Hoy se entregan los Oscar y al final terminé viendo las nueve películas que compiten por el premio mayor. Fui de a poco y, al final, me quedaban solo tres: la tentación era grande, aunque no era una gran tentación. De todas las nominadas fui dando cuenta en esta columna, y voy a agotar el lote. Get Out es una de terror con el clásico tema del protagonista que llega a un lugar en el que están pasando cosas raras, género que incluye hitos como Kilómetro 111, Invasion of the Body Snatchers o The Spteford Wifes. Acá el héroe es negro y no se sabe bien lo que ocurre durante un buen rato, hasta que todo estalla y resulta muy clase B, muy divertido y muy poco favorable para los blancos en general. El director, Jordan Peele, también es negro (debería decir afroamericano; es más, no debería decir que es negro). Call Me by Your Name es de gays. Pero de gays encantadores (no debería decir “pero”). Está situada en el norte de Italia antes del sida, donde un profesor de arqueología recibe a un estudiante americano. El hijo del profesor, que es músico (son gente muy culta), se enamora de él y es correspondido. También hay chicas, estatuas griegas, ríos, piletas, estanques y lagunas para bañarse y un tono amable, distendido, caluroso y frutal. El guión es de James Ivory, que me sorprendió que estuviera vivo y activo. Se disfruta como un amor de verano. No sé si el director Luca Gadagnino es gay o no. Phantom Thread es una película rarísima dirigida por Paul Thomas Anderson, el más raro de los Anderson, sobre un modisto de principios del siglo XX y su rara relación con su madre, su hermana y sus amantes, la última de las cuales llega cuando empieza la película. Sería raro que Phantom Thread no ganara el Oscar al mejor vestuario. Pero más rara es la relación entre el protagonista Daniel Day-Lewis y la chica Vicky Krieps. Todo es bonito en esta película, y lo digo sin ironía. Cómo puede resultar entretenida una historia en la que se pasan cosiendo vestidos y tomando el desayuno es difícil de entender, pero lo logran. Estuve averiguando y Paul Thomas Anderson no es modisto ni tiene parientes que lo sean. La columna del domingo pasado terminaba con una nota de pesimismo sobre el futuro del cine. Hoy me gustaría corregir un poco esa impresión. No creo que se pueda esperar del cine (al menos del que concursa para los Oscar) nada artísticamente poderoso ni radicalmente nuevo. Pero las películas se dejan ver. Una sola me resultó infumable: la probable ganadora La forma del agua. Aunque el monstruo es simpático, es una película de mensaje, grandilocuente y pretenciosa. Me aburrí también con Dunkerque, que también reúne pretensión y artistería. Al resto le encontré una ligereza agradable. Eso sí: todas las películas ocurren en alguna parte del pasado. Solo en Get Out (una fantasía) se ven celulares y computadoras portátiles. Y todas salvo Phantom Threat (neutra al respecto) son políticamente correctas, defensoras de las minorías y la posición históricamente adecuada. Me parece que en tiempos del Código Hays, las restricciones eran menos pesadas que ahora.
No voy a ver la ceremonia, pero le deseo suerte a mi amigo chileno Gonzalo Maza, guionista de la muy probable ganadora del Oscar extranjero, Una mujer fantástica, cuya protagonista es transexual. Otro caso de adecuación a la época.