El ex secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, refiriéndose a la ex Comisión de DD.HH. de la organización, destacó su “falta de credibilidad y carencia de profesionalismo”, señalando que los Estados miembros procuraban pertenecer a esa Comisión “no para fortalecer los derechos humanos, sino para protegerse ellos mismos de las críticas o para criticar a otros”. Duro, pero rigurosamente cierto. Las palabras elegantes de Kofi Annan apuntaban a denunciar que la Comisión estaba fundamentalmente integrada por algunos de los peores violadores de los derechos humanos que accedían a ella para evitar cualquier censura a sus propias situaciones domésticas, desnaturalizando radicalmente el objeto del órgano. Por ello, Annan propuso su reemplazo por un nuevo organismo encargado de defender la vigencia de los derechos humanos en el mundo: el actual Consejo de DD.HH., compuesto por 47 Estados, creado el 15 de marzo de 2006. La norma que lo creara señaló la “importancia de asegurar la universalidad, objetividad, y no selectividad en la consideración de las cuestiones de derechos humanos, eliminando los dobles estándares y la politización”.El Consejo, órgano subsidiario de la Asamblea General, tiene sede en Ginebra y se reúne regularmente a lo largo del año, con tres sesiones obligatorias que (para asegurar efectividad) no pueden durar menos de diez semanas. Cuenta ahora con un mecanismo universal que examina periódicamente la situación de los derechos humanos en todos los Estados miembros, al menos una vez cada cuatro años. La Asamblea General acaba de elegir a sus nuevos miembros, que duran tres años en su mandato y pueden ser reelectos dos veces consecutivas. La elección demuestra que los viejos males subsisten. Acaban de ser reelectos Camerún, Bangladesh, China, Arabia Saudita, Rusia y Cuba. Todos países con deficiencias graves en las respectivas situaciones domésticas en materia de derechos humanos. Cuba, por ejemplo, acaba de ser duramente censurada por la OEA en un informe que Fidel Castro denominó “basura”. Cabe destacar que, alterando la posición prescindente de la administración republicana, descreída respecto del Consejo, los Estados Unidos acaban de ingresar al mismo, como fruto de la posición dialoguista de Barack Obama.
Esto podría, quizás, morigerar la tendencia del Consejo a ser selectivo en contra de Israel. Nuestra región endosó unánimemente la candidatura de Cuba. Lo que es lamentable, puesto que al hacerlo “garantizó” su elección toda vez que hay un pacto de caballeros que asegura la elección de los candidatos endosados por las regiones. Estos pactos son nocivos porque cuando las regiones evitan los endosos y presentan más candidatos que el número de oportunidades abiertas, la comunidad internacional puede elegir, votar libremente por los países con las mejores realidades, los más respetuosos. Como acaba de suceder con los asientos que correspondían a Europa del Este, desde que presentados Rusia, Hungría y Azerbaiján para cubrir las dos bancas atribuidas a esa región, Azerbaiján (que tenía claramente la peor situación doméstica en materia de respeto a los derechos humanos) quedó afuera.
Otros miembros del Consejo son Angola, Egipto, Madagascar, Zambia, Bahrein, Bangladesh, Pakistán, Bolivia y Nicaragua. Su presencia sólo confirma aquello de que el nuevo órgano sigue inmerso en los viejos vicios.
*Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.