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dd.hh. y adn

Nobleza obliga

Al parecer, el juez Bergesio anda tras los cepillos de dientes de los hijos de la noble señora, un pelo de Felipe, restos de cera de depilar de Marcela.

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Al parecer, el juez Bergesio anda tras los cepillos de dientes de los hijos de la noble señora, un pelo de Felipe, restos de cera de depilar de Marcela. El capilar de la infamia habría de establecer el vínculo entre los hijos de la burguesía acomodada y alguna de las víctimas del período 1973-1983. El problema es que los niños, hoy adultos, no quieren sumarse a la cruzada y que, respetuosos de su estirpe de adopción, se resisten al linchamiento que propone la misma sociedad que condenó a sus padres biológicos. En la Argentina hay una nueva religión donde las madres prometen no desaparecer hasta que la resurrección se concrete. Ahí descansa la culpa. Me preocupa que el tema no se agote, que el futuro se demore. En la pantalla, una foto de Marcela y Felipe ingresando en alguna dependencia. Es posible que los acosados hubieran sido arrebatados por las bestias junto al cuerpo de sus padres cautivos; esto no debería despojar a las víctimas del derecho a la privacidad. Hay dos aberraciones: aquella que tiene lugar en el momento en que son forzados a dejar los cuerpos inertes de sus progenitores y una segunda que renueva la oblación en el momento en que el Estado los obliga a desnudarse. Marcela y Felipe no son los acusados ni parecieran dispuestos a complacer los requerimientos de un país que ya condenó en boca a su madre adoptiva por el solo hecho de ser rica y poderosa, por haber convivido y pactado con la dirigencia militar al igual que todo el resto de la sociedad, incluso los muertos y los desaparecidos que lo hicieron en sus propios términos o en los términos del enemigo. Las madres no representan a sus hijos, no deberían siquiera intentarlo; y las abuelas deberían entender que no pueden apoyarse en la prepotencia de un Estado represor con el objeto de satisfacer búsqueda alguna por legítima que sea. Nadie tiene exclusividad al reclamo, menos aún quienes, con el aval capitalista del Estado, tergiversan justa causa en mezquinas aspiraciones proselitistas. En el camino, las abuelas terminan cargándose la integridad de su sangre, en la violación reiterada de los hijos de sus propios hijos.


*Cineasta y periodista.

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