¿Cuántas veces escuchamos o leímos que la historia la escriben los que ganan? Una infinidad. “La historia de las mujeres no la cuenta nadie si no la contamos nosotras mismas”. Esta frase, esta verdad irrefutable, es obra de la referente del fútbol femenino, ex jugadora y actual entrenadora, Mónica Santino. Me quedó resonando en la cabeza y entendí que para las mujeres, a todo el esfuerzo que realizamos para lograr nuestros objetivos, también le tenemos que sumar la energía para que se nos reconozca. Y van a venir, nos van contradecir por esto o por aquello. Pero la verdad es que como mujer todo cuesta el doble.
En esta era de odiadores seriales y provocadores de redes sociales, la paciencia es una herramienta fundamental. Sobre todo para la lucha que llevamos adelante las mujeres. Tenemos paciencia para muchas cosas, pero no para esperar. Porque ya hace tiempo que no estamos de brazos cruzados. Somos protagonistas y peleamos. Peleamos como mujeres. Con fuerza, con inteligencia, con amor y dolor, con la certeza de saber que estamos peleando por un mundo más justo, por un sistema que no nos oprima ni nos desampare. Nos matan, nos violan, nos pegan, nos pagan menos. Una enorme lista de situaciones donde nos violentan solo por ser mujeres. Y estamos hartas.
El deporte no está exento del machismo. La diferenciación entre “los de hombres y los de mujeres”. No se gana con virilidad. La testosterona no sirve para meter goles, correr más rápido o saltar más alto. Hoy, las mujeres definimos por abajo y también nos tiramos al piso a trabar con la cabeza. Resulta inconcebible que el año pasado, de los cien deportistas mejor pagos no haya ni una sola mujer. En 2017 solo apareció Serena Williams en el puesto número 5. Otro dato alarmante es que existe apenas el 1% de inversión por parte de patrocinadores para las atletas. Hubo mejoras, sí. Fueron producto de la pelea de cada una de las deportistas que exigieron sus espacios, condiciones dignas y subas económicas. Es difícil cuando gran parte de los puestos jerárquicos de nuestro deporte están ocupados por hombres, lo cual genera un mérito para la lucha de cada una de estas chicas. Esas mejoras no son magia: son conquistas.
El caso más reciente es el de Macarena Sánchez, la futbolista que impulsa la profesionalización del fútbol femenino, a raíz de un conflicto que tuvo con su último equipo, UAI Urquiza, donde le desconocieron su rol activo como trabajadora de la institución y la dejaron sin trabajo en mitad del torneo de Primera. Como el caso de Maca, también se profundiza mucho esta desigualdad en el resto de los deportes. En el tenis, por ejemplo, se equiparó el premio que reciben el ganador y la ganadora de los cuatro Grand Slam, aunque eso no ocurre en el resto de las competencias, en las cuales llega a haber diferencias de hasta el doble en los montos. El argumento de mayor repetición, que dice que “el deporte femenino convoca menos”, queda evidenciado como falaz cuando una ve el acompañamiento y la mayor participación de mujeres en distintas disciplinas, que van desde el fútbol hasta el boxeo, deporte marcado a fuego por el machismo, pero con grandes referentes como la precursora Marcela “la Tigresa” Acuña. Solo alcanza con ir a un gimnasio o a las canchitas de cualquier barrio o prestar atención en los clubes cuando llevás a tus hijos o hijas. No se necesitan focus groups para comprobar lo evidente.
Fútbol, vóley, básquet, tenis, boxeo, natación, vela, hockey, yudo, son algunas de todas las actividades en las que nuestro país tiene figuras que fueron reconocidas tanto en Argentina como en el resto del mundo. Con historias de superación, no solo por las mismas piedras que se encuentran en el camino a la gloria, sino también por las trabas que el machismo nos impone. Como si tuviésemos que pagar un peaje solo por nacer con ovarios. Mal que les pese, este es el motor que nos impulsa. Esta lucha nos da la energía para dar todavía más, porque sabemos que va a ser así, que vamos a tener que luchar para poder competir, luchar para poder ganar y luchar para que nos reconozcan en la victoria. Escribimos nuestra historia. Y en esta historia, vamos a ganar nosotras.