El contundente resultado de los comicios levantó el intenso viento de la incertidumbre y viró la proa del mercado argentino hacia el mar de las dudas y el pánico. El inesperado cambio de fundamentals llevó a los inversores al límite de la racionalidad. La tremenda caída del Merval es el ejemplo emblemático que desnuda este concepto.
¿Cuál es el rational que impulsa a los actores de mercado? La clave es la falta de visibilidad con respecto a las acciones que vaya a tomar el próximo gobierno. Si no es posible delinear un escenario que tenga una probabilidad de ocurrencia razonablemente elevada, es imposible para los analistas estimar los precios de los activos, ya que todos los precios en verdad surgen del descuento de los flujos futuros esperados. El pasado y la foto presente son datos de base en los cuales se apoyan las inferencias financieramente educadas que realizan los analistas con respecto al futuro esperado para cada activo. Si a ello le sumamos la posibilidad de un cambio, posiblemente compulsivo, en las condiciones originalmente pactadas con quienes invirtieron su dinero en los bonos de deuda soberana de un país cuyos antecedentes son lamentablemente desfavorables, terminamos en la situación actual. La recomposición de los precios de mercado depende hoy principalmente de la reconstrucción de la confianza. Confianza en que el futuro que viene tenga un alto componente de racionalidad, racionalidad entendida en los términos occidentales de la democracia, pero que sobre todo traiga expectativas de crecimiento.
Pero aún no estamos allí. Y la pregunta de todos aquellos que han quedado atrapados en esta terrible tormenta, que ha puesto en juego la supervivencia de los patrimonios invertidos, es “¿qué hago?”. La respuesta es una sola: hay que protegerse. La tormenta aún no ha pasado.
Sin embargo, el concepto de protección aplicado en la práctica es muy diferente para unos y otros. Hay ciertos inversores institucionales que, por las regulaciones locales vigentes, deben permanecer invertidos en activos locales. En este caso, el viraje de las carteras se orienta a acortar la duration de las posiciones destinadas a cubrir las necesidades de caja (por ejemplo, con Lecaps con vencimientos anteriores al cambio presidencial), y para la porción de largo plazo, las experiencias pasadas han dejado como enseñanza que los bonos de menor paridad con ley extranjera (PARY) son los más protectores en caso de default/reestructuración.
Los inversores profesionales tienen como armas subyacentes la experiencia de navegar las aguas de un mercado emergente como el nuestro y el conocimiento de los conceptos propios de la materia. Pero los individuos en muchos casos están desprovistos de ambos. En este caso, es claro que el mejor refugio es posicionarse en moneda dura hasta que pase la tormenta. Hay varios fondos comunes de inversión argentinos que ofrecen esta protección. Uno de ellos es el Optimum Global Investment Grade, que invierte 75% de su cartera en bonos soberanos/corporativos chilenos y hasta un 25% en acciones del índice Dow Jones. Y para la porción de dinero transaccional en pesos es importante elegir un fondo de Money Market clásico que no contenga instrumentos valuados a mercado. Tal es el caso de Optimum Ultra.
La clave de la decisión del individuo debe pasar necesariamente por recomponer su propio confort ante el escenario actual.
Y la materialización de dicha decisión depende estrictamente de su situación, sus necesidades de caja y sus objetivos. No existe una receta perfecta ni hay una recomendación universal que aplique a todos. Es aquella a la que cada uno arribe una vez que haya considerado todas sus alternativas. La guía de un asesor de inversiones profesional es sumamente aconsejable para llegar a la conclusión que más se ajuste a su perfil.
*CEO BNP Paribas Asset Management.