COLUMNISTAS
sobre debates y elecciones

Notas de campaña

Todos quisiéramos que nuestras teorías expliquen la realidad, pero para trabajar con seriedad debemos convertirlas en hipótesis para comprobar si funcionan, poniéndolas a prueba una y otra vez en distintos países. La reiteración de las experiencias permite sistematizar información para formular leyes más o menos generales. Así funciona el método científico: si una hipótesis nunca ocurre, probablemente está equivocada.

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Donald Trump / Joe Biden. | Pablo Temes

En Estados Unidos no existe una elección nacional de Presidente de la República, sino que son en realidad cincuenta elecciones para las que se producen innumerables estudios, especialmente en los estados en donde están las principales universidades, think tanks, y medios de comunicación. A lo largo de estos meses recogí unas cincuenta páginas tomando nota de lo que me parecía más relevante para analizar las elecciones latinoamericanas. Quisiera compartir ese material en esta columna.

El último año se produjeron muchos documentos, investigaciones y polémicas importantes que aparecieron en revistas como The New Yorker, Foreign Affairs y los principales medios de comunicación.

Hubo también papeles producidos para alimentar la estrategia de las campañas y para la discusión en medios académicos, que no llegaron a los medios de comunicación masiva. Desde hace años muchos estudiosos polemizan sobre lo que se ha dado en llamar la “nueva política”. En estos meses se produjeron abundantes materiales que giran en torno a las formas en que los seres humanos se vinculan con la realidad en la sociedad hiper conectada, la crisis de los valores de la democracia occidental, la caducidad de las formas y herramientas de la política nacida con la primera revolución industrial.

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Ese material generalmente no se usa en América Latina. No pretenden la eternidad de La República de Platón, tienen la vida efímera propia de la sociedad líquida. Desarrollan temas y citan a autores que normalmente no están en la bibliografía de muchas de nuestras universidades. En esta producción intelectual contemporánea, no se cita nunca a los autores que son el centro de las reflexiones latinoamericanas.

Caducó la discusión de muchos temas del siglo pasado. Las ciencias del comportamiento dejaron en claro que el racional choice y sus derivados no tienen sentido. Las elecciones no se ganan explicando programas de gobierno. La comunicación entre los seres humanos es algo mucho más complejo que las palabras o los textos. Hay una discusión apasionante acerca de la comunicación no verbal, el papel de los contextos, la fugacidad de las teorías y de la militancia política.   

Los temas frecuentes de los que se habla en las campañas latinoamericanas, el imperialismo, el fin del capitalismo, la lucha de clases, ni siquiera se mencionan en las campañas norteamericanas, ni en las de muchos de  los países desarrollados. La discusión tiene que ver con los estremecimientos que causan las dos últimas revoluciones industriales, que traen consigo una posibilidad enorme de progreso, pero al mismo tiempo causan enormes problemas.

El debate. En todo el mundo las campañas se paralizan por el debate entre los candidatos presidenciales. Muchos creen que los debates influyen en los resultados de las elecciones, sirven para confrontar ideas, y para que los electores puedan votar comparando programas.

Un candidato no puede deslumbrar con sus propuestas. No hay ideas originales.

Nada de esto es cierto. Este 2020 se hicieron algunos análisis sobre los debates presidenciales en la historia de los Estados Unidos que ratificaron que ninguno tuvo influencia en ninguna elección. Ni siquiera cuando Gerald Ford dijo que la Unión Soviética no tenía presencia en Europa del  Este pasó nada, aunque los analistas pensaron que se desplomaría. Tampoco perdió votos Biden cuando usó la expresión árabe inshallah (“si dios quiere”) cuando exigió las declaraciones de impuestos del presidente, o cuando Trump dijo al grupo racista Proud Boys que “Den un paso atrás y esperen, alguien tiene que hacer algo con Antifa y con la izquierda”. Fueron enormes disparates sin trascendencia.

Quienes presencian los debates son personas que ya han decidido por quien votar y pretender ratificar sus puntos de vista. Para sus partidarios, Biden ganó el debate porque demostró ser un estadista. Para los trumpistas  lo ganó Trump porque demostró liderazgo. En los grupos de enfoque nadie cambió de parecer. Unos y otros mencionaron anécdotas y facetas del temperamento de sus líderes. Nadie mencionó algún punto de sus programas de gobierno.

Propuestas. Teóricamente deberían debatirse propuestas, pero está comprobado que los votos no se consiguen con palabras o argumentos. Si alguna vez los participantes en un debate se dedican a los programas, la prensa dice que aburrieron, la gente se va, y se pierde el poco impacto que pudo tener.

Los televidentes no oyen a los candidatos, quieren ver cómo se presentan, qué cara tienen, sus actitudes frente al adversario, si se saludan, si se caen, si les gusta su ropa. En el debate presidencial mexicano de 2012 todos hablaron  del escote y los atuendos  livianos de la edecana Julia Orayen que estuvo en escena treinta segundos. Se olvidaron de las horas en que los candidatos presidenciales desarrollaron sus propuestas. En el debate de los candidatos a la vicepresidencia de los Estados Unidos el que más impactó en las redes fue una mosca que se posó en la cabeza del candidato Mike Pence. Si contabilizamos cuantos comentarios hubo acerca de las propuestas de los candidatos y la presencia del insecto nos llevaremos una sorpresa.

Algunos candidatos dicen que no necesitan prepararse para el debate, porque creen que parecer improvisados les hace mesiánicos y les da votos. Normalmente eso no es cierto, son sensatos y se preparan.  Por eso la gente sabe que sus respuestas serán políticamente correctas, preparadas con sus equipos. Se pierde el gusto por lo imprevisto, el contenido edulcorado interesa menos que las formas disruptivas.

