Como tantas otras veces, los deseos de muchos por comenzar cuanto antes otro ciclo puede hacerlos dar por terminado prematuramente al kirchnerismo cuando todavía goza de alguna salud. Decir que el 70% de la gente vota en contra del kirchnerismo es como decir que el 60% de la gente vota en contra de Macri en la Ciudad de Buenos Aires justo cuando Macri atraviesa el mejor momento de toda su carrera política.
A pesar de que se trate de números, la lectura de las encuestas puede ser también muy prejuiciosa. En general, todas coinciden en que Massa superará holgadamente el 40% y arrojan una diferencia sobre Insaurralde de alrededor de once puntos.
Pero esto también estaría indicando que el candidato del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires estaría aumentando su propio resultado en las PASO, de 29% a 33%. Como electoralmente la provincia de Buenos Aires representa el 40% del total del país, cuatro puntos en la Provincia serían casi dos a nivel nacional.
Paralelamente, en la Ciudad de Buenos Aires, territorio donde el peronismo siempre hizo sus peores elecciones, Filmus podría ganarle la senaduría a Pino Solanas. Y todo esto en el peor momento del kirchnerismo.
Si el kirchnerismo y sus aliados llegaran a mejorar su resultado en las PASO, se tomaría como una señal de resiliencia porque todos los pronósticos preveían un empeoramiento del oficialismo. Y, aunque no cambiase significativamente el número de legisladores, sería un indicador de que el kirchnerismo no estaría en una caída sin piso y, en cierta medida, un logro simbólico para el oficialismo superar también su elección de 2009.
Una encuesta donde se preguntó sobre si estaría dispuesto a votar por un candidato de Cristina Kirchner dio como resultado que sí entre el 31% y el 35% de los encuestados, dependiendo de las zonas. No es un capital político menor, y luego habrá que ver para qué lo utilizaría: si para tratar de jugar a ganadora en 2015 engrosando la base política de Scioli o, como hizo Menem en 1999, boicoteando a Duhalde prefiriendo que ganase otro partido para aumentar sus posibilidades de regresar en el futuro. En el caso de Cristina, eso sería volviendo a dividir el peronismo con un candidato totalmente kirchnerista para, fragmentada la oferta, hacer que nadie sacara mucho más del 20% y Macri tuviera posibilidades de llegar al ballottage (ver diálogo Cristina-Macri).
Macri siempre tuvo su talón de Aquiles en la provincia de Buenos Aires. En el resto del país, aun con candidatos tan precarios como un ex referí de fútbol o un humorista, no le resulta difícil conseguir una cantidad apreciable de votos; en cambio, en la provincia de Buenos Aires no puede hacer pie, en parte porque ese espacio en el imaginario político bonaerense lo fue ocupando De Narváez.
Pero ahora se le abre una oportunidad porque está en igualdad de condiciones con las otras fuerzas ya que Scioli no puede ser reelecto como gobernador, Massa ya dijo que no quiere ser gobernador y De Narváez quizá no pueda aspirar a serlo. Queda el panradicalismo, que tiene un problema similar: puede ganar en Santa Fe con el socialismo o en Mendoza con Cobos, pero, aunque Stolbizer mejorara sobre las PASO, tampoco podría ganar la provincia de Buenos Aires, donde por décadas gobierna el peronismo.
El 27 de octubre, Massa será proclamado gran revelación política argentina y se le sumarán más aliados a los que ya acumuló, que en parte desertarán del oficialismo. Pero, pasado el furor inicial, no habría que descartar que le pueda resultar difícil mantener su protagonismo y visibilidad pública frente a un Scioli que seguirá contando con los recursos simbólicos y económicos de la mayor gobernación del país.
La foto de Massa con Reutemann tiene dos lecturas. Es vista como una imagen anticipada de lo que podría ser una exitosa fórmula presidencial en 2015, porque le suma a Massa el peronismo del interior y el campo; o como una señal de fragilidad, porque Reutemann no tracciona votos en Santa Fe y, al ser una figura de los 90, le hace perder modernidad, uno de los principales atributos de Massa.
Es habitual pensar que si la economía llegara razonablemente bien a 2015 el presidente sería Scioli; si llegara mal, pero sin una gran crisis, el presidente sería Massa; y si se produjera un terremoto económico, el presidente sería Macri. La misma especulación podría caberle a Cristina Kirchner y que, en función de cómo llegase la economía, ella definiera su juego en 2015, ya sea a ganador con Scioli o pasando a la oposición con uno de los varios 20% en que se fragmentaría la política para entonces; en ese caso, apostando a un candidato propio, como el recurrente ejemplo de Zannini. Más allá de los serios desórdenes macroeconómicos del “modelo de crecimiento de matriz diversificada con inclusión social”, es probable que la Argentina siga gozando de algún grado de viento de cola por algunas décadas más.
Para hoy se adelantó la difusión de la segunda parte del reportaje de Cristina Kirchner, que en este tramo tuvo como partenaire a Jorge Rial. Ni la imagen de la Presidenta ni la aprobación de su gestión exhiben poder de recuperación después de haberse reducido a la mitad en dos años, del 60% que cosechaba en octubre de 2011 a poco más del 30% actual, pero tampoco parecieran empeorar.
En cambio, sí han tenido modificaciones sustanciales en su valoración Scioli y Macri. Scioli perdió alrededor de diez puntos de imagen positiva y Macri la ganó (el éxito del Metrobus de la avenida 9 de Julio resignificó sus obras anteriores y le dio diploma de hacedor). Junto con Cristina, los tres ahora tienen alrededor del 30% de aprobación nacional, a lo que se agregó Massa. Una competencia pareja donde nada está totalmente definido.