Cuesta arriba en nuestra rodada” es el verso que debiéramos grabar en el surco de nuestro coro sobre el canto del glorioso zorzal, pues una y otra vez cargamos con el peso de la historia propia, hacia una cima a la que al menos podemos creer llegar, para caer inexorablemente al punto del infructuoso y eterno recomenzar.
Sí, se ha dicho más de una vez y con pesar: en la Argentina estamos siempre comenzando. A este reiterado lamento suele sumarse la esperanza de romper con el encadenamiento que nos condena al destino de Sísifo, quien pagó astucia y osadía, en penumbras, cargando cuesta arriba, eternamente, una inmensa y pesada piedra, según cuenta la Mitología.
La suspensión de ese canto rodado resulta imperiosa. Interpelar esta especie de razón cíclica a la que estamos sometidos es el auténtico desafío: no especular, como muchos hacen tendenciosamente, con un futuro muerto al nacer. En efecto, aproximar ese horizonte a la falta de distancia del presente desde la óptica de una era “post” – en este caso “post-kirchnerismo”– no puede sino seguir obligándonos a cargar la piedra, reduciendo entonces nuestro tiempo a la temporalidad circular mentada en la etimología de ciclo (del griego kyklos).
Estamos acostumbrados a procesos cíclicos en la vida política argentina. Si se elaborara una genealogía de ese comportamiento en nuestro país, veríamos que este proceso se produce entre, por un lado, un proyecto de Estado de Bienestar que pretende incluir social y económicamente a las mayorías y, por otro, un férreo neoliberalismo que no hace más que excluirlas.
En efecto, el proceso de inclusión que inició el primer peronismo fue revertido a partir del golpe del ’55 y luego, a través de las diferentes dictaduras no se hizo más que horadar –con algunas intermitencias– aquellas conquistas de derechos hasta instalar, con la sangrienta dictadura del ’76, el más abismal neoliberalismo.
En el retorno de la democracia, el alfonsinismo implicó una significativa recuperación de derechos no sólo políticos sino también sociales y económicos. Por contrapartida, a la del alfonsinismo le sucedió una década neoliberal, la del menemismo, el que por un lado, a través de un masivo proceso privatizador y de muchas políticas económicas concomitantes, recayó nuevamente en una gran marginación política y social; y por otro lado, produjo un notable retroceso en materia de política de derechos humanos, profundizando la parcial claudicación que en esta materia se vio forzado a iniciar el gobierno de Alfonsín.
En la última década, el kirchnerismo ha reinstalado la fuerza de la política, a través de la cual se recuperó un notable nivel de inclusión, se restituyeron derechos perdidos, se conquistaron otros nuevos y se restauró la búsqueda de verdad y justicia.
Terminar con la idea de ciclo en un sentido significativo implica cortar con este dispositivo que domina la historia argentina. El dilema no se formula en términos de la continuidad del kirchnerismo o el advenimiento del post-kirchnerismo, sino en la construcción de un frente político y social amplio que se proponga romper con aquella dinámica cíclica.
El kirchnerismo oportunamente encontró en el proyecto de transversalidad su vocación frentista que nunca logró desarrollar completamente. Por ello, en esta coyuntura histórica es necesario ampliar los límites de ese proyecto político en vistas de asegurar las conquistas alcanzadas en estos últimos diez años y confluir con lo mejor que se ha desarrollado hasta aquí a fin de ampliar el horizonte en busca de nuevas conquistas para el conjunto de la sociedad.
En ese sentido, hablar ahora, a dos años de la finalización del mandato de CFK, de “post kirchnerismo”, en el vaciamiento de sentido político que nos propone, no hace sino consagrar el movimiento pendular de esa piedra traumática que sustituye en nosotros la habitación del futuro con una orientación en la historia.
Tal vez en estos últimos días, el ciclo fatídico de nuestras cadenas ha adquirido un nuevo ropaje: el círculo rojo que algunos entrevieron bajo el efecto de reflejos amarillos acaso deformantes.
*Senador de la Nación. Candidato a legislador porteño por Alternativa Popular.