Para transformar la realidad es necesario (aunque, claramente, no suficiente) tener una agenda programática moderna, que acompañe los desafíos de cada coyuntura. Hoy en día asistimos a una crisis de agenda: son pocas las voces que dan cuenta del cambio que están experimentando las sociedades a nivel global y la Argentina en particular. Es momento de trabajar un programa de futuro, que enfrente los principales problemas que sufrimos hoy y que proyecte los desafíos con los que conviviremos en el mediano y largo plazo.
El mayor problema que tiene nuestro país es la desigualdad. Vivimos cruzados por inequidades geográficas, económicas, sociales, educativas, sanitarias, ambientales. El camino a una Argentina mejor, con un mejor gobierno, más segura y desarrollada, es la construcción de un sociedad más justa. Para eso es necesario darle forma a un renovado programa de justicia social, ajustado al siglo XXI pero sin renegar de los avances y protecciones alcanzados a lo largo del siglo anterior.
Tenemos que avanzar en la justicia social urbana. La inmensa mayoría de los argentinos vivimos en ciudades, una gran parte en metrópolis. Se torna imprescindible entonces darle forma a diagnósticos y propuestas que avancen sobre la financiarización de la vivienda, sobre una especulación inmobiliaria excluyente. Esto no implica aferrarse a un pasado que ya no volverá, debemos desde las universidades, las organizaciones civiles y las distintas instancias gubernamentales darles forma a planificaciones y normativas que sean el marco de ciudades más integradas, desarrolladas y disfrutables. Pensar una ciudad para vivir y no solamente como un bien financiero transable.
Las transformaciones económicas recientes, las que vivimos en las últimos dos o tres décadas, hacen que sea impensable la integración y la movilidad social sin una política de fomento y desarrollo de la economía 4.0. Allí tenemos una oportunidad inmejorable de vinculación con el mundo. La robótica, la digitalización, la economía de plataforma, la velocidad de esta “nueva” economía, ya impactaron sobre nuestras vidas y lo harán con mayor fuerza cada día que pase. Su avance es imparable y exponencial. Es necesario que seamos protagonistas de este proceso, redistribuyendo oportunidades. No podemos tapar el sol con la mano. En esto también es fundamental el aporte que se pueda hacer desde equipos interdisciplinarios que estén comprometidos en la disminución de la brecha digital, la formación continua de jóvenes y adultos, y en la creación de las necesarias regulaciones que conviertan a los avances tecnológicos en oportunidades y no en amenazas.
Los gobiernos más importantes de nuestra historia fueron modernizadores, gobiernos que construyeron una agenda social de futuro. Hoy en día, gracias a la lucha del movimiento de mujeres, ese programa es feminista. El feminismo es una de las formas de la justicia social. Por eso es obligatorio darle estructura a un camino que lleve al fin de la brecha salarial y el techo de cristal, a la consolidación de políticas públicas de cuidados y de educación sexual integral, y a alcanzar un amplio compromiso estatal en la lucha contra la violencia de género.
Por último, dentro de esta agenda es imperioso considerar seriamente la cuestión ambiental. Por un lado, nuestro manejo de residuos sólidos urbanos. El cambio de paradigma que se discute hoy nos interpela y nos obliga a repensar nuestra mirada sobre el tema. La termovalorización y la economía circular deben ser discutidas, analizadas, tener aportes ciudadanos y de especialistas. Estamos ante cambios que tienen traducción no solo ambiental sino también social, económica y presupuestaria. Aquí, otra vez, el desafío es comprender el cambio e ingerir de tal manera que sea lo más virtuoso posible. Por otro lado, el manejo de las cuencas, el cambio climático y la necesaria construcción de ciudades resilientes. Los desastres naturales son frecuentes y previsibles: hoy se cuenta con herramientas técnicas para hacerles frente. Somos nosotros quienes debemos fortalecer las capacidades estatales necesarias para disminuir ese impacto, el cual generalmente golpea en los más necesitados. Una política ambiental seria y constante, fortalecer la resiliencia urbana, es también aportar a la construcción de una sociedad más justa.
En tiempos de crisis, las sociedades necesitan poder reconstruir la posibilidad de mirar hacia el futuro con optimismo. Para eso es necesario darle forma a una agenda que tenga como horizonte la justicia social, una justicia social del siglo XXI.
*Director del Centro de Estudios Metropolitanos (UMET UNAJ Unahur).