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Nuevo santo popular

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Hola, Bruno, ¿cómo van tus días por Berlín? Te escribo mentalmente uno de esos mails que al final no se redactan ni se mandan nunca, pero acá parado necesito explicarte algunas cosas. No sé si te acordás de la Difunta Correa. Cuando estuviste en Buenos Aires me preguntaste qué eran esos altarcitos con botellas al costado de la ruta y te conté que eran por una mujer que murió de sed pero siguió amamantando a su hijo después de muerta y de la que dicen que hace milagros. Bueno, creo que ahora a la Difunta Correa se le puede sumar el Difunto Correo. Vine a buscar los ejemplares que me mandaste de la antología de autores latinoamericanos donde publicaste mi cuento en alemán. Primero me llegó un cartón a casa que decía que tenía un paquete en la aduana del correo. Parece que todo paquete que pese más de medio kilo lo incauta la Aduana, con su poder de ente de control. Llegué a las diez de la mañana y ya había mucha gente. Me tocó el número 824. Me entusiasmé porque vi que iban por el 16, pero era el 716. Hay dos personas atendiendo. Son las 12 del mediodía y todavía no me toca mi turno. Esta primera fila es para pagar un impuesto borroso de 5 pesos y el plus por los días de almacenamiento. Después la cosa se pone más soviética: te pasan a una gran sala con filas de butacas y tras varias horas de espera dicen los números por altoparlante para que vayas a una oficina donde te abren la encomienda frente a un oficial de Aduana. Estuve averiguando con unos motoqueros que vienen seguido. Les pregunté a qué hora calculaban que iba a poder salir. Como a las 4 de la tarde, me dijeron. Te confieso que acá parado, en la primera parte del trámite, estoy perdiendo la fe. El santuario del Difunto Correo está en un lugar medio inhóspito, atrás de Retiro, en la avenida Antártida Argentina, que tiene el nombre muy bien puesto porque viene del río un vientito helado del Polo Sur. Espero que no te enojes, Bruno, pero estoy pensando seriamente en desertar, en recuperar mi día hábil y dejarle mi caja como ofrenda al Difunto Correo para que las ratas del santuario se coman de a poco toda la lateinamerikanischen literatur.