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bofetadas

Ojalá me equivoque

Oj-Alá me equivoque, pero, ante la amenaza de la Banelco oficial y sus consecuentes borocotizaciones, hoy, martes 1º de septiembre, parece que el proyecto de ley de radiodifusión saldrá como por un tubo y casi totalmente a gusto de sus inspiradores.

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Oj-Alá me equivoque, pero, ante la amenaza de la Banelco oficial y sus consecuentes borocotizaciones, hoy, martes 1º de septiembre, parece que el proyecto de ley de radiodifusión saldrá como por un tubo y casi totalmente a gusto de sus inspiradores. Se habrá notado que pido a un Dios –Alá– que me esté equivocando, sólo El podría detener este engendro. ¿Cómo pedírselo a un legislador, si ninguno me representa? Me opongo al aborto, pero preferiría que aborte este proyecto cuyo alcance estratégico recién se sentirá meses después de la asunción de Carrió, Cobos, De Narváez, Duhalde, Moyano, Reutemann, o del beneficiario del gran sorteo de 2011. La lista alfabética de potenciales presis omite a Menem, Néstor K y Macri –dispuestos en orden de imputabilidad descendente– para no caer en excesos de pesimismo. Optimistas, los K hacen pasar a esto por ley de medios audiovisuales, pero el título impreso en el proyecto legisla los “Servicios de Comunciación Audiovisual” facilitando que un decreto, una reglamentación o una nueva pasada por las cámaras adictas al gobierno de turno amplíe su alcance a propaladoras de altavoces, pantallas de los aeropuertos y a la mismísima Internet, que con toda probabilidad será refugio de la opinión independiente como efecto de la ley. En relación con nuestra penosa realidad mediática actual, no soluciona ninguno de los problemas de calidad de servicio que padecemos y ni siquiera avanza en definirlos: susanización y tinellización de la TV, contaminación del espectro radioléctrico, inserción publicitaria abusiva en todos los espacios, desaparición de la programación cultural, sumisión del dial a la promoción discográfica, proliferación de todo tipo de “chivos” bajo la forma de noticias y comentarios, y participación arbitraria en los beneficios de los avisos de gobierno. Nada de eso está contemplado en un proyecto de 163 páginas que, si yo fuese diputado de una cámara digna, rechazaría por ofensivo a la dignidad parlamentaria por mentiroso y tan mal redactado. Inspirado en la escuela tecnolálica que fundó Terragno, repite más de 30 veces la expresión “tecnologías”. Apuntando al corazón sensible de legisladores y público, repite “derechos humanos” más de (21) veces, “igualdad” (18), “discapacidad” o “discapacitados” (11), “diversidad”, no menos de (14) y también –¡pobres indiecitos, cómo los usan!– “pueblos originarios” (4), e “indígenas” (otras 4). Si estas chantadas y barbaridades, como el anuncio de que el “objetivo primordial de los medios es la promoción de la diversidad”, afectasen sólo al monopolio de Clarín, en buenahora y vaya y pase, pero semejante bofetada a la inteligencia no se puede perdonar.