OPINIóN
PANORAMA económico

Merkel, Macri, Milei y Caputo, y la balada de la falta de inversiones

El Presidente busca replicar la experiencia de estímulo a la inversión extranjera del macrismo. Pero esta vez, con éxito.

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| Pablo Temes

Angela Merkel visitó Argentina por primera vez en junio de 2017. Ya era la gran líder femenina de occidente y la voz más escuchada de Europa en el mundo. Fue recibida por Mauricio Macri como corresponde, y al finalizar su gira hubo una cena de honor en el CCK. Allí hubo frases que parecían de ocasión, pero que cobraban cierta dimensión en los mejores tiempos del macrismo. El presidente argentino habló en el evento de una  “asociación estratégica”, entre la Argentina y Alemania que abre paso “a un futuro exitoso en conjunto”, y destacó las múltiples coincidencias con su colega germana. Merkel contestó estar impresionada “por el camino emprendido por su gobierno con un sendero de apertura hacia la prosperidad económica y hacia más justicia social”. Hubo abrazos entre ambos y, probablemente, una sincera ponderación mutua en una relación que se mantuvo fuerte hasta el gris final del argentino en la Casa Rosada. En ese encuentro del CCK hubo un diálogo final entre Macri y Merkel, quien había llegado a Buenos Aires con una comitiva de casi veinte empresarios de máximo nivel de Alemania. Todos CEOS con chequeras amplias, y potenciales créditos abiertos para invertir donde quisieran. El presidente argentino y la canciller hablaron del apoyo que Alemania podría darle al país para ingresar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y de la alianza estratégica entre ambos para acelerar el acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE); dos proyectos que, finalmente, no ocurrieron. Macri, entusiasmado, preguntó finalmente qué le habían transmitido los hombres de negocios que la habían acompañado en su gira y si, finalmente, había algún anuncio de inversiones para hacer. La alemana, fría como siempre, fue sincera y contestó que para que haya una apuesta fuerte de parte de los empresarios de su país y del mundo civilizado, primero debía haber señales de confianza de los propios argentinos. Finalmente, Macri entregó el poder en diciembre de 2019, sin llegadas de grandes inversiones alemanas, ni europeas, ni norteamericanas, japonesas o chinas. Tampoco argentinas. Lo mismo sucedió durante el gobierno de Alberto Fernández, donde, por lo menos, nunca hubo expectativas importantes de que las hubiera.

Javier Milei replica ahora la experiencia macrista, afirmando que puede quebrar esa historia reciente. Y, ahora sí, convertir a la Argentina en un polo de inversiones.

Éste fue el mensaje que llevó en su gira por San Francisco, donde se encontró con Mark Zuckerberg de Meta, Sundar Pichai, CEO de Google, Tim Cook de Apple y Sam Altman, CEO OpenAI. En otros viajes se había reunido dos veces con Elon Musk con la misma promesa. Por ahora, todos lo abrazan. Lo consideran y, parece, de manera sincera escuchan su mensaje prometedor de un país de crecimiento económico exponencial que deje de lado décadas de frustraciones. Pero la curva de inversiones directas aún no crece. Y  más allá de las declaraciones encendidas y fotos acompañando la marca registrada del argentino de los pulgares para arriba, promesas de los foráneos, no hay convencimiento para que la primera apuesta al crecimiento futuro provenga de los privados locales. Aquellos que Merkel indicaba como los primeros que deberían jugarse para luego convencer a los visitantes. Luis “Toto” Caputo fue directo el último miércoles ante el auditorio del Latam Economic Forum, donde les pidió a los empresarios que apoyen al Gobierno. Y que lo hagan invirtiendo.

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Eran jornadas donde la crónica hablaba de la salida masiva de los primeros apostadores por la Argentina. Los títulos públicos, la operación estrella de los primeros tres meses de gestión de Milei, caían más de 15%. Peor les fue a las ADRs, las acciones de las empresas argentinas cotizantes en Wall Street donde la demolición alcanzaba, por ejemplo, a YPF y Vista (la compañía petrolera creada por Miguel Galuccio); dos brillantes opciones que rutilaban en el cielo de Nueva York como algunas de las compañías más rentables del año. “Es como si Vaca Muerta se hubiera secado”, protestaba el jueves un veterano hombre de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. 

Escuchan su mensaje prometedor de un país en crecimiento. Pero la curva de inversiones directas no crece

El Presidente le pone todas las fichas al “Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones” (RIGI) que quizá esta semana, reciba oxígeno si el Senado aprueba Bases II y deriva la responsabilidad final de su aprobación definitiva a Diputados. Este régimen de fomento a las inversiones que puedan llegar por montos superiores a los 200 millones de dólares apunta a convencer a interesados en sectores como los hidrocarburos, la minería, el campo y algunos servicios, donde el país sería hoy competitivo y de rentabilidad bastante segura. Aún así hay dudas. Y la semana que termina mostró una demolición en las cotizaciones de las compañías energéticas locales, caídas que seguían el ritmo de la crisis política que vivían Milei y su gabinete.

Ricardo Arriazu, el economista residente en el país más respetado por sus colegas y empresarios (quizá sólo compartiendo cartel de respeto en el mundo con Guillermo Calvo), fue claro y sincero al hablar esta semana ante financistas de primer escalafón local, también en el Latam Economic Forum. Al dirigirse ante potenciales inversores y CEOS de las principales compañías del país, fue consultado por la caída de esos días de los bonos y acciones argentinas, y sobre por qué con todas las medidas a favor de los privados que está tomando Milei no hay un mejor clima de negocios que atraiga inversiones.  Arriazu, quien tiene la virtud de la sinceridad y la falta de pruritos que le dan los años (y quizá las eternas frustraciones que le provoca el país, la clase política y sus casi siempre fallidos planes económicos), afirmó que “los extranjeros están hartos de la Argentina”. Lo mismo que le había dicho Merkel a Macri. Y que sostienen los grandes popes de la nueva economía que hace diez días se encontraron con Javier Milei en San Francisco. Mientras tanto, las inversiones reales no aparecen.