Pero ¿qué pasa cuando el candidato en realidad no se prepara porque no tiene interés en debatir nada sino que quiere protagonizar un espectáculo de televisión? Trump pasó 10 años frente a una cámara en su reality show The Apprentice, sabe cómo poner al espectador de su lado, calcula sus palabras y actitudes no para debatir tesis sino para impactar en el auditorio. En el debate acosó a Biden para decirle con actitudes “you are fired”. Su papel fue la del reality show un ego arrollador y una voz imparable que se situó como única autoridad y no se retractó nunca de nada. Estudiando The Apprentice es posible explicarse mejor su campaña y su gobierno.

Un candidato no puede deslumbrar por sus propuestas. No existen ideas originales que sorprendan a nadie y si alguien inventa algo en un país lo copian en segundos en cualquier otro. Estamos en la época de la Internet, el copy paste y el plagio.  Tengo una colección de propagandas que reproducen literalmente spots de las campañas de Mauricio Macri usadas en varios países.

Análisis. Para saber quién estuvo mejor en un debate hay que verlo sin sonido porque las imágenes son emocionalmente más importantes para los espectadores que las propuestas. De hecho nosotros evaluamos también así las presentaciones en televisión de los candidatos y las propagandas. Los candidatos comunican con sus actitudes, contextos, sentimientos que consolidan imágenes.

La prensa afirmó que el debate fue un choque de ideas sobre la crisis del coronavirus, los impuestos, el cambio climático, el racismo, la Corte Suprema y la integridad del proceso electoral. The New York Post dijo: “Ambos acertaron algunos golpes, interrumpieron demasiado y actuaron como niños”. El periódico le otorgó ventaja “de un pelito” a Trump: “fue enérgico y solidificó su base, pero perdió puntos por interrumpir. Biden no pareció tan fuerte pero provocó compasión, lo que alimentó a su base”.

Lo curioso es que los votantes no se dieron cuenta de lo que decían estos análisis de la prensa. En el primer debate Fox News dio por ganador a Trump por 60% sobre un 30% de Biden. CNN en cambio habló de “un horrendo debate entre Trump y Biden”, y anunció que el demócrata ganó con 60% frente al 28% del republicano. Toda esta discusión no movió nada, en ningún lado nadie ganó o perdió puntos.

En 1960, durante el primer debate que se transmitió por televisión, el 87,1% de los hogares estadounidenses tenía televisión, en 2020 la cifra creció 6 puntos.  Cuando se produce por primera vez un debate en un país, llama la atención. Cuando Kennedy se enfrentó a Nixon, las tres principales cadenas de televisión transmitieron al mismo tiempo el debate. No era posible ver otra cosa.

Actualmente no se puede controlar a la gente. Con la enorme cantidad de medios de comunicación de todo tipo que existen, este tipo de bloqueo es imposible. La televisión abierta compite con una televisión por cable que se ha masificado. Si la gente se aburre con el debate, tiene una enorme gama de opciones.

La Internet abrió otro frente.  El cibernauta aprecia su libertad, navega por donde quiere, no acepta imposiciones. Se ha comprobado que mientras más tiempo pasa un usuario en la red, menos ve televisión. En algunas residencias universitarias de los Estados Unidos, directamente se han suprimido las televisiones en las habitaciones de los estudiantes.

La audiencia de los debates ha disminuido en número de televidentes que los siguen y sobre todo en el tiempo que le dedican. En 1960, el 36,5% de la población estadounidense vio el debate entre Kennedy y Nixon. En el 2000 en el primer debate entre George W. Bush y Al Gore, el porcentaje de televidentes se redujo al 16,3%. Actualmente uno de cada ocho votantes mayores de 18 años ve los debates, y el tiempo que permanece frente a la pantalla no supera los 40 minutos.

En México los debates son considerados muy importantes. Hay rígidos reglamentos para que los candidatos discutan programas y los televidentes se vean obligados a oírlos. Los candidatos permanecen inmóviles detrás de podios, mientras dura su alocución se pueden hacer solamente tomas del primer plano de quien habla. Obligar a la gente a ver un debate sin imágenes atractivas, es como exigir que lo oigan en inglés. Es en ese contexto formal en el que los treinta segundos del escote de la edecana arrasaron con el rating.

Movimiento. En 2012 apareció el movimiento “yo soy 132”, que consiguió tanta importancia que organizó un debate propio, sin los medios de comunicación, al que asistieron todos los candidatos con la excepción  Peña Nieto, que fue el triunfador de esas elecciones. Transmitieron por un canal de YouTube con gran audiencia, Tampoco esta forma tan original de organizarlo tuvo ningún impacto electoral.

En Brasil los debates son lo más importante de las elecciones. La legislación restringe la propaganda electoral y casi la única forma de aparecer en la pantalla chica es lograr que inviten al candidato a la serie de debates presidenciales que se inician en Bandeirantes y culminan en O Globo. Algunos candidatos se esfuerzan desde el inicio de la campaña para llegar al momento de los debates con un 10% en las encuestas, requisito para ser invitado a los debates. En 1910 pudimos analizar el debate final de la campaña con una red de grupos de enfoque que se hacían en vez estados del país para ver la reacción de los televidentes ante lo que ocurría, para poder aconsejar a la candidata en los intermedios. Nunca tuvimos una herramienta tan sofisticada para nuestro trabajo.En las últimas elecciones presidenciales, Jair Bolsonaro otro out sider de la política como Trump, deicidio faltar a todos los debates, pretextando problemas de salud, que eran consecuencia del atentado que sufrió. Muchos calificaron su actitud de irresponsable: era insólito que un candidato no aproveche el escenario de los debates para hacer campaña. Es el único que lo ha hecho. Sin embargo, Bolsonaro ganó sin ningún debate.

 

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.