COLUMNISTAS
del protocolo a la interna peronista

Momento táctico

Difícil calibrar la conveniencia de esa visita si tiene como condición presionar a los gobiernos para que sigan las directivas ideológicas del Vaticano.

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El adios de Rubinstein. El fallido protocolo del aborto no punible, un papelón. Fernández anunció que insistirá con el IVE. | Obregon

Alberto Fernández anunció que enviaría un proyecto de ley sobre interrupción voluntaria del embarazo. La Iglesia saltó y el Vaticano amenazó con que el papa Francisco seguirá privándose de visitar la Argentina. Difícil calibrar la conveniencia de esa visita si tiene como condición presionar a los gobiernos para que sigan las directivas ideológicas del Vaticano.

El ahora ex secretario de Salud, Adolfo Rubinstein, presentó un protocolo que perfeccionaba el existente sobre la interrupción del embarazo y trascartón fue revocado por el presidente Macri. El arzobispo de La Plata repitió el cómodo automatismo de pensar todo a partir de la “grieta”: lo dicho por Alberto Fernández provocaría una nueva división en la sociedad. La Iglesia presiona fuerte, aunque afortunadamente no estamos en la década de 1950 y una Iglesia ofendida no goza ya de las condiciones que, en el pasado, le permitieron participar en un golpe de Estado. Simplemente logra que los gobiernos se desdigan.

A y Z. Es hora de jubilar la “grieta”. Difícil gobernar con esta imagen simple que no ayuda mucho para tomar resoluciones sobre asuntos complejos.  El anuncio de una medida o ley puede provocar divisiones, aquí y en cualquier parte del mundo. Los actos políticos importantes dividen a quienes los aprueban de quienes se oponen. Si se propone A, se cavaría una grieta respecto de quienes, por el contrario, quieren Z. Como si no existieran argumentos de ambos lados, que pueden debatirse en el Congreso y, finalmente, en la Justicia. Es hora de abandonar este binarismo. La única grieta que existe de verdad en Argentina no separa por ideas sino por el acceso a los bienes y servicios indispensables para la vida. Claro, es más fácil hablar de diferencias ideológicas que solucionar problemas crudamente materiales.

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Dicho esto, ¿por qué se anticipó Alberto Fernández con sus declaraciones sobre el aborto? Lo anunció en Página/12 el domingo 17 de noviembre. Se pueden hacer dos hipótesis: 1. Se metió en un lío por hablar antes de tiempo; 2. Se dirigió a los sectores más progresistas que ese domingo leyeron sus declaraciones en el diario y en las redes.

Me inclino por la segunda hipótesis. Fernández no solo busca el apoyo a partir de intereses materiales que se supone favorecerá con las medidas económicas y sociales de los primeros meses de su gobierno. El futuro ministro Daniel Arroyo ya explicó la que probablemente será la más importante: una tarjeta alimentaria para 2 millones de personas. Claras explicaciones de alguien que sabe mucho sobre el asunto.

Es hora de jubilar la "grieta" supuestamente ideológica: la real es por el acceso a bienes y servicios indispensables para vivir.

Pero todo puede parecer poco. Con el anuncio sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo, Fernández llamó a las decenas de miles de personas que se movilizaron cuando ese proyecto no logró ser aprobado en el Congreso el año pasado. Del lado de quienes apoyan esa ley militan votantes jóvenes cuya lealtad política puede ser fluctuante y Fernández necesita fortalecer. Un cálculo realista le indica que los cambios indispensables en términos económicos y políticos van a tomar su tiempo. Por lo tanto, encabezar una reivindicación que tiene la virtud de ocupar el espacio público le conviene, aunque despierte polémicas.   

Algunas provincias otorgan menos derechos a los que residen en ellas: por ejemplo, no adhiriendo al protocolo de interrupción voluntaria del embarazo. Es un federalismo restrictivo gestionado por los caudillos que deciden cuáles derechos valen en sus territorios. Si Fernández dijo “soy el más federal de los porteños”, más vale que piense las consecuencias de esa declaración. El federalismo debería ser un instrumento de universalización de derechos, no un obstáculo que afecte a las niñas y adolescentes pobres de algunas provincias.

Nombramientos y ajustes de cuenta. La preocupación que revelaban muchos comentarios cuando se integró la fórmula presidencial con los dos Fernández, Alberto y Cristina, pudo haber encontrado sus primeros datos confirmatorios esta semana. Redrado habría recibido la bolilla negra de la vicepresidenta electa. Si esto es verdad, Cristina ejerció la vendetta en cuestiones que la afectan personalmente.

La vicepresidenta es vengativa, y como todo vengativo no olvida que Redrado declaró en la causa del dólar futuro que todavía la tiene dando vueltas por los tribunales. No existe interés superior, para gente como Cristina, que cobrar las ofensas. De todos modos, Alberto Fernández la conoce bien y no hay que ser adivino para pensar que cuidará ese flanco.

Entre las pasiones, la venganza es de larga duración. Pero si cada uno se presenta a cobrar desaires y traiciones del pasado inmediato, la situación será tensa y llena de suspenso, porque los últimos diez años estuvieron repletos de sucesos cuyos protagonistas no olvidan: insultos, humillaciones, intereses heridos y reconocimientos negados. Cristina es una especialista en tales escenas de teatro. También es una especialista en concentrar poder. Su hijo Máximo Kirchner será jefe del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados.

Si cada uno se presenta a cobrar desaires y traiciones del pasado inmediato, lo que viene será tenso y con suspenso

Como sea, el presidente electo necesita de los nombres más conocidos dentro de su gabinete económico, porque en esa área debe persuadir a interlocutores poderosos y descreídos. No la tiene fácil, aunque ahora aparece el binomio Lavagna, padre e hijo, como posibilidad.

Tampoco la tiene fácil en los juicios por corrupción que Cristina protagoniza como encausada. Una cosa es decir que “no hay pruebas” y otra, como se aprende en la Facultad de Derecho, demostrarlo de un modo convincente para quienes piensan que “hubo corrupción”. Como son ciudadanos del común, no entienden de malabarismos con el Código Penal. A aquellos que les importa el tema, ¿cómo convencerlos de que todas las acusaciones carecen de sustento?

Por supuesto, hay que marcar un punto cero y de allí para adelante ser implacable, pero quizás no sea suficiente. ¿Fernández, discípulo dilecto de Esteban Righi, va a darle “ficha limpia” a Boudou que, en 2012, hizo saltar por los aires a su maestro, que era entonces procurador general? Las acusaciones de Boudou a Righi eran falsas, como lo comprobó la Justicia pocos meses después.

Es grave que, esta semana, el partido del presidente electo no diera quorum para tratar en Diputados el proyecto de “ficha limpia”, cuya aprobación impediría que sujetos condenados en segunda instancia por corrupción sean candidatos a cargos electivos.

Para decirlo sencillamente, ese proyecto impide que el Legislativo se convierta en aguantadero de aventureros y delincuentes, como lo fue el Senado para Menem.