COLUMNISTAS

Miedo al periodismo

La repercusión que tuvo el reportaje que Perfil.com le hizo a Florencia Peña es una muestra más del protagonismo que tiene el periodismo en el debate público.

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| Cedoc

“Dictadores miedosos”. Campaña de Ogilvy & Mather para la Sociedad Internacional para los DD.HH., que ganó el Clio. Ahmadinejad, Castro y Chávez.

La repercusión que tuvo el video del reportaje que Perfil.com le hizo a Florencia Peña, donde ella acusaba a Clarín de censurarla, es una muestra más del protagonismo que tiene el periodismo en el debate público. Peña dijo: “El Grupo Clarín no me hace notas (...) y es grave que yo esté en una lista negra”.

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Argumentó que Clarín no cubrió las cien funciones de su obra Un Dios salvaje y que Tenembaum la había invitado a TN y luego la desinvitó. Al día siguiente, el diario Clarín –esta vez impecable– mostró que le había dedicado la tapa de su suplemento de espectáculos el 14 de enero, además de publicado la crítica de la obra el 21 de enero y una foto de la celebración de las cien representaciones el 26 de abril. También Tenembaum entrevistó por Radio Mitre a Peña, pero allí ella no habló de la desinvitación.

Al mismo tiempo, la Asociación Argentina de Actores se solidarizó con la actriz a través de un comunicado que decía: “El ninguneo que ejercen algunos medios al promover la invisibilidad del otro, el negar un lugar en la ‘mesa’ de la discusión sólo porque no coincide con el pensamiento del anfitrión, o con el de los verdaderos dueños de la ‘mesa’, son actos que debemos repudiar firmemente, sobre todo en un país en el que la subordinación a intereses espurios hizo de la intolerancia y de la censura una cultura. A esa intolerancia, a ese ninguneo, a esa censura, le responderemos con la lucha por una cultura de la libre expresión. Esa cultura que, como tantos otros compañeros, defiende Florencia, con una posición firme por la plena vigencia de la Ley de Medios Audiovisuales. Queremos expresar como gremio nuestra más firme solidaridad con la compañera Florencia Peña por la grave situación de persecución sufrida simplemente por el hecho democrático de expresar lo que piensa”.

Florencia Peña, a quien recuerdo de maneras delicadas hace unos años, cuando me llamó por teléfono por un problema en la tapa de la revista Hombre con el tamaño de su cola, y como muy talentosa comediante haciendo Sweet Charity, de Neil Simon, en teatro, parece una persona honesta y comprometida.

Igual calificativo me cabe para Rafael Bielsa, quien además escribe en este diario. Y uno ambos nombres porque a los dos los escuché utilizar el mismo argumento: “¿Por qué no se puede criticar a los periodistas, si ellos nos critican a nosotros siempre?”. Bielsa agregó que hasta le habían inventado que su título universitario era falso. De lo que se infiere: si los políticos se tienen que bancar que se digan mentiras de ellos, ¿por qué los periodistas no? ¿Tienen coronita?, diría el inconsciente.

Es allí donde Kirchner encontró un agujero para entrarle al periodismo. Agujero que no es ideológico sino emocional: a los sujetos noticiosos, todos los que son nota –eso une a artistas y políticos–, alguna vez en su carrera ascendente les tocó padecer a un periodista o medio, ninguneo, maltrato, desidia en el error y hasta alguna forma de explotación. Esa huella de abuso (de poder) estaba latente a la espera de poder abreaccionar, diría un psicólogo, o reaccionar para cobrarse venganza.

Eso no tiene que ver con la Ley de Medios, “los monopolios” (oportuno Tenembaum al aclararle a Peña que eso era un oxímoron porque monopolio sólo puede haber uno, por eso es mono), ni con la derecha o la izquierda. Es una típica solidaridad/rivalidad funcional entre quienes son nota versus quienes hacen las notas.

Con ánimo desproblematizador, elegí el humor y reproducir las piezas de la campaña titulada Dictadores miedosos, que la agencia Ogilvy & Mather hizo para la ONG alemana Sociedad Internacional para los Derechos Humanos, donde Mahmoud Ahmadinejad, Raúl Castro y Hugo Chávez muestran terror ante el mouse de una computadora como símbolo de sus aversiones a la libertad de expresión. La campaña ganó el Clio 2009, el mayor premio de publicidad del mundo.