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Defensor de los Lectores

¡Ojo con las imágenes engañosas!

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MAGIA. Una taza rayada o lisa, según convenga. | CEDOC.

“Si el periodismo echa en saco roto sus principios éticos pierde sus valores fundamentales, su credibilidad y su razón de ser. ¿Cómo evitarlo? Reglamentar la
deontología periodística con nuevas leyes plantea el riesgo de que se implante la censura. Solo el compromiso voluntario de respetar las normas éticas puede devolver su prestigio a la profesión.”

Así comienza un interesante artículo del británico Aidan White, director de la Red de Periodismo Etico y autor del libro To Tell You the Truth: the Ethical Journalism Initiative (“Para decirles la verdad: la Iniciativa de Periodismo Etico”, 2008), en el que se presenta un panorama mundial de las cuestiones éticas relacionadas con el periodismo.

Publicado por Correo de la Unesco en 2017, el texto de White –quien fue durante 24 años secretario general de la Federación Internacional de Periodistas (FIP)– expone un panorama alarmante en relación con el ejercicio de esta profesión, especialmente en momentos en los que la política argentina parece vivir un estado eterno de campaña electoral donde todo vale, inclusive las noticias falsas y los disfraces para reforzar imágenes o destrozar candidaturas concretas o potenciales.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Esta semana, se viralizó –afortunadamente– un video en el que la gobernadora María Eugenia Vidal aparecía dialogando telefónicamente con una persona, supuestamente quejosa, en una escena que semejaba paciente atención a la ciudadana y calma búsqueda de respuestas adecuadas. Hasta ahí, nada que no haya hecho antes, profusamente promocionado en todos las soportes comunicacionales posibles (gráfica, radio, televisión, internet). Sin embargo, un detalle alcanzó para echar por la borda esa imagen de bondad, temperancia, firmeza pero sin agresiones que Vidal logró imponer desde sus tiempos de funcionaria en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: en el video se veía una taza, presumiblemente con té, que por arte de birlibirloque fue cambiada (una es rayada, la otra lisa) por quienes se encargaron de producirlo. ¿Es esto legítimo, si se pretende dar sensación de rectitud? No, trucar imágenes se acerca más a vender mercadería en mal estado que a proponer un modo recto de actuar en política.

Por cierto, no es el único ejemplo de mala praxis comunicacional, que termina como un bumerán para destrozar lo que se pretendió imponer como cierto. Si la taza fue falsificada, toda la escena lo será, imagina el buen observador.

En marzo de 2015, se publicó en casi todos los medios una imagen del entonces ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, junto a una locomotora supuestamente comprada para mejorar el sistema ferroviario del país. Era falsa: el photoshop hizo el milagro de cambiar los colores de una máquina similar perteneciente a la red ferroviaria chilena. Las críticas a Randazzo por esta boutade publicitaria le valieron un fuerte dolor de cabeza al dirigente peronista que, sin embargo, mantiene buena imagen para la opinión pública.

Esta semana, por citar otro ejemplo de mala praxis, dos periodistas y un dirigente claramente alineados con el kirchnerismo, vaticinaron –en un irresponsable manejo de datos sin fuentes específicas e identificables– que el Gobierno se aprestaba a aplicar en fecha inminente una suerte de “corralito”, y que los bancos ya no entregarían depósitos en dólares a sus clientes. Hasta tal punto está llegando la virulencia.

“Las informaciones falsas o trucadas (fake news), la propaganda política y empresarial y los abusos vergonzosos observados en las plataformas digitales suponen una amenaza para la democracia y, al mismo tiempo, abren nuevos frentes de combate a los defensores de la libertad de expresión, los decisores en materia de políticas y los profesionales de los medios”, escribió White en el artículo citado; y agregó: “La ponzoñosa mezcla de las tecnologías digitales con las costumbres políticas corruptas y la explotación comercial del nuevo ámbito de la comunicación están creando fracturas por tensión continuada en el campo más
vasto de la información pública”.

Como se dice más arriba, nos guste o no estamos en campaña sin solución de continuidad, aunque las próximas elecciones vayan a celebrarse recién en el último trimestre de 2019. Si ahora, con tanto tiempo por delante, se aplican fórmulas de comunicación tramposas para destrozar a los adversarios políticos o elogiar a los conmilitones, es razonable esperar que esos recursos espurios crezcan de aquí en más.

Este ombudsman advierte a los lectores de PERFIL que será conveniente mantener despiertas las neuronas para no caer en trampas informativas que seguramente irán creciendo con el paso de los meses.