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Mistificadores sin mística

Yo lo diría al revés y escribiría que todo lo que rodea a la vida privada del matrimonio presidencial tiende a disolver la poca mística que aglutina a los pocos que lo respaldan.

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El domingo pasado, y a propósito de las oscuras transas de dos de los tantos millones de la familia K, escribió Verbitsky que “el manejo de esas cifras por parte del conductor de un proceso político populista no tiende a generar la imprescindible mística militante para respaldarlo”.

Yo lo diría al revés y escribiría que todo lo que rodea a la vida privada del matrimonio presidencial tiende a disolver la poca mística que aglutina a los pocos que lo respaldan. Es sugestivo que siempre el capital se vincule a no menos de cuatro de los siete pecados capitales.

Los ricachones gobernantes frecuentan soberbia, gula, ira y avaricia, y si no se les imputa la pereza, la envidia y la lujuria es porque son faltas que sólo se manifiestan en la intimidad, aunque calificación del Viagra como “gratificante” sugiere la presencia de alguna de estas tres excepciones. Tras 1.550 años de lidiar contra gula, lujuria y avaricia de curas, obispos, cardenales y papas la Iglesia estableció el celibato sacerdotal para recuperar algo de la mística que magnetizara a Jesús y sus apóstoles, pero en nuestra sociedad abierta las secciones de escándalos y policiales de la prensa prueban que con eso no era suficiente.

—¿Cómo generar la mística que anhela Verbitsky?

—No lo sé. Habría que estudiar mucho a los que consiguieron infundirla a sus seguidores. Aquí Yrigoyen, Perón, Evita, Santucho, Carlos Mujica, Tosco y Silo –cada uno en su escala– mistificaron con eficacia, pero hace treinta y cinco años que el peronismo está minado de una suerte de kriptonita que desactiva hasta los mejores efluvios mistificantes. Algo para explicarlo puede encontrarse en Toynbee, Weber y Canetti pero, como no son autores de cabecera de los K, de Karta Abierta ni del lúcido columnista de Página/12, vaguedades metafóricas como Retiro y Retorno, Accesis y Rutinización del Carisma no caben en la agenda de los pocos que preferirían que el liderazgo K se extendiese más allá de 2011. Acierta Verbitsky en el poder corruptor de místicas de lo que vengo llamando “obscena avaricia” de los K. Pero su impotencia, para decirlo en jerga peronista, es resultado de la falta de “realidáefectiva”. Los K, progres que ni siquiera repusieron el impuesto a la herencia que eliminó Videla en su primer acto de gobierno, nunca tuvieron política industrial, exportadora, minera, tributaria, de defensa, ambiental, de salud, de educación ni de organización nacional. Gobernaron casi exclusivamente por reacción y por omisión, y eso explica que su mayor logro haya sido construir una oposición patética, aun menos votable que ellos.