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Se conocieron los resultados de los concursos para la provisión de directores de museos nacionales.

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Se conocieron los resultados de los concursos para la provisión de directores de museos nacionales. De todos los ganadores se informan los datos principales de currículum, salvo de quien ganó la dirección del Museo Casa Ricardo Rojas, un mero nombre sin predicados.

El ciudadano curioso se ve obligado a rastrear por sí mismo los antecedentes de la señora María Laura Mendoza (internet es pródiga en indiscreciones). Sus mejores méritos para ocupar ese cargo serían un doctorado en Ocio (sic), docencia en Marketing del Patrimonio en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (sic) y la predilección, desde el comienzo del proceso, del ministro de la cartera, el señor Pablo Avelluto.

El resultado sorprende no sólo por los créditos horrísonos que ostenta la ganadora de ese puesto, sino por los méritos de quienes quedaron en el camino, profesionales que conocen al dedillo la obra de Ricardo Rojas, el fundador de la cátedra de Literatura Argentina y cultor del nacionalismo espiritualista, y alguno de los cuales participó incluso de la puesta museográfica de la Casa de Ricardo Rojas, un ejemplo brillante de neocriollo que debemos a Angel Guido, quien se inspiró en el libro Eurindia.

Cabe preguntarse qué marketing patrimonial se estará planeando para las ideas de Rojas y para el nacionalismo que supo cultivar y, sobre todo, en qué cesto de papeles habrán quedado los pedidos de impugnaciones que se presentaron al concurso que (se dice) habría violado más de un procedimiento.

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Todo suena muy penoso, pero en un país dominado por los contratistas del Estado no habría que sorprenderse demasiado si mañana, en la calle Charcas, la fachada que copia la de la casita de Tucumán albergara un hotel boutique, un salón de fiestas o un quiosco de chucherías. El ocio y el turismo habilitan negocios semejantes.

La memoria de Ricardo Rojas, cuya complejísima obra merece mejor atención, ciertamente no.