El tiempo es veloz, cantaba David Lebón en un viejo tema del rock argentino. Pues, como el tiempo corre tan rápido, y esta nota puede llegar a quedar desactualizada prefiero, por ahora, no escribir sobre “el” tema central en el fútbol argentino de hoy: la guerra declarada entre, de un lado, el gran capital financiero global y los medios de comunicación hegemónicos, representados por sus voceros legales, Milei y Macri, que quieren la privatización total del fútbol argentino, y del otro, quienes defienden (defendemos) la continuidad de las sociedades civiles sin fines de lucro. De este lado, del nuestro, también hay más de un impresentable, incluso en las más altas posiciones institucionales del fútbol, por lo que la situación no es nada fácil. Y si esta nota corre el riesgo de quedar desactualizada es porque todos los días pasan cosas. No hay día en que un bando no ataque y el otro contraataque, o mejor dicho, se defienda, porque está clarísimo cuál es el bando agresor. Como decía, prefiero entonces esperar un poco para tener más claro cómo vienen los combates y poder establecer algún tipo de escenario, o de previsión de cómo podrían continuar los hechos.
El sentido común indicaría que el Gobierno tiene demasiados frentes abiertos (conflictos sociales por todas partes, salvo con la CGT que ya parece haber pasado por caja) como para abrir también otro en el fútbol. Pero las cosas son a la inversa: tener muchos frentes abiertos es parte nodal de la política del Gobierno, que hace del caos, la inestabilidad y la violencia verbal (y no tan verbal: la represión policial es cotidiana) su forma de actuar. Hasta ahora no le ha ido demasiado mal. Veremos si puede con el fútbol y sobre todo, con los hinchas, que, estoy seguro, preferimos a los clubes como hasta ahora que vendidos a Qatar o alguien por el estilo (ahora que me acuerdo, hoy también iba a escribir sobre que si en Racing gana Milito, el PRO va a gobernar los dos clubes de Avellaneda. En el fondo no es muy diferente de lo que venía diciendo, no obstante lo dejo también para más adelante).
Entre tanto, para cambiar de tema, asumió Gago. Ojalá Boca juegue bien, salga campeón, y etc., etc., etc. Pero el problema de Boca no se resuelve con un técnico que amenace con pesar a los jugadores todos los días o ponerles multas a los que lleguen 5 minutos tarde. Que Boca no juegue a nada no se resuelve poniendo cara de malo (además a Gago no le da el physique du rol). Boca tiene dos asuntos que no funcionan: un plantel con muchos jugadores mediocres entre los titulares (Lema, Rojo, Pol Fernández, al que no sé qué le ven: es decir, el triángulo de los centrales y el volante defensivo), más otros que bajaron mucho el nivel (Romero, Zenón, Medina, etc.). Con lo que podemos preguntarnos cuál es su verdadero nivel: si el año pasado jugaron por encima de su nivel y el actual es el verdadero, o a la inversa). El otro es que tácticamente Boca juega realmente mal. Eso no se corrige con balanzas, pesas y minipretemporadas. Para Boca, un partido normalmente secundario, como el que jugará contra Gimnasia por la Copa Argentina, pasó a ser de una importancia mayúscula. La coyuntura necesita calidad.