLUMNISTAS

¿Mejor tarde que nunca?

El fin de semana pasado le envié un mail a Miguel Wiñazki, periodista, filósofo y jefe de Capacitación Periodística del diario Clarín. Wiñazki es también director de la carrera de Periodismo de la Universidad de Belgrano y profesor titular de Filosofía de esa universidad y de las universidades de La Plata, San Luis, Morón, Lomas de Zamora y Michigan, en Estados Unidos. Además, Miguel fue redactor jefe de la revista Noticias en sus comienzos, cuando me tocó dirigirla en la década de los 90, por lo que nos une la simpatía de quienes compartieron trinchera.

|

CLARIN Y los KIRCHNER. La guerra después del idilio.

El fin de semana pasado le envié un mail a Miguel Wiñazki, periodista, filósofo y jefe de Capacitación Periodística del diario Clarín. Wiñazki es también director de la carrera de Periodismo de la Universidad de Belgrano y profesor titular de Filosofía de esa universidad y de las universidades de La Plata, San Luis, Morón, Lomas de Zamora y Michigan, en Estados Unidos. Además, Miguel fue redactor jefe de la revista Noticias en sus comienzos, cuando me tocó dirigirla en la década de los 90, por lo que nos une la simpatía de quienes compartieron trinchera. Por ejemplo, cuando los Rodríguez Saá, apoyados por Menem mientras era todopoderoso, censuraron a Wiñazki en San Luis y Noticias salió a defenderlo en soledad, como siempre sucede al principio de cada ciclo político.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Mi mail fue motivado por una nota de Wiñazki que Clarín publicó el viernes 15 de enero, titulada “El Gobierno crea grupos de medios oficiales y ultrakirchneristas”. Su texto se refería al “reparto discrecional de la publicidad oficial” y explicaba que “hay que hacer una revisión de los últimos dos años, donde el desmanejo de la pauta oficial es notorio, beneficiando a grupos que dependen exclusivamente de los fondos oficiales para su supervivencia y consiguen de esta manera el padrinazgo oficial, un caudal publicitario que no coincide con el número de lectores ni la audiencia que tienen”.

Wiñazki cita al ex fiscal Manuel Garrido: “Es bueno que el Estado subsidie a determinados medios allí donde no hay rentabilidad para los privados, pero no es bueno hacerlo a través de la distribución directa y discrecional de la pauta oficial, sino a través de una ley de publicidad oficial que anule la discrecionalidad en el reparto de estos fondos”. y recuerda la “denuncia que él presentó en abril de 2008 en contra de Enrique Albistur, el ex secretario de Medios, por la distribución irregular de la publicidad oficial”.

En otros párrafos de su nota se refiere a Szpolski (propietario de las revistas XXIII y Siete Días y los diarios Infobae y El Argentino) como principal emergente del sistema de medios financiados por el Gobierno con la publicidad oficial, y dice: “Mientras el dinero se repartía según estos parámetros, se desataba una beligerancia abierta del Gobierno contra los medios no oficialistas, en general, y contra Clarín en particular”.
En mi mail le critiqué a Wiñazki la visión clarinocéntrica del problema, que no comenzó en 2008, por lo que no sólo “habría que hacer una revisión de los últimos dos años”, ni fue Clarín en particular el medio afectado, sumada a las notorias omisiones que tenía su relato. A partir de allí, se generó un intercambio de mails donde Wiñazki me pedía que prestara menos atención al pasado, que valorara, como valoran los periodistas que trabajan en Clarín, que ahora pueden hacer mejor periodismo y que no nos dividiéramos porque eso fortalece a quienes atacan a la prensa.

Me gustaría pensar así, creer que el problema es Kirchner, que en 2012 una Argentina gobernada por Cobos será un país ejemplar, pero desgraciadamente pienso que Kirchner es apenas uno de los tantos emergentes de nuestra decadencia, que tiene como sus verdaderos artífices a todos los sectores de excesiva concentración de poder: el peronismo, los sindicatos, en otra época los militares y las empresas multinacionales, y Clarín en el último cuarto de siglo. Por ejemplo, parte de nuestra decadencia se explica por la tendencia infantil a endiosar al presidente que asume, permitirle todo al comienzo, para luego, con la misma irresponsable superficialidad, demonizarlo y hacerlo responsable de los males del universo.

Ese erratismo inmaduro que nos lleva de un extremo al otro del péndulo dentro de cada década, destruyendo valor en cada barquinazo, es exacerbado por la prensa y ésa es la gran autocrítica que los periodistas debemos hacernos. ¿No es funcional a nuestra decadencia esa sobreactuación conversa? ¿No contribuye eso a la hipocresía de una sociedad que no se hace cargo de sus responsabilidades y prefiere descargar todas en Alfonsín, Menem, De la Rúa y ahora Kirchner, a quienes luego nunca nadie votó? ¿No será al revés, y en lugar de que sea “mejor tarde que nunca” sea mejor que el periodismo que aplaudió al comienzo tenga una vez el recato de no criticar al final para no profundizar nuestra esquizofrenia social? ¿No será en este caso de Kirchner para Clarín mejor “nunca que tarde” y renovarse éticamente purgando sus culpas con una actitud más moderada? Y no me refiero a las críticas que el kirchnerismo le hace por la dictadura, sino a sus omisiones al comienzo de cada gobierno en estos últimos 27 años de democracia, donde cada uno pudo ser dueño de sus actos.

Volver a ser hipercríticos al final e hipertolerantes con la oposición potencia este círculo vicioso, donde ahora será Cobos quien nunca se equivoque para pasar a ser dentro de algunos años otra decepción y él, sólo él, el culpable de lo malo que nos suceda.

Cuando le hacía alguna de estas críticas a Wiñazki, él me remitía a su libro La noticia deseada, donde es noticia “aquello en que la opinión pública quiere creer. Se trata de grandes masas de seres humanos en gestos y vibraciones comunes, una feligresía que, efectivamente, cree en aquello que por sí misma ha construido, aunque se trate de delirios tribales”. Continúa Wiñazki en su libro diciendo: “Si las creencias cambian es porque los intereses profundos de la esfera social que construye cambian y entonces, y sólo entonces, se construyen otras noticias deseadas. Las noticias deseadas son la superestructura de una estructura psicosocial que pretende permanecer siempre creyendo lo que más le conviene”.

Wiñazki reproduce la cita del filósofo (especialista en esferas) Peter Sloterdijk sobre “úteros fantásticos para masas infantilizadas”. Y luego agrega: “El sistema comunicacional se vuelve fluido y efectivo cuando instituye un lenguaje básico fundado en la configuración de arquetipos, de modelos de pensamiento simplistas, binarios en general, que polarizan la realidad en dramatizaciones maniqueas y de terrible simplicidad. Oponiendo sin matices buenos a malos, base ontológica y ‘ética’ de todos los esquematismos que se graban en las mentalidades volviéndolas permeables a las diversas formulaciones dramáticas del facilismo comunicacional”.

Pero el propio Wiñazki cae en la misma trampa que bien describe: para él también “lo verosímil es lo deseable” y se le nota en su columna que trabaja en Clarín. Los medios y los periodistas con influencia no son una polea boba de incapaces de amortiguar ese flujo y reflujo de olas sociales. Una de las principales responsabilidades de los intelectuales consiste en ayudar a las masas a superar la pura sensación y el espasmo. No fue sólo para satisfacer a su audiencia que Clarín ha sido procíclico, lo hizo por razones que trascienden a la técnica periodística.