La elección de Mauricio Macri para la presidencia de la Argentina inaugura un nuevo ciclo político para Sudamérica, que se ha movido en tándem de izquierda a derecha y viceversa en las últimas décadas. Escribimos argumentando que se venía este cambio en octubre de 2014, en un informe titulado “Centristas por necesidad”. El argumento se basaba en cuatro puntos, que siguen vigentes:
1. Las preferencias electorales de los latinoamericanos no cambiaron mucho en las últimas décadas. Según encuestas de Latinbarómetro, la mayoría de los latinoamericanos siguen autocatalogándose como centristas.
2. La ola de gobiernos de izquierda en este siglo en Sudamérica fue consecuencia de la desaceleración o las crisis que sufrieron muchos países en el período 1998-2002. Dado que en esos años gobernaban partidos o coaliciones de derecha en varios países, los votantes buscaron un cambio.
3. Los gobiernos de izquierda que accedieron al poder en este siglo disfrutaron de fuertes aumentos de los precios de los bienes de exportación, lo que les permitió obtener mayores ingresos fiscales y una bonanza económica. Así, pudieron implementar amplias políticas redistributivas, a diferencia de los 80, cuando gobiernos de izquierda enfrentaron restricciones fiscales importantes.
4. En los últimos años, sin embargo, Latinoamérica se estancó. Los precios de las commodities cayeron, y las posiciones fiscales se deterioraron sustancialmente. Como resultado, es tiempo de ajustar las políticas y buscar nuevas fuentes de crecimiento.
Este diagnóstico nos llevó a pronosticar dos tendencias:
1. Cualquiera sea la plataforma electoral mediante la cual fueron elegidos, los gobiernos se verán forzados a gobernar más hacia el centro. Esto se vio claramente en el caso de Brasil. Dilma fue elegida con una plataforma de continuidad de las políticas populistas, pero se vio forzada a implementar un ajuste económico.
2. Con el tiempo, los votantes irán castigando a los gobiernos de izquierda por la desaceleración económica y el aumento del desempleo, y comenzarán a votar opciones más de centro. El calendario electoral es el que está determinando la secuencia de cambio. En Brasil, si la elección presidencial hubiese sido unas pocas semanas más tarde, el escándalo de Petrobras habría sellado otro resultado. En Uruguay, la economía estaba todavía pujante como para que los electores buscaran un cambio el año pasado. En la Argentina, cuatro años de estancamiento y un fuerte ataque a las instituciones democráticas impulsaron a la clase media a optar por el cambio. En Venezuela veremos una victoria rotunda de la oposición en las elecciones legislativas del 6 de diciembre.
Esta tendencia al centro va a continuar en otros países de la región en los próximos años, aunque hay que considerar la idiosincrasia de cada uno. El caso de Chile es el más claro: la agenda de izquierda que está intentando implementar la presidenta Bachelet es vista como uno de los determinantes del mal desempeño económico. En el caso de Perú, un gobierno más de derecha probablemente será elegido en abril de 2016.
En Colombia, por el contrario, el proceso de paz puede abrir por primera vez la oportunidad a partidos de izquierda de acceder al poder en las próximas elecciones presidenciales. México es un caso aparte, ya que no se ha movido en tándem con el resto de la región en las últimas décadas. Su economía también se ha movido por carriles distintos a los de Sudamérica, al ser un exportador de bienes industriales ligado al ciclo económico de los Estados Unidos. En este caso no sorprendería que un candidato más de izquierda sea electo en las próximas elecciones, dado el desencanto existente con los dos partidos mayoritarios.
Mientras tanto, a ministros de hacienda venidos de la banca (Prat Gay, Levy, Valdés, etc.) les toca poner fin a la fallida fiesta populista.
*Ex economista jefe para Latinoamérica en Bank of America Merrill Lynch y socio de Alberdi Partners.